Vie 02.01.2004

PSICOLOGíA  › ACERCA DE LA INELUDIBLE RESPONSABILIDAD PROPIA DEL SUJETO

La generalidad del “niño generalizado”

Por Claudia Lázaro

Cierto psicoanálisis ha transmitido al público la influencia decisiva de la posición del Otro, de quienes lo encarnan en cada caso particular, para el sujeto. Así, la conducta tal o cual del niño tiene una relación directa con el universo familiar del que proviene, o del que está privado. Poco se ha acentuado acerca de la responsabilidad del sujeto. Pero en esto Jacques Lacan fue lapidario: “De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables”.
Como en un juego de cartas, el sujeto tiene los naipes que hay –los que le tocaron en el sorteo de la vida– pero la manera de jugar con ellos, de hacerlos valer, corresponde a su decisión particular.
La libertad del sujeto es limitada. Ceñido a los avatares de su tiempo y espacio, encadenado a un deseo del cual proviene, tiene aún la chance de su propia elección, la que incumbe a su goce. Al decir del filósofo, se trata de un ‘siervo albedrío’ (bella articulación entre libre y atado) al servicio del inconsciente, que, estando estructurado como un lenguaje, se cruza con un cuerpo.
Elegimos a qué identificarnos: sin saberlo, lo decía así una joven mujer que, para ilustrar el desdén de su padre por ella, contaba lo sucedido un día en que él le había regalado un vestido: “Como el vestido me quedaba chico, me dijo: ‘Adelgazá hasta que te entre’”. Sí, ella se regodea en la cantinela del abandono, pero acentuar la dádiva o la privación –al fin y al cabo, el padre se lo había regalado– es su responsabilidad.
Ruth Kluger, que fue prisionera en campos de concentración, lo explica así: “La gente que tiene la intención de decir algo importante respecto de mí, señala que estuve en Auschwitz. Pero no es tan simple porque, piensen lo que piensen, yo no vengo de Auschwitz; yo soy originaria de Viena. No se puede borrar Viena, se oye en mi acento, mientras que Auschwitz me era tan fundamentalmente extranjero como la luna. Viena forma parte de las estructuras de mi cerebro y habla de mí, mientras que Auschwitz... no ha sido más que una espantosa casualidad”. (El ejemplo está tomado del libro de Alain Finkielkraut Una voz viene de la otra orilla.)
La decisión de tomar la una o la otra –o Viena o Auschwitz en este caso; pero siempre puede ubicarse en estos términos la contingencia de cada cual– recae sobre el sujeto y es una alternativa que muestra su manera de gozar: ser la víctima, ser el único, la olvidada, el reservado, etcétera, etcétera.
Si bien no es una elección consciente, premeditada, su responsabilidad está apuntada: el sujeto siempre responde al traumatismo de la vida; a qué consiente y que a qué no.
Nadie entrega feliz y contento su síntoma; la posición más normal –en el sentido del lugar donde se amontonan las respuestas en la curva de Gauss– es la del “niño generalizado”, como lo designó Lacan: aquel que aún no asume su culpa y su vergüenza, sino que se la enrostra al Otro.
La pequeña “rectificación subjetiva en la que consiste un análisis” es pasar del niño generalizado al sujeto responsable: una pequeña diferencia que puede tener grandes consecuencias en la vida.

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