PSICOLOGíA
› SOBRE LA “PRESENTACION DE ENFERMOS” EN PSICOANALISIS
“No es capricho exhibicionista”
Por Samuel Basz*
La presentación de enfermos es una práctica en la que Lacan recuperó para el psicoanálisis una tradición que lo mejor de la psiquiatría clínica había sostenido como enseñanza y extensión del método semiológico. Los analistas lacanianos valoran esa tradición clínica, preocupada por el detalle que ilumina la particularidad del caso y privilegia la condición activa del paciente como ser de lenguaje.
En este dispositivo, un enfermo –generalmente internado y con cuidados psiquiátricos, más raramente ambulatorio o asistiendo al hospital de día– es invitado a hablar con un psicoanalista que no participa del tratamiento que le es dispensado, y además se le explica que la escena se completa con la presencia de un conjunto calificado de participantes que sólo escucharán con atención, sin intervenir con preguntas ni comentarios.
La presentación de enfermos es una realización ética del psicoanálisis. Se trata de un dispositivo de transmisión que hace de una clínica de la escucha y la demostración el eje de una contra-experiencia respecto de una clínica centrada en la perspectiva objetivante y la mostración clasificatoria. Se trata ahora de una verdadera experiencia interna al campo psicoanalítico para la formación de una escucha que aloje al enfermo en las coordenadas del uso terapéutico del psicoanálisis.
Para nadie es banal estar a la altura de esta sorprendente propuesta discursiva, ni para el paciente –dentro del lenguaje pero fuera de cada uno de los discursos que hacen lazo social–, ni para el presentador que debe hacerla pasar a los participantes, ni para éstos que deben sensibilizarse al carácter de ese encuentro de modo tal que puedan asimilarlo como saber, y ponerlo al servicio del paciente desde el discurso analítico.
En esa tríada “paciente-presentador-participantes”, todos se implican en un acontecimiento singular, irrepetible, que crea las condiciones de un lazo de lenguaje por el que puede circular una verdad del sujeto que quiere hacerse escuchar.
¿Capricho exhibicionista?, ¿experiencia inefable?, ¿rebajamiento de la dignidad del paciente afectado en su íntima privacidad?
Muy por el contrario, es una escena que genera un contexto de intermediación socializante, que pone al paciente en función del discurso analítico, el lazo social más elaborado y novedoso de la cultura de Occidente, y abre, en muchos casos, el camino para que pueda servirse de él.
Para que esta escena pueda funcionar es necesario que se den las condiciones de una escucha receptiva, orientada y lógica. Y una “disciplina ascética” por parte de los participantes.
Es “natural” que funcione el prejuicio subrayando la rareza del enunciado del enfermo; por eso es necesario asegurar estas condiciones en forma de dispositivo, para que ese decir pueda escucharse como lo contrario de algo excéntrico: se trata justamente de hacerlo valer como un nuevo centro. Centro alrededor del cual se va a retomar el trabajo, tanto en la discusión colectiva una vez que el paciente se retiró, como en la dirección del tratamiento del enfermo que participó de esa presentación.
* Médico (UBA; 1964). Analista Miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Docente responsable de una de las seis unidades clínicas en las que se realizan presentaciones de enfermos en el contexto del Instituto Clínico de Buenos Aires (ICBA). El presente texto es respuesta al artículo “Una obscena puesta en escena. Acerca de las ‘presentaciones de enfermos’”, de Sergio Rodríguez, publicado el 15 de abril y accesible en www.psyche-navegante.com.