Jue 14.08.2003

PSICOLOGíA  › ACERCA DE LA PUNICION SOCIAL, LA RESPONSABILIDAD Y LA CULPA

El castigado es quien ejerce su castigo

Por Juan Pablo Mollo *

“La responsabilidad, es decir, el castigo, es una característica esencial de la idea del hombre que prevalece en una sociedad dada”, escribió Jacques Lacan en “Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología” (Escritos I). ¿Cómo opera la sanción judicial y social en un sujeto?
La responsabilidad es la capacidad de una persona de responder por sus actos. En psicoanálisis, esta capacidad está ampliada a la posibilidad de un sujeto de hacerse cargo de lo que desconoce que hizo o de lo que no tuvo la intención de hacer. Apelar a explicaciones a posteriori puede ser una excusa para justificarse; pedir perdón o arrepentirse no indica un cambio de posición, ya que el sentimiento de culpa es previo al acto efectuado e impide el mismo. Como dice Jorge Luis Borges en un cuento: “Confesar un hecho es dejar de ser autor para ser un testigo, para ser alguien que lo mira y narra y que ya no lo ejecutó” (“Guayaquil”, en El informe de Brodie).
Para pensar la función del castigo como medio que permita a un sujeto hacerse responsable de sus actos será necesario quitarle los fantasmas de excesos imputados a un Otro que goza en su aplicación, así como también vaciarlo de connotaciones de cualquier ideología educativa. El castigo debe estar vinculado con la falta cometida para que signifique “esto no” respecto de un comportamiento no permitido. Aceptar el castigo es hacerse responsable de las faltas, errores o delitos cometidos; por eso Jacques Lacan agrega que toda sociedad manifiesta la relación entre el crimen y la ley a través de castigos cuya realización, sea cual fueren sus modos, exige un asentimiento subjetivo. El castigado es quien se torna ejecutor de su punición.
El nexo para el pasaje del castigo a la responsabilidad es la culpabilidad del sujeto. El asentimiento subjetivo al castigo implica la culpabilidad del infractor, que se hace responsable de su acto. Sin embargo, es frecuente que un infractor cumpla una condena sin hacerse cargo del delito cometido y sin sentir culpa alguna. Nietzsche, en Genealogía de la moral, señala que, en la historia de la humanidad, la función correctiva del castigo ha sido de una utilidad secundaria: la finalidad del castigo se vincula con la venganza, pago, inspiración de miedo, fiesta, y en última instancia tampoco se puede explicar por qué se castiga. Nietzsche separa el castigo de la culpa, cuyo origen considera como la vuelta contra sí de la hostilidad y la crueldad dirigida a otros.
Para Freud, primero, la culpa remite a una tensión entre deseo y prohibición; el sentimiento de culpa se sitúa entre los deseos infantiles y la instancia parental agente de la represión; después esta instancia parental se interioriza según la noción de superyó. Este superyó se convierte en una figura exigente y acosadora, de modo que el sujeto, aunque sólo piense y no actúe, siempre es culpable para el superyó, que se comporta con más severidad cuanto más virtuoso es el individuo.
Freud descubrió que puede haber delincuentes que busquen ser castigados para expiar una culpa previa a la ejecución del acto. Y llamó “necesidad de castigo” a la manifestación clínica de la culpabilidad opresora (“El problema económico del masoquismo”).
En el siglo XIX, Nietzsche pensaba que el hombre estaba enfermo por la moralidad y por los mandatos culturales que coartaban su libertad. En oposición al mundo griego, donde los dioses cargaban con la locura por sus actos, la conciencia de culpa es una deuda enfermiza con la divinidad cristiana y por eso la moral, con sus ideales, es contraria a la naturaleza y hostil a la vida.
En el presente, los ideales morales ya no organizan la vida de las personas y los valores culturales no oprimen al sujeto pero tampoco lo orientan. La culpabilidad ya no enferma, pero tampoco impide. Lasubjetividad culposa y atormentada de 1900 ha virado a una subjetividad cínica e indiferente. Si Nietzsche viviera, escribiría una “Genealogía del consumo”. De hecho Jacques Lacan reformuló el superyó freudiano, que exige renuncia, hacia un superyó cuyo imperativo es: “¡Goza!” (Seminario 20, “Aun”).
La culpa ha decaído y en nuestros días se trata del “impasse ético”, como lo formuló Jacques-Alain Miller. En el modo capitalista de producción, se trata de un empuje dirigido a satisfacer la pulsión de cualquier modo, y tomar pastillas para dormir queda en el mismo plano que hacer compras compulsivas en el shopping, beber cerveza o gaseosas, fumar cigarrillos o marihuana, tener sexo con travestis, adquirir celulares, tener más dinero, pasar horas en Internet o mirando televisión.

* Psicoanalista. Texto extractado del trabajo “Delito, castigo y culpabilidad”.

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