PSICOLOGíA › EN LA PSICOPEDAGOGíA Y EN LA VIDA
› Por Alicia Fernández *
¿Por qué es difícil escribir sobre la alegría? Quizá tenga que ver con la propia característica de la alegría: algo cuya sustancia es no tener sustancia, no tener materia; algo bien corporal, pero que no se la puede encontrar en el organismo. Entonces, voy a escribir no un capítulo sobre la alegría, sino algunas frases, algunas ideas, ciertos recortes de experiencias. Como dice Jorge Gonçalves da Cruz, serán piedritas tiradas al agua. Lo alegre de arrojar piedras al agua no está en las piedras ni en el agua, sino en las ondas que en el agua se generan y en el propio gesto de arrojar.
Hemos desterrado la alegría. La tierra donde nace ha sido asfaltada. El cemento que la asfixia está compuesto de tedio, abulia, aburrimiento, desesperanza. No es la tristeza la responsable de amordazar la alegría. Tampoco lo es la angustia. Por el contrario, sentir angustia es la muestra de que por debajo del cemento aún queda tierra fértil. Humus humano, por donde pueda brotar la autoría que irá resquebrajando el cemento. Por el pavimento del tedio se deslizan fácilmente la frustración, la anorexia, la bulimia, la inhibición cognitiva, el síndrome de pánico y las drogas (las ilegales y las recetadas). Y los niños, jugando a la intemperie de la asfaltada frustración de sus mayores, quizá busquen con las denominadas “inquietud”, “hiperactividad” y “desatención” algo de tierra debajo del alquitrán.
Al pavimentar la alegría, la manía se ofrece como su tétrica máscara: la manía es la carcajada vacía. Siniestra mueca de sueños dormidos, aun antes de ser soñados. El conocer, escuchar, preguntar, abrir los ojos, mirar, hablar, pueden hacer sufrir, pero no matar la alegría, ya que la alegría es el reconocernos con la posibilidad de cambiar y cambiarnos.
Lo contrario de la alegría no es la tristeza, sino el aburrimiento, el omitirse, el desaparecer.
La alegría no es algo light que nos infantilice, sino la fuerza que nos acerca a la potencia creativa, incisiva e indiscreta del niño y de la niña, que extraviamos en los vericuetos solemnes del éxito adulto. Cuando adoptamos una posición infantil, no conseguimos rescatar en el adulto la alegría del niño. La propuesta saludable es: entrar en la adolescencia con el niño de la mano; entrar en la adultez con el niño y el adolescente de la mano. Poder mantener el diálogo interior enseñante-aprendiente. Para que entre esos lugares existan puentes, intersecciones, posibilidades de pasaje, se necesitan fronteras. Ir como adultos a caminar por el territorio de la niñez y de nuestra niñez.
“Devenir niño”, “devenir niña” –como propuso Gilles Deleuze– no es volver para atrás, no es tomar la forma de niño. Es estar dispuesto para viajar a un territorio habitado anteriormente, pero abierto para encontrar las novedades y llevando el bagaje de adulto para aquella travesía.
La alegría es criterio de salud en aprendizaje. En filosofía, psicoanálisis, psicopedagogía y hasta en pedagogía se habla más de dolor, angustia, sufrimiento, problemas de aprendizaje, que de alegría y salud. Al desconocer la alegría y la emergencia del humor como criterios de salud en aprendizaje, como indicadores de cura y también como modos y lugares desde dónde y con qué interpretar, señalar y escuchar, se pierden posibilidades terapéuticas y se va generando un terreno donde el propio psicopedagogo se aburre.
El aburrimiento se instala allí donde la alegría dejó un espacio vacío.
Lo contrario a la alegría no es la tristeza, sino el aburrimiento.
Sé que muchas veces interpreto desde la alegría y el humor; más aún, sé que la eficacia de algunas de mis intervenciones psicopedagógicas se debe a que son construcciones de humor. Sin embargo, me resulta difícil transcribir o relatar esas situaciones. Quizá sea porque ese humor, esa alegría, no es algo que me pertenezca a mí, sino al espacio-instante construido entre mi “aprendiseñante” –nombre que doy al paciente psicopedagógico– y yo.
* Psicopedagoga fallecida el 26 de febrero pasado. Nacida en 1944, fue profesora en la UBA y fundadora del Centro de Aprendizaje del Hospital Posadas. Autora de La inteligencia atrapada, La sexualidad atrapada de la señorita maestra y otras obras. Fundadora de Epsiba (Espacio Psicopedagógico Buenos Aires). El texto publicado pertenece al libro Psicopedagogía en psicodrama.
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