PSICOLOGíA
› “ENCUENTROS SEXUALES DE UNA CALIDAD EROTICA SUPERIOR”
Gozar en la menopausia
› Por MARIE-CHRISTINE LAZNIK *
¿Por qué algunas mujeres sólo conocen en su menopausia un goce propiamente femenino?, se pregunta Madelaine Gueydan, quien fue durante mucho tiempo la única psicoanalista que podía jactarse de haber dedicado una obra a ese momento de la vida (Femmes en ménopause).
Para responderse, se apoya en una hipótesis optimista y, no obstante, interesante. Mientras una mujer es madre, el hijo –como equivalente fálico– colma en ella el vacío del deseo, al bloquear la sustitución metonímica sin fin que le es propia. La menopausia –por introducir una ruptura y afirmar una imposibilidad– volvería a plantear la castración. Habría entonces una reapertura del inconsciente. Por lo tanto, Gueydan ve en la menopausia una posibilidad de elaboración secundaria: una reorganización del material psíquico en función de una nueva meta. Esa reorganización del Edipo permitiría a la mujer –finalmente– renunciar al elemento maternal y a su propia madre (Gueydan observa que a veces ocurre lo contrario y, como resultado, aparece la melancolía).
Una de las consecuencias de esa libertad recuperada será la instauración de una pulsión libidinal acrecida que se manifestará tanto en un deseo sexual intensificado como en actos de sublimación. “Desconfiemos de la idea corriente de que en la menopausia el deseo sexual disminuye. O hay renuncia por represión o hay una exacerbación que a veces entraña culpa o malestar”, escribe esa autora. De este modo, Gueydan se sitúa en continuidad directa con Freud y Helen Deutsch y a contrapelo de la literatura actual.
Algunas mujeres afirman –dice la autora– que jamás tuvieron encuentros sexuales más satisfactorios, unos encuentros que, aunque menos frecuentes, son de una calidad erótica superior.
Estas observaciones, como hemos visto, reaparecen en muestreos representativos de las mujeres francesas. Pero esos estudios no están en condiciones de proponer hipótesis psicoanalíticas sobre las causas de lo que se constata en ellos. ¿Cómo explicar que ciertas mujeres superen la frigidez justamente en la menopausia? Tras recordar que la madre no puede procurar un goce vaginal, pues la vagina es el único lugar del cuerpo de la hija que le está vedado, Gueydan formula la siguiente hipótesis: la falta de goce vaginal puede ser una manera de no renunciar a la propia madre, que seguiría presente en esa ausencia (mi clínica con treintañeras frígidas parece corroborar esta hipótesis). La autora propone contemplar la posibilidad de que, una vez resuelto el duelo de lo materno en la menopausia, ese goce resulta posible y corresponde a la aceptación del hombre que separará a la mujer de la madre. He aquí una hipótesis interesante y una buena noticia.
El colectivo feminista de Boston (Boston Women’s Health Collective) se interroga sobre esa mayor satisfacción que dicen encontrar las mujeres menopáusicas en las relaciones sexuales con sus parejas. ¿Será que, una vez los hijos fuera de casa, hay más tiempo para consagrarse uno a otro? ¿Los miembros de la pareja aprenderían con el tiempo a conocerse mejor, a saber más acerca del placer sexual del otro?
No creo que se trate del transcurso del tiempo en sí mismo, aun cuando sea cierto que los duelos necesarios para acceder a un goce propiamente femenino así lo exijan. Es preciso, además, hacer el duelo del goce fálico de lo materno. En la relación sexual, para poder gozar con ese órgano que el hombre desea ofrecerle y a ella le falta, la mujer debe dar ciertos pasos lógicos insoslayables. De no hacerlo, frente a ese Otro dotado, corre siempre el riesgo de sentir angustia.
* Fragmento de El impensable deseo. Femineidad y sexualidad desde el prisma de la menopausia, de próxima aparición (ed. Nueva Visión).