PSICOLOGíA › ULTIMAS REVELACIONES SOBRE SEXO
Una vez más –pero siempre en febrero–, la sección Psico desestima los pudores y se lanza a las investigaciones sexuales más explícitas: sepa, la mujer, en cuál de tres categorías posibles se ubica su clítoris; sepa, el varón, cuándo estimular y cuándo respetar el clítoris de la compañera. Además, la revelación de que todo hombre puede ser multiorgásmico, las últimas noticias sobre vibradores y punto G y toda la verdad sobre el sexo anal.
› Por Pere Estupinyà
Marie Bonaparte –psicoanalista, sobrina nieta de Napoleón Bonaparte– nunca tenía orgasmos haciendo el amor y sí cuando se masturbaba. Era la segunda década del siglo XX y no tenía a quién consultárselo. Supuso que quizá su clítoris estaba demasiado alejado de su vagina y que no lograba reproducir con su marido la misma fricción que ella conseguía durante la masturbación. No era una hipótesis descabellada. El clítoris es un órgano diseñado exclusivamente para generar placer, pero no está dispuesto de la mejor manera para alcanzar el orgasmo con la penetración. Marie Bonaparte, con ayuda de un médico, midió la distancia entre el clítoris y la vagina de 243 mujeres, y les preguntó a todas por la frecuencia de sus orgasmos durante el acto sexual. A partir de este estudio estableció una distinción entre tres grupos de mujeres: las mesoclitorianas representaban un 10 por ciento de la muestra y eran las que tenían el clítoris situado a unos 2,5 centímetros de su uretra; en las teleclitorianas la distancia clítoris-uretra era significativamente mayor a 2,5 centímetros, y las paraclitorianas eran quienes tenían el clítoris más cercano a la uretra.
En 1924 Marie Bonaparte publicó sus resultados bajo el seudónimo de A. E. Narjani en la revista científica Bruxelles-Médical, concluyendo que efectivamente había una relación inversa entre la frecuencia de orgasmos durante el coito y la distancia del clítoris. En 2011, los investigadores Kim Wallen, de la Universidad de Emory, y Elisabeth Lloyd, del Instituto Kinsey, publicaron un artículo en la revista Hormones and Behaviour concluyendo que efectivamente la distancia entre clítoris y vagina podía ser uno de los muchos factores implicados en la frecuencia de orgasmos durante el coito.
El clítoris es un órgano mucho mayor que el pequeñito glande externo que conocemos, y su parte interna se extiende como dos brazos que pasan por los lados de la vagina. Es claro que la estimulación exclusiva del interior de la vagina puede desencadenar orgasmos. Pero estudios como las sonografías de la francesa Odile Buisson defienden que en realidad la penetración estimula la parte interna del clítoris y que el orgasmo exclusivamente vaginal no existe. Otros científicos no niegan que esta estimulación indirecta pueda suceder, pero defienden que la vagina sí tiene sensibilidad suficiente para generar orgasmos vaginales, que muchas mujeres describen como menos localizados o “de cuerpo entero”. De hecho, el clítoris sólo está inervado por el nervio pudendo, mientras que a la vagina también llegan el pélvico y el hipogástrico. Y en estudios de imágenes cerebrales de mujeres estimulándose el interior de la vagina se observa que las zonas de la corteza sensorial que se activan son diferentes a las activadas con la estimulación del clítoris. Si a eso le sumamos que se producen orgasmos por caricias en los pechos, el cuello, el ano o las orejas, y las opiniones de tantas mujeres que sí describen los orgasmos vaginales y clitorianos como diferentes, el consenso mayoritario en la actualidad es que el orgasmo vaginal puede existir como tal.
¡Yo era multiorgásmico sin saberlo! Lo que ocurría es que mis multiorgasmos habían pasado de-sapercibidos. La clave está en el punto de no retorno, ese momento en que en los hombres se produce un aumento de sensibilidad genital, notamos la inmediata llegada del orgasmo y sabemos que eyacularemos a los pocos segundos aunque detengamos cualquier estimulación. Sí, es justo ese punto que a veces aparece por sorpresa antes de lo previsto y genera un considerable fastidio. Con el tiempo uno aprende a controlar ritmos, a saber en qué posturas la fricción nos excita “demasiado”. Cuando todo esto falla y notamos que se aproxima el punto de no retorno, otra opción es ingeniárselas para salir, parar unos segundos, comprimir los músculos pélvicos, sentir unas pulsaciones relativamente placenteras en el pene que pueden ir acompañadas de la expulsión de unas gotitas de líquido, notar a continuación un poco de relajación, y sin perder la erección poder volver al coito casi como si se empezara de nuevo. Muy bien, justo esto es ser multiorgásmico.
Los practicantes de sexo tántrico saben reconocer estas pulsaciones y disfrutar del momento. Durante mis orgasmos encubiertos, yo estaba luchando por inhibir el placer y evitar la eyaculación. En cambio ellos aprendieron a controlar este proceso, a dominar su musculatura pélvica responsable de la eyaculación y a ser capaces de vivir el momento de manera intensa distribuyendo la tensión sexual por todo el cuerpo en lo que ellos llaman un “orgasmo corporal”. Esto es lo complicado de alcanzar y lo que requiere entrenamiento. Lo difícil no es ser multiorgásmico, sino conseguir experimentarlo como algo extremadamente placentero sin que desencadene la eyaculación.
No pretendo hablar de mi vida, pero el día en que, tras varias pruebas, noté esas pulsiones escaparse de los genitales y subir por el cuerpo generando escalofríos incluso en los brazos, me pareció estar sintiendo algo que ya me habían descripto algunas mujeres. Los orgasmos sin eyaculación son claramente menos intensos, pero el cuerpo queda en un estado de mayor sensibilidad, no se pierde ni un ápice de erección, se puede continuar con energía renovada, y el último orgasmo en el que nos liberamos del todo se vive con mucho más placer.
Hay muchas mujeres multiorgásmicas cuya excitación tras el clímax disminuye sólo un mínimo, y si continúa el estímulo correcto pueden volver a tener otro orgasmo rápidamente. Pero también hay muchas mujeres que tras el orgasmo sienten una incómoda hipersensibilidad en el clítoris parecida a la del glande en los hombres, acompañada de una petición de no continuar a sus parejas.
Un estudio de investigadores canadienses, publicado en 2009, presentó un cuestionario a 174 estudiantes universitarias de 25 años de media, con varias preguntas sobre su comportamiento sexual incluyendo las dos siguientes: 1) “¿Tu clítoris se vuelve más sensible cuando tienes un orgasmo?”. El 96 por ciento de las chicas respondieron: “Sí, pero no hasta después del orgasmo”, y el 4 por ciento restante: “No”. 2) “Después de tener un orgasmo, ¿deseas continuar con la estimulación clitoriana directa?” El 86,2 por ciento de las chicas respondieron: “No”: el 11,5 por ciento: “Sí, pero necesito tiempo”; el 1,7 por ciento: “Sí pero me concentro en mi pareja”; y sólo el 0,6 por ciento: “Sí, enseguida”. Estos resultados sugieren que la hipersensibilidad del clítoris tras el orgasmo es muy frecuente en mujeres.
Aclaremos que estamos hablando de estimulación directa del clítoris, no de continuar el coito o una estimulación más suave.
De entre todas las participantes, las investigadoras seleccionaron un grupo de once voluntarias para hacer un seguimiento más exhaustivo sobre la hipersensibilidad del clítoris, y comprobaron que la hipersensibilidad puede durar desde unos segundos a varios minutos, que en la mayoría la punta del clítoris es la que está más hipersensible y que en la masturbación la molestia es menor que en pareja porque ellas pueden regular la estimulación mejor que el amante.
Un anillo vibrador colocado en el pene del hombre o un pequeño aparatito en manos de la mujer puede incrementar enormemente el gozo sexual. Un estudio publicado en 2009 por investigadores de la Universidad de Indiana y el Instituto Kinsey con datos de tres mil ochocientas mujeres de entre 18 y 60 años concluyó que el 52,5 por ciento de las mujeres habían utilizado vibradores, y la mayoría tanto para masturbarse como durante el sexo en pareja. El estudio constató que el uso de vibradores está claramente en aumento, y lo asoció a mejores índices de excitación, lubricación, deseo y orgasmo.
Si te das una vuelta online o por una de estas tiendas, comprobarás la gran diversidad de formas, tamaños, texturas, materiales e intensidades de vibradores y juguetes sexuales que hay en el mercado, tanto para mujeres como hombres, heterosexuales u homosexuales, para disfrutar solos o acompañados. Quizá uno de los más famosos es el rabbit popularizado en la serie Sex & the City, que además de hacer cosquillas en el clítoris con unas orejitas de conejo tiene un dildo que da vueltas dentro de la vagina a diferentes velocidades. En realidad, es una manera de presionar el punto G con una intensidad que quizá una mujer sola o con la penetración de su compañero no lograría. La estimulación del punto G, generalmente situado a tres o cuatro centímetros de la entrada, en la parte superior de la vagina, debe empezar suave como una caricia, pero para aumentar el placer debe presionarse poco a poco con más fuerza, y eso es más fácil de conseguir con dildos que con los dedos o el pene.
De hecho, los sexólogos argumentan que una función de los juguetes sexuales y la masturbación es aprender sobre las reacciones del propio cuerpo, y que explorar qué produce más placer es fundamental para tener una vida sexual sana y para tomar la iniciativa en la relación de pareja. Hay muchas mujeres que avanzado el coito necesitan que movimiento e intensidad sean muy precisos para alcanzar el orgasmo, y es muy conveniente que en ese momento tomen el control del ritmo y la posición corporal. Pero para eso deben conocer bien su propia respuesta genital. Según un amplio estudio publicado en 2009, el 55 por ciento de las mujeres reconocen que empezaron a utilizar vibradores sólo por curiosidad, un tercio para facilitar el orgasmo, y un 27 por ciento porque sus parejas lo pedían, pero la gran mayoría opinó que habían contribuido a mejorar su vida sexual.
Los investigadores están empezando a abordar aspectos del sexo anal en parejas hetero. Según datos del Instituto Kinsey, el 46 por ciento de mujeres estadounidenses de 25 a 29 años ha practicado el coito anal en alguna ocasión. Si nos fijamos por franja de edades observamos un hecho curioso: el porcentaje de mujeres que han tenido sexo anal alguna vez en su vida decrece a un 35 por ciento en las de 50-59, al 30 por ciento en las de 60-69 y al 21 por ciento a partir de más de 60 años. La interpretación es muy obvia: el sexo anal heterosexual se está normalizando y es mucho más frecuente en la actualidad de lo que era hace unas décadas. Eso si confiamos en los resultados, ya que un estudio publicado en 1999 que analizaba en qué grado la gente miente en encuestas sobre temas espinosos demostró que la proporción de mujeres adultas que ocultan haber tenido sexo anal es mayor que las que ocultan haber abortado.
Otros datos interesantes son que, entre las personas que han practicado sexo anal en los últimos doce meses, el 69 por ciento de hombres y el 73 por ciento de mujeres lo hicieron en el contexto de una relación estable, y que, según una encuesta de 2003, el 58 por ciento de mujeres lo hicieron por primera vez a petición de sus parejas. Otro estudio con 2357 heterosexuales que habían practicado sexo anal en los últimos tres meses reveló que sólo el 27 por ciento había utilizado preservativo en todo momento, y el 63 por ciento nunca. Esto es algo que preocupa sobremanera a los investigadores, pues según otras encuestas casi la mitad de estudiantes hombres y mujeres consideraban el sexo anal menos peligroso que el vaginal en cuanto a enfermedades de transmisión sexual. Y es todo lo contrario, el tipo de tejido epitelial, la mayor frecuencia de lesiones y las respuestas inflamatorias que se producen durante el sexo anal lo hacen mucho más arriesgado.
Pero ¿por qué las parejas hetero practican sexo anal y lo hacen más ahora que hace unas décadas? Evidentemente, en lo segundo la pornografía ha tenido un rol muy importante. Si bien no hay datos para corroborarlo, estamos más expuestos a imágenes de sexo anal y eso genera que más personas se interesen en probarlo. Pero además de la curiosidad, la razón clásica de mantener la virginidad y evitar el embarazo continúa siendo válida entre algunos adolescentes. En un estudio estadounidense publicado en 1999, el 19 por ciento de los universitarios opinaba que el coito anal no era propiamente sexo, y que practicarlo no implicaba perder la virginidad.
La visión más conservadora del sexo anal entre heterosexuales lo concibe simplemente como una versión atípica y más peligrosa que el coito vaginal, pero claramente para muchas personas resulta algo más excitante psicológicamente; puede ser considerado como más íntimo y genera un tipo diferente de placer. El ano es una zona erógena con terminaciones nerviosas independientes cuya estimulación puede resultar gratificante, que además en los hombres permite acceder a la próstata.
En el caso de los hombres, la penetración anal con el pene, los dedos o dildos es placentera por el estímulo interno de la próstata, y esto vale tanto para gays como para heterosexuales (un hombre puede perfectamente disfrutar recibiendo penetración anal sin que le atraigan los hombres en absoluto). Para algunos, la estimulación prostática es muy placentera y puede conducir al orgasmo y la eyaculación, pero ¿por qué resulta también físicamente placentero para ciertas mujeres, llegando unas pocas incluso al orgasmo? La erotización es un factor, y las fibras sensoriales alrededor del ano, otro. Pero lo más novedoso son los estudios con sonogramas que se están realizando para determinar si durante la penetración anal se pueden alcanzar algunas estructuras internas del clítoris. Son estudios no finalizados todavía, pero de confirmarse explicarían que unas chicas sientan tanto placer asociado al sexo anal mientras que a otras les genera más bien indiferencia.
Quién sabe si además de insistir en la imprescindible lubricación (mejor los acuosos que de silicona), el relax (hay varios músculos en el ano: unos que podemos relajar voluntariamente y otros que sólo estarán relajados cuando el resto de tu cuerpo también lo esté, respirad hondo), la necesaria estimulación preliminar con dedos o juguetes (lubricados y con un preservativo), la importantísima pulcritud, el uso de preservativo y la negativa absoluta a cualquier tipo de presión o forcejeo, la fisiología propondrá algunas posturas o prácticas que favorezcan la satisfacción durante el coito anal, una de las prácticas sexuales que más está aumentando entre la población.
* Texto extractado de S=Ex2.
La ciencia del sexo (ed. Debate).
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