PSICOLOGíA
› SOBRE LA PROBLEMATICA DE LAS PERSONAS SIN TRABAJO
De recurso humano a ser humano
› Por Elina Aguiar *
“Sirvo sólo para asustar a la gente, la gente acepta cualquier laburo con tal de no estar como yo, para sentirse alguien”, decía uno de los participantes en los talleres para personas en búsqueda de trabajo de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).
La amenaza de desocupación, el acoso moral laboral, el trabajo en negro, la indefensión ante el despido, el acostumbramiento ante el maltrato laboral hacen muchas veces idealizar el trabajo anterior, tomarlo como referente de quién es uno: “Yo era gerente de...”. Fue el trabajo que les dio una pertenencia, una identidad laboral fuerte. Esta idealización es uno de los factores que paralizan y atontan ante las condiciones sociales actuales y les hacen olvidar sus potencialidades y sus recursos.
Como dice Marie France Hirigoyen (El acoso moral en el trabajo, Paidós, 1999), en estas situaciones “la memoria se estanca, el presente se hace irreal, conlleva al olvido y a un desapego de lo cotidiano” .
Se trata de cuestionar las violencias y maltratos laborales o familiares naturalizados, que llegan a parecernos obvios y a los que nos vamos acostumbrando. Esto ayuda a abrir el espacio para buscar alternativas, para que afloren posibilidades nuevas o puedan redescubrirse las que estaban “olvidadas”, borradas, por no corresponder a lo que el establishment pretende de nosotros.
Muchas personas, al buscar trabajo, depositan su valoración en lo que la sociedad les dice qué valora de ellos, dejando de lado otras habilidades que puedan poseer; achican, recortan el mostrar quiénes son, cómo son y qué hacen, acomodándose a lo que creen será aceptable laboralmente. Esta creencia funciona como recorte en su subjetividad y no les permite presentar-se creativamente: lo hacen amoldándose a lo que creen ajustado a lo que se pide.
Se sabe, por otra parte, que los efectos de la desocupación en la familia son múltiples: afectan los vínculos de pareja y alteran las relaciones intergeneracionales. Puede propiciar, en la persona sin trabajo y en sus familiares, la rigidez o estereotipia de los roles fijados culturalmente. Decía la esposa de un desocupado: “Para mí, vivir con mi marido desde que está desocupado es como vivir con un discapacitado. Yo lo miro y lo veo en un sillón de ruedas”. Así, los vínculos familiares y de pareja, que podrían ser motor de transformación, vienen a favorecer las situaciones de “chivo expiatorio”, la violencia, la denigración y la depositación e inmovilización de la impotencia en la persona que está sin trabajo.
En cambio, la posibilidad de no someterse a la voluntad del otro, de sentirse con derecho a ser reconocido por sí mismo, la perspectiva de reconocer sus potencialidades y, sobre todo, descubrir que, juntos, pueden empezar a cambiar algunas de las maneras de verse y ser vistos por los demás, esto los lleva a organizar su propia persona y los lleva a acciones sociales transformadoras, que se facilitan desde un organismo de derechos humanos. En este pasaje de excluido a incluido promovemos la posibilidad de volver a verse, no ya como un “recurso humano” sino ser humano, que puede reivindicar su derecho a trabajar y su posibilidad de construir alternativas junto con los otros.
* Coordinadora de la Comisión de Salud Mental de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Participaron en este trabajo Mónica Otilia Guerdile, Rosa Gremes, Emilia Faur, Nélida Alvarez, Graciela Paulotsky y Lidia Zablotsky.