Jue 07.06.2012

PSICOLOGíA  › SOBRE UN AVIóN TRIPULADO POR MUJERES

El techo de cristal, aun en los cielos

› Por Mabel Burin *

El hecho de que un avión hizo un viaje de ida y vuelta desde Buenos Aires al interior del país con una tripulación totalmente compuesta por mujeres ha sido destacado como auspicioso, como una muestra más de la firme marcha hacia la igualdad de los géneros en cuanto a las oportunidades laborales. Si bien la oportunidad de pilotear un avión sin un necesario acompañamiento masculino –reproduciendo las clásicas relaciones de poder en nuestra cultura– es un indudable avance del género femenino, no es seguro que un vuelo tripulado exclusivamente por mujeres sea para festejar como lo más deseable, así como no consideramos que un vuelo tripulado exclusivamente por varones lo sea.

Sin duda, el camino hacia una distribución más equitativa en las relaciones de poder entre los géneros en el ámbito laboral hace que esta exclusividad de las mujeres sea un momento necesario, aunque no suficiente, a fin de visibilizar el potencial del género femenino para ocupar cualquier puesto de trabajo. Podríamos encuadrar estos nuevos posicionamientos en el género femenino en términos de la ruptura del “techo de cristal”, un concepto utilizado para caracterizar el límite impuesto por las culturas organizacionales al desarrollo de las trayectorias laborales de las mujeres. El techo de cristal es una superficie superior invisible en la carrera laboral del género femenino, difícil de traspasar. Es un obstáculo que les impide avanzar hasta ocupar los puestos jerárquicos más elevados en todas las organizaciones laborales. Se lo denomina “de cristal” para connotar que en su construcción no hay leyes ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante límite, sino que éste se observa al analizar el entramado laboral de las carreras laborales de las mujeres.

Ocurre que la construcción del techo de cristal es externa e interna, objetiva y subjetiva a la vez. Parte del mismo está constituido por las culturas organizacionales que adoptan criterios de selección y promoción de las personas desde parámetros patriarcales, según los cuales la perspectiva masculina impone los criterios acerca de quiénes pueden ocupar los puestos jerárquicos más altos, o, como en este caso, quién puede estar al comando de un avión. También está constituida por los prejuicios y estereotipos respecto del género femenino: la suposición de que las mujeres no tienen las cualidades suficientes para ocupar determinados puestos de trabajo, a pesar de la existencia de una genealogía de mujeres que desde hace décadas han demostrado su capacidad para pilotear una nave.

Quizá lo más llamativo es cómo las propias mujeres hemos incorporado tales prejuicios y estereotipos de género, haciéndolos parte de nuestro discurso como si fueran resultado de una elección propia. Este es el aspecto subjetivo del techo de cristal: que las mismas mujeres asumamos como “natural” que haya trabajos específicamente masculinos –entre ellos, pilotear un avión– y que entre los obstáculos para ocupar tal puesto de trabajo se encuentre la noción de que nos impediría desarrollar una vida familiar. El supuesto implícito es que la articulación entre la vida familiar y la vida laboral es un problema que hemos de encarar las mujeres, en lugar de considerarla como una problemática social que involucra la corresponsabilidad de todas las personas e instituciones involucradas.

Para resquebrajar el techo de cristal desde la propia subjetividad femenina, necesitamos poner en marcha el juicio crítico respecto de nuestros propios estereotipos de género. El juicio crítico es una forma de organizar el pensamiento que surge a partir de la ruptura de un juicio anterior, que es el juicio identificatorio. Cuando nos mimetizamos con los modos patriarcales y pensamos el desarrollo de las carreras laborales femeninas con los criterios masculinos, estamos operando con el juicio identificatorio, bajo el supuesto de que “nosotras-ellos pensamos lo mismo”. El juicio crítico viene a poner en crisis esta identificación, procurando un modo de pensamiento que revele un modo distintivo, propio, al observarnos en tanto mujeres. Quizás este modo de pensarnos y observarnos pueda reforzarse cuando se da un grupo exclusivamente femenino como, en este caso, una tripulación formada sólo por mujeres: una alianza intragénero que garantice las nuevas posiciones subjetivas.

Estamos en un período de avance y profundización de una verdadera equidad de género en cuanto a las oportunidades laborales, que permita y estimule el acceso de las mujeres a todos los puestos de trabajo. Es en este sentido como pensamos la deconstrucción del techo de cristal: no sólo queremos resquebrajarlo, sino también evitar que se construya.

* Doctora en Psicología, directora del Programa de Estudios de Género y Subjetividad, UCES.

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