PSICOLOGíA › ESCRIBE UN PROFESIONAL DE LA INSTITUCIóN
› Por Eduardo Diego Friedman *
El 2 de febrero pasado, en esta sección, bajo el título “Violencias del manicomio”, Santiago Gómez escribió: “(Una) nena murió ahogada en su propio vómito en el Tobar García” mientras estaba contenida, “hace más de tres años”... ¿Cuántos más? Quien suscribe la presente nota de réplica hace veinticinco años que trajina la institución y le consta y da fe de que en ese lapso ningún hecho de esas características, ni similares, aconteció en el hospital Tobar García. En ese plazo histórico quienes ocupaban anteriormente la jefatura del Departamento de Internación y Guardia, la jefatura del Servicio de Internación, y las respectivas secciones, incluso la propia dirección, se jubilaron o se retiraron de dichos cargos. Por lo demás, el propio firmante ha desempeñado su carrera hospitalaria en áreas ambulatorias. No me es necesario, por cierto, abrir ningún paraguas sobre mi cabeza.
Hace un cuarto de siglo, la medicación que se administraba a los pacientes era haloperidol y antipsicóticos sedativos, que hoy ocupan una segunda línea en nuestro vademécum. La protocolización de los procedimientos también tiene hoy otra rigurosidad que la que solía tener por entonces. Largo camino debió recorrer la psiquiatría infantojuvenil en el país y en el Tobar García para ser lo que actualmente es. Eso sí, sobre la modalidad de trabajo multidisciplinario, a nuestra institución no hizo falta que vinieran a enseñársela desde afuera. La interdisciplina ya señoreaba, desde antes que el sangriento golpe de 1976 hiciese tabla rasa con el fecundo trabajo que se venía realizando. En ese lamentable momento de nuestra historia nacional fue desaparecido el jefe del Servicio de Internación, Hugo Franano.
Voy a responder algunas cuestiones fácticas:
1. Difícilmente alguien pueda denominar “manicomio” a una institución como el hospital Tobar García, donde en 2011 el giro cama fue de cinco con un promedio de estadía de 66 días y un neto (descontados los días de permiso de salida) de 47. Estos números son incluso compatibles con los estrechos límites que mercantilmente imponen las prepagas y obras sociales.
2. En cuanto a la contención de pacientes, ante el perentorio requerimiento de la Asesoría General Tutelar de la CABA, en septiembre de 2010, el hospital respondió, con las precisiones del caso, las estrictas circunstancias y qué protocolo se aplica. La respuesta fue dada por válida en la medida en que el trámite se agotó con dicha respuesta. Quien haya trabajado con pacientes conocidos desde hace un tiempo en la literatura internacional como duales –en particular, que combinen, por ejemplo, consumo de cocaína o paco con psicosis u otras graves afectaciones psiquiátricas– sabrán cuáles son los riesgos físicos a los que puede llegar a confrontarse, tanto el propio paciente como los trabajadores de la salud que eligen trabajar en instituciones como la nuestra.
3. Finalmente, si al autor de aquella nota le constase que en el hospital Tobar García “se naturaliza la violencia aplicada sobre los cuerpos de quienes están internados” –o sea niñ@s y adolescentes enferm@s–, que lo denuncie en la fiscalía de turno. Lo invito a que tenga el valor de denunciar además ante la multiplicidad de organismos encargados de supervisar a las instituciones psiquiátricas y de tutelar a la infancia en la CABA –empezando por las Asesoría Tutelar en sus diversas instancias– por supuesto “incumplimiento de sus deberes de funcionarios públicos”. Es más, puede ampliar sus denuncias sobre nuestra institución y sus trabajadores, frente a las competentes comisiones de Salud, Salud Mental, Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud y, por supuesto, la de Derechos Humanos de la Legislatura porteña.
Lo que no podemos admitir es que alguien nos difame a los trabajadores de la institución tratándonos como soldadesca de la tristemente célebre doctrina de la obediencia debida. En particular, siento la obligación ética de salir en defensa de los tantísimos jóvenes profesionales que se forman año a año en nuestra institución. Algunos pasan por mi sección a cargo. Una significativa parte ad honorem, para llegar a ser a futuro buenos y experimentados profesionales. A ellos, la nota de Santiago Gómez se permite tratarlos de cómplices conscientes –y entonces supuestamente cobardes– de un sistema que supone universalmente perverso; por el que el autor se muestra perseguido y que a la vez persigue. Por cierto, pocas cosas resultan ser más perversas y cobardes que la difamación gratuita. A no ser que sea fruto de la insania.
* Jefe de la sección Psiquiatría y Psicofarmacología del Hospital Infanto Juvenil Dra. C. Tobar García (GCBA). El texto fue editado por razones de espacio.
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