PSICOLOGíA
› NUEVAS OBSERVACIONES SOBRE CAUSAS Y MODALIDADES DE LA DEPRESION
Impotentes, indefensos ante el sufrimiento
Hay diferencia entre “infelicidad” y “respuesta depresiva”. La depresión, como cuadro clínico, incluiría el estado depresivo y los intentos por salir de él, por ejemplo, “el llanto como instrumento mágico para que vuelva el objeto”. Estas y otras cuestiones se examinan en este texto.
Por Hugo Bleichmar *
El deseo que permanece insatisfecho en la depresión puede caracterizarse como uno que apunta a un estado ideal de bienestar. En esta perspectiva, el objeto puede ser visto como el que proveería ese estado de bienestar y felicidad. Así lo plantearon Joffe y Sandler (“Notes on childhood depression”, International Journal of Psychoanalysis, 46: 88-96). También hicieron una distinción entre el dolor y lo que ellos adecuadamente llamaron “reacción depresiva”: debemos diferenciar entre estados de infelicidad y de sufrimiento (dolor), por un lado, y la respuesta depresiva por el otro. El sufrimiento lo relacionaron con un estado de discrepancia entre una representación ideal del sí mismo (self) y otra representación del sí mismo sentida como la real, y la respuesta depresiva fue vista como un tipo de reacción afectiva que surgiría en circunstancias particulares en que se experimente impotencia/indefensión ante el sufrimiento.
Junto al sentimiento de falta de esperanza respecto de la satisfacción del deseo se halla la representación que la persona tiene de sí misma de hallarse sin poder, impotente, indefenso para modificar las cosas: él/ella no puede impedir seguir deseando ni tampoco logra satisfacer el deseo. Pero impotencia/indefensión pueden ser también sentidas en situaciones en que el sujeto se halle atrapado por sentimientos de terror, es decir, presa de la ansiedad. Esta es la razón por la cual en psicoanálisis se ha diferenciado la ansiedad, como anticipación de un peligro –hay impotencia e indefensión, pero respecto a algo por venir– de la depresión, como la reacción a la pérdida ya ocurrida de un objeto amado, sea éste la representación de una persona, o de uno mismo como self ideal, o de una abstracción que es adorada.
Para resumir, los componentes que caracterizan al estado depresivo son: a) fijación a cierto deseo que ocupa un lugar central en el mundo interno del sujeto y que es sentido como no realizable; b) una representación de sí mismo como impotente/indefenso para satisfacer ese deseo; c) los componentes afectivos y motivacionales: afecto depresivo y cierto grado de inhibición psicomotriz.
La depresión como estado afectivo se distingue del trastorno clínico depresivo, que está constituido por el estado depresivo más los intentos de salir de ese estado: la rabia coercitiva para recuperar al objeto perdido; el llanto como intento de conseguir ayuda o como instrumento mágico para hacer que vuelva el objeto; autorreproches para disminuir sentimientos de culpa u obtener el amor del superyo; momentos en que predomina la identificación proyectiva con la finalidad de atribuir la culpa al otro/a, o como medio de hacer que los otros satisfagan los deseos del sujeto a través de promover lástima o culpa, etcétera.
Podemos considerar tres componentes como constitutivos del núcleo de cualquier estado depresivo: el sentimiento de impotencia/indefensión y de desesperanza para recuperar el objeto perdido; la representación que la persona tiene de sí como sin poder; el correspondiente afecto depresivo. Veamos ahora qué caminos podrían conducir a tal estado.
Un camino está marcado por las experiencias traumáticas. Estas adquieren su significado psicológico en base a las fantasías y estados internos según los que son captadas. Pero esas fantasías no surgen sólo como creación intrapsíquica sino que están sujetas a los discursos parentales conscientes e inconscientes, a sus conductas, a las vicisitudes creadas por la realidad externa.
Existen situaciones en que la realidad externa es central en crear sentimientos de impotencia/indefensión y desesperanza: pérdida temprana o abandono por parte de las figuras parentales; prolongado sometimiento a figuras patológicas y tiránicas; enfermedades severas e incapacitantes; circunstancias que cuestionan el sentimiento de valía o de identidad; todas estas situaciones pueden ser inscritas en la mente como profundo sentimiento de que nada puede hacerse en relación con la realidad. Los acontecimientos traumáticos para los sentimientos de bienestar, de valía personal, de ser agente activo de la propia vida, de eficacia, de proximidad a la figura de apego, pueden predisponer a la persona a la reemergencia del estado depresivo cuando las circunstancias vitales confrontan con condiciones que evocan estados previos de impotencia/indefensión. También estos acontecimientos pueden provocar la reacción depresiva por primera vez en la vida, ya que, a pesar de la enorme importancia de las etapas tempranas de la vida en determinar el mundo interno, no podemos suponer que cada estado en períodos ulteriores sea una simple reactivación de algo que ya existió en la infancia.
Otro camino hacia los estados depresivos es la identificación con padres depresivos. No me refiero a la correlación entre la depresión parental y sus efectos en la infancia, ni a la atmósfera de tristeza que generan padres depresivos, sino a la identificación del niño/a, en tanto rasgo caracterológico, con la depresión de los padres. Anna Freud dijo: “Tales infantes alcanzan su sentimiento de unidad y armonía con la madre depresiva, no mediante logros en el desarrollo, sino a través de producir en ellos el estado de ánimo de la madre”.
La identificación tiene lugar con las fantasías inconscientes de los padres, con los mensajes que ellos le transmiten al niño/a de maneras muy sutiles, con cómo ellos se representan a sí mismos y a la realidad. Las fantasías de los padres y sus conductas en la realidad, si ellos perciben la vida como intrínsecamente frustrante o abrumadora o como placentera y excitante, esto determina en parte las formas inconscientes y conscientes con las cuales el niño/a se relacionará con la realidad y con él/ella mismo/a. La realidad será construida, ya sea como manejable o como fuera de control, y el niño/a se verá como potente o impotente. La transmisión intergeneracional desempeña un papel importante en el origen de la patología –un factor que ha sido relegado en psicoanálisis durante mucho tiempo–.
La depresión también puede deberse a un trastorno narcisista previo. Dos condiciones diferentes son habitualmente designadas en psicoanálisis con la misma expresión, “trastorno narcisista”. En primer lugar, aquellas caracterizadas por permanente baja autoestima o una dificultad para mantener una representación valiosa de sí mismo. En segundo lugar, la que referencia a personas con incapacidad para depender de otras, con omnipotencia, que atacan y denigran a sus objetos, que tienen una fusión defensiva entre la representación de sí mismo, el self ideal y el objeto ideal. Los caminos a través de los cuales estos dos tipos de trastornos narcisistas conducen a la depresión son muy diferentes.
En el tipo de trastorno narcisista, con pobre representación de sí mismo, la depresión puede originarse: a) directamente, como un profundo y persistente sentimiento de impotencia, de ser incapaz de satisfacer deseos, de alcanzar metas, de enfrentar la realidad, y ésta aparece, por contraste con la pobre representación de sí, como abrumadora; b) indirectamente, por las consecuencias de las defensas empleadas. Ejemplo: con la finalidad de no exponerse a situaciones que generan vergüenza, la persona apela a la evitación fóbica, renuncia a contactos interpersonales, a deseos de apego, a experiencias de aprendizaje, con el consiguiente empobrecimiento de recursos yoicos, pérdida de oportunidades en la vida real y fracaso en realizar deseos que le son esenciales.
En el tipo de trastorno narcisista caracterizado por grandiosidad y omnipotencia, la depresión surge en los momentos en que hay un colapso en el sentimiento de omnipotencia después de haberse negado las limitaciones personales y desatendido la realidad. La depresión es el resultado de las consecuencias dañinas de un narcisismo destructivo sobre las relaciones interpersonales, el autocuidado y la inserción en la realidad.
* Extractado del trabajo Algunos subtipos de depresión, sus interrelaciones y consecuencias para el tratamiento psicoanalítico, cuya versión completa, incluidas las referencias bibliográficas, puede consultarse en la revista virtual Aperturas Psicoanalíticas,www.aperturas.org.
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