PLACER
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Sobre gustos...: AMIGAS
› Por Andrea Ferrari
El plan surgió por escrito. Concretamente por e-mail, porque ya hace varios años que dejamos de escribirnos cartas. La idea era regalarnos unos días solas, sin trabajo ni casas en que pensar, sin maridos ni hijos, sin atar cordones ni cumplir horarios, sin diario, sin preparar clases, sin jefes, sin cocinar papas fritas ni buscar piojos en cabezas pequeñas. Unos días en que las cuatro amigas volveríamos a encontrarnos: las dos que aún estamos en Buenos Aires y las dos a las que trabajos y amores se llevaron hace muchos años a miles de kilómetros de aquí. Iba a ser otra vez como en aquel viaje de los 20 años, cuando cargamos las mochilas y recorrimos el sur.
La fecha no era casual: en los últimos meses las cuatro habíamos cumplido –o estábamos por cumplir– los 40. Y se sabe que es una cifra especial, con aire a balance, a evaluación de aquello-que-fue y lo-que-yano-será. De modo que el viaje había adquirido un tono de reivindicación, de recuperación de ese espacio personal y disfrutable que son las amigas.
Llegamos a soñar con hacer una cita en Berlín, en México o en Portugal. Después la realidad se nos cayó encima: el corralito, la devaluación, los límites de tiempo, de plata, de paciencia ajena. Entonces achicamos los planes: cuatro días en una playa argentina. Los hijos no entendían qué íbamos a hacer en pleno invierno en un balneario desierto.
–Hablar, hablar, hablar, hablar, caminar, comer, hablar, hablar, hablar, hablar –contestó Inés.
–Qué aburrido –replicó su hija desde su lógica de 11 años.
Pero no tuvimos tiempo de aburrirnos. Ya apenas nos encontramos en Retiro, mal dormidas, se disparó una catarata de palabras. Desde aquella relación frustrada de los 22 años a los candidatos de las próximas elecciones, pasando por la Intifada en Medio Oriente y las crisis de nuestras hijas preadolescentes, nada quedó afuera.
Hay sólo unas pocas personas con las que uno puede permitirse bajar todas las barreras y ser desvergonzadamente entrometido, desprejuiciadamente sincero. Los cuatro días fueron poco para tanta historia guardada en muchos años de vivir lejos, años de encuentros fugaces y esporádicos.
En estos días llegamos a descubrir que otra podía recordar partes olvidadas de la propia vida: el nombre de aquel novio de los 17 que uno había borrado, la desesperación a los 13 al descubrir que se había pifiado en la respuesta de un examen. Fueron días en que batimos records de charla y de carcajada. Días dedicados a eso tan raro y único que es la amistad.
Nota madre
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