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La moda gira hacia el arte
Las nuevas camadas europeas de diseñadores de moda ya no cultivan el gusto por las pasarelas exclusivas y una clientela de tres mil mujeres ricas. Cada vez más, los desfiles van pareciéndose a performances artísticas, recurriendo al sonido, el video, la coreografía y escenarios alternativos.
Por Mario Canal *
Los diseñadores de moda ya no saben qué hacer para llamar la atención del público sobre sus desfiles. Seleccionan a modelos de apariencia extraña e incluso impedidas físicamente, despliegan decorados hiperrealistas sobre los que las modelos más cotizadas mueven sus caderas interpretando el papel que se les indica, montan shows con grupos de música tocando en vivo o utilizan las artes de creadores plásticos contemporáneos para aportar impacto a los desfiles. Sin duda, aquellos tiempos en los que las maniquíes desfilaban discreta, sosa y exclusivamente para las esposas de políticos y hombres de negocios en salones privadísimos han quedado relegados al blanco y negro de los archivos históricos. No es de extrañar.
Si a mediados del siglo pasado los diseñadores eran artesanos de la costura, discretos maestros de la aguja, desde hace un par de décadas son algo así como estrellas de rock, creadores multidisciplinarios que no se limitan al corte y a la confección. Y las presentaciones de las colecciones son en muchos casos espectáculos megalómanos que atraen a la prensa internacional con un magnetismo sólo comparable al de un megaconcierto. Esto sucede, por un lado, porque en los medios masivos de comunicación, tan apretados siempre de tiempo, espacio y criterio, sólo caben las excentricidades o los personajes más o menos vip que pueblan la primera línea de sus asientos. Pero, cada vez más, la peculiaridad de los escenarios donde las prendas que más adelante encontraremos en las tiendas se debe al carácter multidisciplinario de las propuestas. La música, la iluminación, el decorado, la selección de modelos, son las herramientas de las que se sirven los creadores para desarrollar mejor el concepto sobre el que basan sus propuestas. Las grandes y pequeñas marcas no sólo venden ropa sino también imagen, además de perfumes, llaveros, accesorios, etcétera. Y los diseñadores no se limitan a confeccionar ropa: también generan cultura, para lo cual necesitan dotar a sus colecciones de un adecuado contexto a través del cual expresar de forma total su imaginería.
Los creadores europeos más jóvenes se impregnan de otras disciplinas artísticas para estilizar sus colecciones. Y las pasarelas –y otros espacios alternativos– son el lugar perfecto para arropar conceptualmente estas propuestas. Es el caso de diseñadores internacionales y emergentes como Wendy & Jim, Bless, Cosmic Wonder, Imitation of Christ, Ann-Sofie Back, Susan Cianciolo, David Delfín, Futura Costura, entre otros. Estos últimos, españoles, que sólo diseñan ropa de hombre, presentaron su última colección en una exposición de arte colectivo llamada Domestic. Ese certamen anual expone la obra de artistas jóvenes en entornos no habituales para estas lides. Allí sus modelos adoptaron la función de guardas de sala, e incluso explicaban las obras expuestas a los visitantes.
De David Delfín se ha hablado mucho, pero quizá no se ha explicado bien lo poliédrico de su propuesta. En sus pasadas tiene tanta importancia el sonido como los videos o las artes escénicas. Delfín es una marca que aglutina a diversos creadores, quienes, apoyándose entre ellos, convierten sus desfiles en una experiencia multisensorial. Más allá de la anécdota o de la crítica lógica a un diseñador que se inspira profundamente en lacreación de conocidos artistas plásticos, debe valorarse la intención de incorporar a la moda otras disciplinas que enriquezcan el espectáculo.
Entre los creadores internacionales antes destacados, tanto Ann-Sofie Back como, sobre todo, Susan Cianciolo, suelen presentar sus colecciones en galerías de arte de una forma deconstructiva: muestran bocetos, dibujos y telas, dejando para la mente del espectador el diseño final de sus creaciones. A medio camino entre el arte y el diseño de moda, en este caso es el contexto el que determina una u otra opción. Como se ve, no hacen falta millones de vatios para expresarse. Por ejemplo, Cianciolo vende en Barney’s NY y ha expuesto en espacios alternativos de Tokio, Nueva York o París, añadiendo estrategias del arte contemporáneo al paradigma del consumo contemporáneo: la moda.
La pareja de jóvenes alemanas que forman Bless utilizaron la vidriera de la tienda parisina Colette como expositor de sus diseños –algo que también hicieron los neoyorquinos As Four–. Colocados sobre unos maniquíes hiperrealistas que simulaban señoras jubiladas de clase media baja que parecían observar un escaparate, esta presentación fue una de las sensaciones en la semana de la moda que presentaba la temporada otoño-invierno ‘03. Más recientemente, Imitation of Christ montó en un hangar neoyorquino un circo en el que los trapecistas, las amazonas y los payasos sugerían una analogía más que certera –como es habitual en su modo de trabajo– al mundo de la moda como espectáculo circense.
Los japoneses Cosmic Wonder mostraron el año pasado sus últimas propuestas en el centro de arte parisiense Palais de Tokio. Una cortina surgía del vestido de una de las modelos, mientras el resto de las chicas se colocaba en diferentes puntos de la sala de una forma estática, como si se tratara de una instalación artística. Entre los más jóvenes pero ya consagrados se destaca Jeremy Scott. Se aspecto y su pelo de mohicano responden perfectamente a los histriónico de sus propuestas en moda. Nacido en los más profundo de Estados Unidos, Kansas City, en 1973, en cuanto pudo huyó a París después de formarse en Nueva York, pero ya en la capital francesa no tardó en infiltrarse en la industria, haciéndose íntimo de Karl Lägerfeld. Su primera colección, Bosy Modification, en 1996, se inspiró en el trabajo de la artista francesa Orlan, conocida por usar como material de trabajo su propio cuerpo a través de la cirugía estética. Las modelos desfilaban de una forma poco ortodoxa –como locas-. Scott vive actualmente en Los Angeles. Encargado del estilismo del último video de Madonna, incluso aparece en él dando los últimos retoques a los conjuntos militares de las modelos.
Pero son los holandeses Viktor & Rolf los diseñadores por quienes los cronistas de moda serían capaces de quemar sus guardarropas a cambio de una invitación a sus desfiles. Los orígenes de esta pareja –parecen gemelos– fueron las galerías y los museos de arte. Sus desfiles han tenido siempre un carácter de performance más que comercial, aunque al final es este arrojo en el fondo y la forma lo que les ha hecho conocidos y apreciados en todo el mundo. Su puesta en escena no conoce la repetición. La colección de este verano se presentó bailando y saltando en una fiesta, y la de invierno la abrió la actriz Tilda Swanton (Orlando), seguida de todas las modelos caracterizadas a su imagen y semejanza.
¿Marketing directo? ¿Necesidad comercial? ¿Amplitud de registros? ¿Simple y puro negocio del espectáculo? Lo que está claro es que los desfiles de moda, cada vez más, trascienden su utilidad mercantil hermanando diversas artes plásticas.
* De El País para Página/12.