PSICOLOGíA › SOBRE EL “FORZAMIENTO DE MODELOS TEóRICOS”
› Por Gustavo D. Packmann *
Durante años, muchos de quienes adheríamos y trabajábamos en el marco de la teoría psicoanalítica vivimos en nuestra práctica analítica situaciones donde se conjugaron las limitaciones de nuestro corpus teórico (lógicas e inevitables en cualquier disciplina, más aún en una “nueva” como la nuestra) con nuestras propias limitaciones para interrogar (y por qué no, cuestionar) ciertos encuadramientos teóricos y ciertas prácticas clínicas. Todo ello fue configurando una situación donde muchas veces la teoría y el paciente concreto que teníamos delante nuestro, en nuestro consultorio, “no coincidían”. Así entonces, cuando las categorías nosográficas comenzaron a no ser suficientes en nuestros intentos de diagnóstico y comprensión del paciente “concreto”, comenzamos a implementar las tan famosas “hipótesis ad hoc”, entendiendo a éstas como hipótesis introducidas para salvar los supuestos iniciales. Es decir, un intento de que ayudaran a dar cuenta de aquello que nuestros desarrollos teóricos no alcanzaban a explicar. Comenzamos entonces a trabajar con las nociones de “cuadros mixtos”.
Así, en el contrapunto entre nuestros intentos de articulación de una teoría que no nos alcanzaba o un paciente que tal vez nos excedía, se fue configurando una nueva versión del lecho de Procusto. Es decir, un forzamiento de un modelo teórico para que diera cuenta de una realidad que a todas luces lo desbordaba, o en su defecto, operábamos un “recorte” de los emergentes clínicos para que “encajaran” lo mejor posible en una teoría insuficiente.
Durante muchos años se sostuvo a rajatabla la noción de inconsciente sin que muchas veces uno alcanzara a poder reflexionar y preguntarse a qué nos referíamos con eso. Tal vez por la intensidad de los ataques que sufría la teoría psicoanalítica (que hacían sentir, quizá, la obligación de aunar fuerzas y voces en la defensa de la nueva disciplina), tal vez por la necesidad de ser admitida dentro del campo del conocimiento científico (que sugería inconveniente mostrar conceptos sujetos a cuestionamientos), tal vez por las luchas de poder hacia adentro del movimiento psicoanalítico (que muchas veces descalificaban el pensamiento crítico), y posiblemente por todo esto y algo más, las preguntas acerca de este concepto central en nuestra teoría fueron quedando silenciadas, y se pasó a operar y teorizar con él como si se tratara de un axioma, de algo dado, desde lo cual se parte sin emitir cuestionamientos.
Así entonces, la idea de un inconsciente homogéneo se constituyó en un punto de partida para los desarrollos teórico-clínicos. Esta forma de representarse objetos y fenómenos como totalidades y homogeneidades era por otra parte consistente con toda una corriente de pensamiento de época que circulaba por esos mismos carriles. Por ejemplo en el campo de las ciencias sociales, la noción marxista de clase era concebida como algo homogéneo tanto en su composición como en su comportamiento y los análisis que se realizaban desde estos posicionamientos siempre implicaban y privilegiaban las ideas de universales, de totalidades, en desmedro (o inclusive renegando) de las singularidades. Confrontación entonces entre el todo y lo uno, lo homogéneo y lo múltiple.
* Fragmento del trabajo “El lecho de Procusto. Psicoanálisis, complejidad y multiplicidades”.
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