PSICOLOGíA › APORTE AL DEBATE SOBRE PSICOANáLISIS Y MARXISMO
› Por Sergio Zabalza *
Por otorgar a los avatares de la vida política un carácter positivo en vez de considerarlos como un déficit destinado a ser extirpado, Jacques Lacan atribuyó a Marx el descubrimiento del síntoma. Una perspectiva similar desplegó Freud cuando decidió abandonar la hipnosis y escuchar el síntoma del paciente antes que acallarlo sin más. Se trata de un abordaje que redunda en una posición ética. Lacan deja en claro similitudes y diferencias entre ambos edificios teóricos cuando expresa: “Si hacemos del hombre, no ya lo que vehiculiza un futuro ideal, sino si lo determinamos por su particularidad, en cada caso de su inconsciente y de la manera en que goza de él, el síntoma queda en el mismo lugar en que lo ha puesto Marx”.
Al respecto Slavov Zizek observa: “Esta es la razón de que haya que buscar el descubrimiento del síntoma en el modo en que Marx concibió el pasaje del feudalismo al capitalismo. Con el establecimiento de la sociedad burguesa, las relaciones de dominio y servidumbre se reprimen; formalmente, parece que lo que nos incumbe son sujetos libres cuyas relaciones interpersonales están exentas de todo fetichismo; la verdad reprimida –la de la persistencia del dominio y la servidumbre– surge en un síntoma que subvierte la apariencia ideológica de igualdad, libertad, y demás”.
Para el psicoanálisis el síntoma es ese inhóspito cuerpo extraño, “verdadero dueño de casa” que no sólo le dice al yo “retírese de su casa”, sino que además lo conmina a trabajar como un esclavo. En efecto, sea rumiando el contumaz resentimiento del obsesivo o precipitando la agotadora queja de la histérica, el síntoma se alimenta del trabajo con que la extorsión neurótica –por vía de la culpa, el remordimiento o la amenaza de exclusión– fuerza al sujeto a postrarse frente a bizarras y desmedidas exigencias con tal de mantener a raya el monto de angustia parapetado tras las pobres defensas del yo: ese semblante de bienestar (homologable a la apariencia ideológica de “igualdad, libertad...” citada por Zizek) que frases como “No... yo estoy bien” intentan fallidamente sostener.
Por eso, si la satisfacción freudiana es esa ganancia de placer, el goce, de la cual se alimenta el síntoma, la primera maniobra analítica consistirá en poner el Amo a trabajar al servicio del tratamiento: descifrar el síntoma para que aquella satisfacción ceda un lugar a la verdad del sujeto. Pero no se trata tanto de la revelación de un sentido oculto, sino del desciframiento de la envoltura formal que vela ese sentido: nos interesa el trabajo significante que lleva a una formación del inconsciente a revestirse mediante determinada trama formal. Curiosamente, de la misma manera expresa Marx su operación de análisis con la forma mercancía: “¿De dónde brota, entonces, el trabajo enigmático que distingue al producto del trabajo no bien asume la forma de mercancía? Obviamente de esa forma misma”.
Según Zizek, el elemento que se interpone y altera la relación entre el contenido manifiesto y oculto del sueño, o entre la mercancía y su secreto poder de atracción, es el orden simbólico que preexiste y determina el trabajo con que, tanto los productos del inconsciente como las mercancías actualizan su forma.
Desde esta perspectiva, la ideología –ese imaginario que disfraza el carácter fetichista de la mercancía y que se soporta en la falsa conciencia suscitada en el intercambio de los miembros de una comunidad– sería homologable a la coartada narcisista con que un sujeto disimula su condición de vasallaje respecto del plus de valor que lo fascina al tiempo que lo explota. Así, la pregunta acerca de quién se apropia de ese exceso apunta a develar la posición desde la cual una cadena significante –el aparato psíquico, según Freud– trabaja para someter o hacer lugar al sujeto.
Se abre un novedoso horizonte de análisis. Si ya no cuenta tanto “la conjunción de las relaciones sociales efectivas” sino “la fantasía ideológica eficiente en la realidad”, lo social pasa a estar conformado por las creencias que sujetos de deseo se avienen a compartir para desplegar algún nivel de intercambio. De esta manera, se puede entender un poco más, tanto al excluido que elige robar zapatillas de marca antes que comida, como el fracaso de la prédica socialista frente a la fascinación provocada por un par de jeans. “El rasgo característico del análisis de Marx es que las cosas creen en lugar de ellos” (Zizek, ob. cit.).
Entonces, si un psicoanálisis apunta a la restitución de un goce que fue robado, no se tratará de adoctrinar acerca de la conveniencia o no de lucir determinada zapatilla o de caminar junto a una señorita con jeans de calce perfecto, sino de la maniobra por la cual un sujeto se apropia de la oscura y singular satisfacción que lo habita para así acceder a una opción de goce que no esté determinada por la amenaza extorsiva del síntoma.
* Psicoanalista.
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