El dokter estaba sentado en su sillón preferido y único de su cuarto del Tsúkerke Café. De pronto, un hombre de unos 45 años entró apurado.
–El baño no es acá –le dijo el dokter, acostumbrado a esos errores.
–Yo quiero hablar con usted. Mire, se está acercando Purim, el carnaval judío, y usted sabe que es una tradición disfrazarse.
–¿Y usted le teme a ocultar su rostro y no ser reconocido, o a sacar a flote aspectos reprimidos de su personalidad? ¿O a no reconocer a los demás?
–No adivine, dokter.
–¡Yo no adivino, yo in-ter-pre-to!
–Entonces no interprete. Mire, el problema es que no tengo un kopek, un centavo. Y me quiero disfrazar igual. Entonces se me ocurrió ¡disfrazarme de psicoanalista! ¿Puede ayudarme?
–Claro. Podemos investigar cuál es el síntoma transferencial que hace que usted se haya identificado conmigo y lo lleve a mimetizarse con mis aspectos exteriores.
–¿Tan difícil tengo que hablar? ¡Así no me va a salir, dokter! ¡Dígame algo más fácil, que yo pueda repetir en la fiesta!
–¡Pero no es tan simple!
–¿Y qué quiere, que me disfrace de papa? ¡Eso sí que es difícil, y si me llega a salir bien, todos van a tratar de llevarme a su mesa y comerme! No, dokter, yo lo veo a usted, y no parece ser un disfraz demasiado complicado.
–¡Porque no es un disfraz!
–¡El suyo no! ¡Pero el mío sí sería un disfraz! Si la gente lo ve a usted, al dokter Víntziquer Psíquembaum, en la fiesta disfrazado de psicoanalista, nadie va a creer que se haya disfrazado de psicoanalista ¡porque usted es un psicoanalista! Pero si aparezco yo, Orem Pishnulik, un hombre que apenas si sabe qué quiere decir psicoanálisis, seguro que todos se van a reír.
–¡El psicoanálisis es algo serio, Orem!
–El suyo puede ser, dokter, el mío no, ¡es un disfraz!
–¡Es que no hay diferencia entre un psicoanalista de verdad y uno disfrazado!
–Dokter, no me diga eso. ¡Creía que usted estimaba más su profesión!
–Orem, Orem, no me malentienda.
–¿Y por qué no? ¡Me habían dicho que los psicoanalistas trabajan con malentendidos!
–Orem, un psicoanalista de verdad es muy diferente de uno disfrazado, pero por dentro, me entiende, por dentro, ¡no en su aspecto externo!
–¿Y me quiere decir usted cómo hago para meterme un disfraz adentro? ¡No me la haga tan difícil, dokter! ¡Dígame cómo se hace, y ya!
El dokter se cansó.
–Mire, Orem. No se lo puedo explicar en unos minutos. Si quiere disfrazarse de psicoanalista, invénteselo, adivine usted cómo es el disfraz.
–¡Ah, no, dokter, eso sí que no! ¡Yo no adivino, yo in-ter-pre-to!

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