PSICOLOGíA › CARTAS DE AMOR
› Por Gloria Gitaroff *
Hay una relación entre la histeria y las cartas de amor, y ¿quién no ha escrito o recibido una carta de amor? Las cartas de amor siempre fueron puentes, lazos entre enamorados obligados por alguna circunstancia a permanecer distantes. A veces, basta una separación de apenas horas; aun así la necesidad de escribir para declarar sentimientos se vuelve imperiosa. “No tengo palabras”, suele decirse cuando la emoción es muy fuerte. En la carta de amor, si no se las tiene, se las busca hasta encontrarlas, porque, tal como le escribió una vez el romántico Victor Hugo a su enamorada Adèle Foucher: “Tienes razón. Hay que amarse y luego hay que decírselo, y luego hay que escribírselo y luego besarse en los labios, en los ojos, en todas partes”.
En otros tiempos, las cartas de amor traían un decir íntimo, resguardado de las miradas de terceros, sellado el sobre con lacre o pegado con esmero. Se llevaban junto al corazón, y cada tanto se volvían a leer. Si ese amor terminaba, solían devolverse, a veces con alivio y otras con penoso desprendimiento. Siempre aparejaron, además de las emociones puestas en sus palabras, otras surgidas de la expectativa ante su llegada; la emoción de abrir el sobre, de detenerse o de precipitarse a leerlas; de auscultar, en la caligrafía, los estados de ánimo del remitente, la rapidez nerviosa o la detención deliberada con que habían sido escritas; el grado de fervor del trazo o la cualidad del papel elegido. A veces se les añadía el regalo de haber sido perfumadas, o traían una flor, un lazo del pelo, dibujos y, más tarde, fotografías.
En los tiempos actuales, las cartas, incluidas las de amor, se envían a través del intangible mundo informático, y han perdido muchos de sus atributos adicionales: no llevan papel, sobres ni estampillas; la caligrafía se perdió hace tiempo perdida entre las teclas de la máquina de escribir, la letra es “fuente” y a lo sumo se la elige entre las que proporciona el programa informático. Es cierto que transportan otras cosas, como imágenes, videos o sonido, y los lazos, con el nombre de links, invitan a ir a otras páginas, propias y ajenas.
Aunque parecen tan privadas como antes, pueden no llegar a serlo, ya que media la presencia invisible del servidor de Internet. Y tienen una peligrosa condición, la instantaneidad, que muchas veces no da lugar a la reescritura, al arrepentimiento y sí a muchos malos entendidos. Más allá del medio utilizado, las cartas de amor siguen acarreando palabras, sentimientos, lejanía geográfica y cercanía emocional.
En cuanto a la histeria, muchos de los polifacéticos aspectos que la caracterizan encuentran en la carta de amor una magnífica manera de manifestarse: la represión de ideas sexuales, la idealización, la sobreidentificación con el otro, así como el privilegiar el relato de la propia vida por sobre la experiencia de la vida vivida.
* Fragmento de un trabajo presentado en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), en el taller Histeria y cartas de amor (agosto de 2012).
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