PSICOLOGíA › LA CONDICION HUMANA
› Por Sergio Zabalza *
Un médico mató de cuatro tiros a una persona que intentaba robarle el auto. Según las versiones, el ladrón lo había amenazado con un revólver además de golpearle con la culata del arma en la cabeza. La justicia determinará las responsabilidades del caso, pero mientras tanto, desde comunicadores que se envalentonan para decir: “uno menos, éste ya no jode más” hasta divas que justifican la justicia por mano propia, el odio gana lugares en el sentido común de las personas. Esta violencia simbólica no es ajena al poder político que hoy no escatima esfuerzos para exacerbar el miedo, el recelo y la desconfianza en el semejante (el proyecto de una cárcel para inmigrantes constituye un ejemplo paradigmático). Es que, tal como refiere Hannah Arendt: en La condición humana: “Montesquieu se dio cuenta de que la característica sobresaliente de la tiranía era que se basaba en el aislamiento del tirano con respecto a sus súbditos y de éstos entre sí debido al mutuo temor y sospecha”1.
Ahora bien, la tiranía neoliberal del capitalismo tardío ya no precisa de la identificación al líder porque le basta la abstracción del mercado: su génesis es tanto más radical en cuanto se basa en un rechazo originario por el que Lacan se preguntaba: “Cómo nosotros, quiero decir los psicoanalistas, vamos a responder a eso: la segregación puesta a la orden del día por una subversión sin precedentes”2.
Al respecto, Eric Laurent describe los pasos lógicos que, según la lectura lacaniana, permiten cernir el temor que da origen a la comunidad humana: 1) Un hombre sabe lo que no es un hombre; 2) Los hombres se reconocen entre ellos; 3) Me afirmo ser un hombre, por temor de ser convencido por los hombres de que no soy un hombre. Dice Laurent: “Eso no dice nada sobre lo que es un hombre. Luego, los hombres se reconocen entre ellos por ser hombres: no saben lo que hacen pero se reconocen entre ellos”3.
Este movimiento de afirmación basado en el miedo a no ser reconocido precisa de algo/alguien a quien le pueda ser atribuida la condición de no hombre. Luego: un militante, un inmigrante, un ladrón, un ñoqui –por ser sospechados de no formar parte de la comunidad humana– constituyen la condición para mi afirmación como hombre: allí donde deposito lo que más odio, a saber: lo que de mí no sabe qué es un ser humano: ese enigma casi insoportable y que sin embargo constituye el nudo de la condición humana.
* Psicoanalista.
1 Hannah Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 2005, p. 228.
2 Jacques Lacan, “Alocución sobre las psicosis en el niño”, en Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 383.
3 Racismo 2:0 en http://www.eol.org.ar/la_escuela/Destacados/Lacan-Quotidien/LC-cero-371.pdf
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