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Un día japonés
La jornada puede comenzar con un masaje especial y la semana puede terminar con cine japonés. Ritos, costumbres y kimonos para equilibrar el organismo. La comida. Cómo y con qué se prepara un casamiento.
Por Noemí Ciollaro
Quién no ha fantaseado alguna vez con ser oriental y moverse con la serenidad y la altivez de la grulla en el espacio. Qué mujer no ha desfallecido por cubrir su rostro con polvos de arroz, maquillar oblicuamente sus ojos, adornar su pelo con crisantemos y enfundarse en la seda sensual de un kimono. Habrá algún hombre que no haya imaginado ser un samurai, que no haya deseado poseer su sabiduría y su arte corporal.
Japón y su cultura invitan a la fantasía, a la sensualidad, al equilibrio del alma y del cuerpo, a la belleza de sus danzas y su música, a sus exóticas comidas y al misterio de sus rituales y tradiciones.
Muchas de esas maravillas están hoy al alcance de la mano en nuestra ciudad, y una salida japonesa puede redituar al paseante curioso y ávido de algo diferente innumerables sorpresas.
La jornada puede iniciarse con una sesión de “shiatsu”, una terapia de masaje a través de “presión con los dedos” muy popular entre los japoneses por su eficacia y simplicidad. El masaje consiste en realizar presiones a lo largo de los canales energéticos del cuerpo, meridianos y puntos de energía, provocando una gran relajación y equilibrio físico y mental.
Hay quienes optan por el “reiki”, una técnica sanadora que existe hace dos mil años. La “fuerza reiki” estimula el organismo, equilibra el cuerpo y el corazón y actúa sobre lo físico, mental, espiritual y emocional, restableciendo la armonía a través de técnicas de meditación y relajación.
Cerca del mediodía y casi en estado de levitación, se puede llegar a Palermo Viejo para continuar el día japonés en Kayoko, el restaurante de Misao Sekiguchi, quien, además de ser una cultora de la comida nipona, es una artesana con amplia cultura de la tradición de su país. Talladora de objetos en madera, amante del cultivo de plantas y flores, experta en caligrafía shodo, y especialista en ritos, usos y costumbres de los kimonos.
Además de exquisitos platos orientales, en Kayoko se puede disfrutar de un espacio en el que se exhiben kimonos para ambos sexos de los períodos Kamakura, Samurai, Edo y Kabuki, en tanto se relata la historia de Japón ligada con las distintas vestimentas. En el mismo espacio hay tallas, esculturas y artesanías de intensa belleza.
Por la tarde se puede realizar una visita al Centro Cultural Konex, donde actualmente hay una gran muestra sobre la cultura de Japón que incluye música, cine, danzas, literatura, exposiciones y moda.
El próximo sábado 31, tendrá lugar un “maratón de cine japonés”, en el que se podrán ver La tumba de las luciérnagas, de Isao Takata; Naushika en el Valle del Viento, primer largometraje de Hayao Miyazaki, y Kiki’s delivery service, del mismo director.
En el centro se ofrece también un ciclo de lectura de “haiku” durante el que se sirven diversos tipos de té a la japonesa. Hay además una exposición de “muñecas kokeshi” que refleja las costumbres y deseos orientales desde la antigüedad.
Lejos del verano del Hemisferio Norte donde crisantemos, peonías, lotos y campánulas muestran con descaro su belleza, el Jardín Japonés es un agradable paseo para una tarde templada de invierno. Allí también es posible conocer costumbres ancestrales, como el rito de compromiso de una pareja de novios, además de disfrutar de la serenidad del lago, los senderos de piedra y la cuidada vegetación.
Recientes estadísticas aseguran que en la tierra de Buda se celebra un matrimonio cada cuarenta segundos y se lamenta, o no, un divorcio cada dos minutos. Esto significa alrededor de ochocientas mil bodas al año. Las más tradicionales van precedidas de una serie de rituales que comienzan por una “omiai”, presentación formal de una mujer y un hombre desconocidos entre sí, con vistas a un posible matrimonio. Ambos, que sólo se han vistoa través de fotografías, son presentados por un tercero (una especie de gestor), acompañados por padres, madrinas y padrinos en una reunión que se realiza en un restaurante.
En el transcurso de la comida dialogan sobre las virtudes femeninas de la casamentera, que se centran en lo culinario y en sus cualidades como futura ama de casa.
Si todo indica que hay casamiento en puerta, se marcha a pedido de los padres de los futuros cónyuges al “iuinou”, un compromiso formal, una ceremonia durante la cual la familia del novio obsequia regalos “con respeto”, a la familia de la novia. El “iuinou” simboliza un contrato eterno y una forma de agradecimiento por la nueva relación entre las dos familias.
Los regalos y la forma en que se los decora –hay una exhibición al respecto en el Jardín– revisten una gran importancia de acuerdo con los ritos antiguos, y existe una industria para ese fin en la que se destacan ingenieros dedicados a diseñar “mizuhiki”, moños artísticos en papel oriental.
De acuerdo con la tradición los regalos son siete, todos ellos simbólicos, “noshi”, oreja marina agrandada para la ornamentación, como señal de buenos augurios; “kosode-Ryo”, dinero para uno de los kimonos que lucirá la novia durante la boda (en las más opulentas cambian varios a lo largo de la ceremonia); “yubiwa”, anillo nupcial, es una costumbre adoptada hace 40 años y tomada de las bodas occidentales que no agrada mucho a los hombres japoneses; “surume”, calamar deshidratado infaltable en estos festejos; “kombu”, alga seca que simboliza el deseo de que la pareja tenga muchos hijos; “tomoshiraga”, pelo canoso que expresa augurios de suerte para los novios hasta la aparición de canas en sus cabezas; “yanaguitaru-Ryo”, o “sake”, vino de arroz hecho en barricas de sauce; y “suehiro”, abanico blanco, señal de llamado a la buenaventura.
Si tras el “omiai” y el “iuinou” los novios ven crecer sus sentimientos como el sol naciente, un tiempo más tarde iniciarán la preparación del “kekenshiki”, casamiento.
“Si aman y tienen deseos,/que sus deseos sean éstos:/Fundirse y ser como un arroyo/que corre y canta su melodía a la noche./Saber del dolor de la demasiada ternura./Ser herido por el propio conocimiento del Amor./Y sangrar gozosa y alegremente./Despertarse al amanecer con un alado corazón/y dar gracias por otro día de Amor”, reza un antiquísimo poema japonés acerca de las delicias y las angustias del matrimonio.
Centro Cultural Konex: Av. Córdoba 1235.
Kayoko Restaurant. Gurruchaga 1650.