PSICOLOGíA › “UNA FORMA DE LóGICA DE CONJUNTO”
› Por Marcelo Halfon *
El fútbol es una de la pocas formas que quedan de decir “nosotros”: es una de las pocas formas de lógica de conjunto que todavía intentan ganar la pulseada a la lógica individualista. Se puede usar metáforas bélicas, “esto es una guerra”, o metáforas biológicas, “las barras bravas son una enfermedad”, pero no se trata ni de una guerra ni de una enfermedad. Se trata de un juego y un deporte. Ezequiel Fernández Moores dice que el fútbol es demasiado deporte para ser sólo un negocio, y el negocio es demasiado importante para que el fútbol sea solamente un deporte.
En los conjuntos se diferencian: barrabravas, simpatizantes, fanáticos, hinchas, con sus matices y peculiaridades, con sus lealtades, complicidades y solidaridades. Entre hinchas de un mismo equipo, la relación es a predominio de lealtad; entre hinchas de distinta camiseta predomina la rivalidad; ésta puede ser de sujeto a sujeto o de sujeto a objeto, dependiendo del grado de reconocimiento de la ajenidad del otro.
Acto número uno en un partido de fútbol: resolución prohibiendo banderas. Acto número dos: compromiso previo de las instituciones de respetar la resolución. Acto número tres: el local no cumple. Acto número cuatro: el visitante intenta imitarlo. Acto número cinco: la policía reprime al visitante. Acto número seis: la violencia está instalada.
Entre barras rivales hay un abanico entre la lealtad, la rivalidad y la violencia. La lealtad se da en las llamadas hinchadas amigas. El pasaje de rivalidad a violencia es fluctuante. Entre barras y policía hay alternancia de complicidad y violencia. Esta palabra es escuchada en casi todos los espectáculos futbolísticos, aunque me retracto al decir que en esas condiciones sea un “espectáculo deportivo”. La violencia supone el ejercicio absoluto de las relaciones de poder de uno o más sujetos sobre uno u otros que quedan ubicados en un lugar de desconocimiento o destitución subjetiva, reducidos a puro objeto. Incluye el objetivo de anular o quizá suprimir al sujeto, y no sólo a sus acciones. No existe el vínculo de dos, únicamente el de autosupervivencia.
El dispositivo vincular “ir a la cancha” ha caído en descrédito. La inseguridad, la violencia, la incomodidad, reinan como representaciones de este dispositivo. Ha ganado el dispositivo mediático: lo miro por TV, porque implica seguridad, comodidad, tranquilidad. El espacio transubjetivo, espacio público, nos muestra y nos demuestra que no hay justicia, y los arbitrajes funcionan a veces como una mala foto de los negocios turbios.
El principio de exclusión social actual es dejar afuera al consumidor que no acepta las reglas de la imagen: si no aparece en TV, no existe. Reza el cántico tribunero: “No existís, no existís...”. El consumo de drogas se percibe como acción sobre el cuerpo incluido en la lógica de la resistencia corporal: “el aguante”, el cuerpo que ha sido previamente excluido del mercado intenta su reinclusión, “a ver quién tiene más aguante”; ranking imaginario canalizado y legitimado por la visibilidad inclusiva que permite la imagen mediática aunque sufra la condena social (apropiación de la violencia como restitución subjetiva)
La masa grita: “¡Llegan los Borrachos del Tablón, llego la hinchada!”; no hay en ese momento diferencias entre hinchas, simpatizantes y barras; en el conjunto, sin embargo, sí las hay.
* Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Capítulo de Psicoanálisis y Deporte.
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