Jue 29.08.2002

PSICOLOGíA  › CUANDO EL PSICOANALISIS SE DIFUNDIO EN MEDIOS MASIVOS EN LA ARGENTINA

El psicoanálisis en clave de divulgación

Una revisión histórica de la divulgación del psicoanálisis en la Argentina, escrita por quien la protagonizó desde sus orígenes en 1958, cuando “maestros, padres y madres de familia, periodistas, funcionarios comenzaron a hablar de Edipo, frustraciones, traumas y complejos”, y comenzaron las “escuelas para padres”.

Por Eva Giberti *

“El hermetismo del discurso científico y sus sistemas de redes de producción y circulación (que descalifican las tareas de divulgación) esconden, en muchos casos, formas elitistas de intervención sobre la genealogía ciudadana, imposición de un modelo de pensamiento y la vanidad de pretendidas canonjías.”
Ricardo Cicerchia

Si, al estudiar en nuestro país las ideas que recorrieron las aplicaciones y construcciones de las teorías psicoanalíticas, se reconoce la trascendencia de la década del ‘70, es imprescindible comenzar por el contexto social que precedió a su desenvolvimiento y referirse a un dato histórico ineludible: la divulgación del psicoanálisis que comenzó en 1958 y mantuvo ese estilo hasta 1972 (Giberti E. 1981). Como respuesta inmediata a los contenidos de la divulgación se generó una demanda popular que posteriormente se convirtió en soporte de aquello que habría de institucionalizarse socialmente. El público leía los artículos editados en periódicos y revistas, escuchaba las radios y miraba los programas de tevé; así contribuyó en el reconocimiento de este movimiento informativo sostenido por quienes habían sido “iniciados” mediante la divulgación.
Cuando comencé la divulgación del psicoanálisis, en 1958, me encontré con que las empresas que publicaban sus avisos en los medios pagaban una cotización más alta que las habituales en las páginas en las cuales yo editaba los textos que divulgaban algunos contenidos de las teorías psicoanalíticas. Hecho que constituyó un soporte económico no desdeñable en la historia silenciada del psicoanálisis: mucho antes que los consultorios de los psicoanalistas comenzaran a saturar sus horarios, el éxito económico derivado de esta divulgación se localizó en la cotización de los artículos encabezados como “Escuela para Padres” y en las conferencias y cursos acerca de la lectura que el psicoanálisis aportaba a la crianza de los hijos y a la organización familiar.
El psicoanálisis divulgado instaló un negocio: tal como lo presentaba, el psicoanálisis vendía. Se había convertido en una moda de la que se debía participar para no quedar aislado de los intereses de la época. Esta característica del primer psicoanálisis-en-divulgación forma parte de la identidad social que contextuó la práctica psicoanalítica de consultorio, aún en ciernes. Y que provocó, por una parte, la adhesión de quienes apoyaron esa modalidad (Angel Garma y Pichon-Rivière, por ejemplo); y por otra parte las iras de quienes no disponían de los recursos periodísticos para producir esos textos, amén del horror que dicha divulgación les generaba. Ese horror se transformó en goce mediático cuando lograron ser contratados y acumular su propio público. El movimiento que se había gestado alrededor de Escuela para Padres (1958-1972) no es asimilable al éxito circunstancial de quienes, en la mitad de la década del ‘70, incorporaron discursos de corte patriarcal. Dato que, en la historia de las ideas, implica la selección de contenidos ideológicos antagónicos respecto de los que se habían promovido en la década anterior.
De la divulgación
Los conceptos de una disciplina y las teorías de una ciencia pueden ser diseminados, pueden proliferar, multiplicarse y dividirse como una fuerza que avanza más allá de su perímetro inicial, reproduciéndose en “una proliferación viva”, según Derrida (1987). Formando parte de esa diseminación, la divulgación es una práctica insertada en las condiciones de producción, de reconocimiento y difusión de los discursos (Verón 1989); entre ambas instancias se generan inevitablemente reducciones y simplificaciones de polisemias, metáforas y metonimias. Los discursos que la divulgación propuso conducían a modificaciones de sentido, es decir,hablaban de “otra cosa” si se comparaba con los contenidos de la teoría original, con sus condiciones de producción. Al circular, el reduccionismo destituye la teoría madre para capturar lo que se evalúa como importante desde la perspectiva de la divulgación.
La divulgación funciona en la instancia auditiva-verbal, escrita, e icónica: el discurso pertenece al presente y lo que dice desaparece con la voz hablada. Lo semántico escrito, textual, tiene actualidad y un futuro distinto. Su eficacia quizá se libere más adelante, como lo plantea Eco en El nombre de la rosa.
El horror a la divulgación
Quien divulga contenidos de la teoría se instala en un dispositivo de poder que sobrepasa o desborda el poder que podría jugarse en otros niveles de la práctica: si la teoría es poder-en-sí, la divulgación es un poder-fuera-de-sí y para-sí (el que se obtiene difundiendo la propia imagen en los medios, ya sea icónica, oral o escrita). Transmitir– transferir ideas/conceptos mediante la divulgación es, en sí, investidor. El estilo divulgativo desborda los cánones estéticos para interpelar en clave de deseo, es decir, solicita zafar de lo aprendido académicamente buscando un goce transgresor a través de significantes que legitimizan lo efímero. Esa concepción de lo efímero, sazonada con la idea de banalización, es la que sostienen quienes rumian continuamente contra el divulgar, desconociendo que en determinado lugar del psiquismo existe una escucha ante la cual se solicita, reclama, exige, demanda, sugiere, o se pide que la propia producción se convierta en circulante, en bien de uso. Lo cual conduce a las tesis respecto del divulgar.
Para conseguir que el psicoanálisis emigrara de su territorio oficializado para generar una territorialidad con características propias, inventé una técnica utilizando el estilo coloquial, escrito o verbalizado; creaba una territorialidad adecuada a las normas que rigen las prácticas mediáticas, articuladas con algunos contenidos de las teorías psicoanalíticas. El psicoanálisis, tal como se caracterizaba en esa época, se parecía a un punto fijo, vértice de una disciplina verticalizada. Sin embargo comenzó a evidenciarse que ese punto fijo podría transformarse y traducirse, volcando sus contenidos en redes plurales (periodismo escrito en su comienzo, tratamiento radial y televisivo posteriormente), y parecía convertir el punto fijo en un nudo desajustado en la red. Este tránsito indicaba que, en paralelo con la idea que no admitía la divulgación del psicoanálisis, se instalaba otra, complementaria y adversa, puesta en acto no sólo mediante su práctica sino avalada social y económicamente por el éxito.
El psicoanálisis-en-divulgación funcionó como un punto móvil, recreado por la gente. Cada cual propuso, desde su comprensión de lo que se divulgaba, el diseño de sus propios mapas interpretativos, ya fueran relativos a sus conflictos o a hechos de la cotidianidad. Lo cual poco tenía que ver con la estricta reproducción de los contenidos de las teorías pero sí con la aparición de una nueva práctica que ponía en evidencia el dispositivo de poder que el psicoanálisis podía encarnar. Maestros, padres y madres de familia, periodistas, funcionarios comenzaron a hablar de Edipo, frustraciones, traumas y complejos (Giberti 1993). Desde esa perspectiva comenzaron a crearse escuelas para padres en los establecimientos escolares, decisión que no necesariamente se constituyó en una excelencia.
¿Freud divulgaba sus ideas?
Se ocupó de hacerlo. En la página 52 del Tomo XI de sus Obras Completas (1987) figuran, presentados por Strachey, los dieciséis textos destinados a médicos y legos, es decir al público. Sin embargo, no es lo mismodivulgar la propia obra que las producciones de otros autores. Al respecto, Freud pensaba de otro modo: el 12 de noviembre de 1938 le escribía a María Bonaparte: “Siempre estoy dispuesto a reconocer, además de tu diligencia infatigable, la modestia con que dedicas todas tus energías a la divulgación y vulgarización del psicoanálisis” (Giberti 1990).
Al convertirlas en digeribles para su público, evidenciaba las transformaciones por las que atravesaba la familia burguesa y, paralelamente, dotaba al psicoanálisis de una perspectiva política. Dicha perspectiva se caracterizó por la creación de un espacio público para exponer temas que tradicionalmente no se reconocían como conflictivos, o bien, si se los evaluaba como patológicos, solamente se exponían en la intimidad de la consulta.
Una lectura actual del fenómeno
Actualmente hablaríamos de una transferencia de conocimientos mediante un programa, extrapolando el concepto ya que éste se refiere a programas de investigación capaces de anticipar hechos nuevos y aportar la producción de alguna teoría auxiliar (Lakatos, 1993). Podría ensayarse una evaluación acerca de su poder heurístico original, al responder determinadas preguntas: “¿Cuántos hechos produjeron y cuál fue su capacidad para explicar sus propias refutaciones en el curso de su crecimiento?”. La cantidad, densidad y calidad de hechos producidos pueden consultarse en los textos citados en la bibliografía. Así como las refutaciones forman parte de la autocrítica ya editada.
Se trató de un programa que se ocupó del campo psicoanalítico transferido a la comunidad, para lo cual utilizó los medios de comunicación, discriminando diversos proyectos, ya fuese el público su destinatario (como genérico), o bien dirigido a determinados sectores, maestros y profesionales. Cada proyecto destinado a transferir contenidos de la teoría psicoanalítica. Y por otra parte aplicar dichos contenidos a la orientación de la crianza de los hijos (otros proyectos). Con un común denominador: desactivar y/o limitar los procedimientos autoritarios vigentes en las organizaciones familiares y en las escuelas.
La interpretación de los sentidos del discurso de aquella época permite registrar estilos de pensamiento: ¿de qué manera el “discurso psicoanalítico” asumió –o no– las otras manifestaciones del universo discursivo de la época? La referencialidad discursiva –localizada en el discurso psicoanalítico–, ¿qué significados políticos omitía mencionar? ¿Por qué se asumió que el psicoanálisis constituía el único discurso válido para la orientación y la comprensión de los niños y de las niñas, sin que dicha aceptación involucrase una ilusión? ¿Alcanzaban las evidencias en cuanto a la eficacia de encarar algunas configuraciones vinculares de las organizaciones familiares según los nuevos paradigmas psicoanalíticos?
Dicha interpretación también autoriza a reconocer actuales formas de pensar que mantienen el registro excluyente de la dimensión histórica, para consignar la que se instituye como historia selectiva del psicoanálisis en la Argentina. Los textos que contienen datos al respecto omiten mencionar el fenómeno que corresponde al inicio de la divulgación del psicoanálisis. Omisión que deja sin respuesta la pregunta acerca de la demanda comunitaria que presionaba para que las prácticas psicoanalíticas se incorporaran en las escuelas y en los hospitales. También deja sin sustento el reconocimiento de los primeros jóvenes psicoanalistas que agradecían a la divulgación la posibilidad de contar con numerosos pacientes. Y elude admitir la existencia del soporte económico empresarial que durante una década publicitó sus productos en las páginas de los periódicos que divulgaban o en los programas de tevé. Y que promovió laventa de una colección de libros (tres volúmenes), “Escuela para Padres”, que alcanzó treinta ediciones. Omisión que transparenta la decisión de desconocer los hechos editados en revistas técnicas y en Todo es Historia, así como la producción de autocrítica y la resignificación política del fenómeno “divulgación del psicoanalisis”.
Dicha omisión cierra el camino hacia el debate de las ideas al privilegiar una lectura selectiva por parte de quienes, psicoanalistas o no, se asumen como historiadores del desarrollo del psicoanálisis entre nosotros. Al excluir la existencia de la comunidad sintónica con la divulgación, tanto en sus textos como en sus narraciones desgajan los contenidos políticos de la obra de Freud cuando divulgaba múltiples contenidos de su pensamiento mediante sus conferencias y agradecía su divulgación por terceros.
La omisión intenta tornar invisible lo que existió; o quizás, al no existir un campo específico que se ocupase del desarrollo de las aplicaciones políticas del psicoanálisis, se ignora voluntariamente la existencia de este movimiento comunitario en la década del ‘60 y por lo tanto el imprescindible reconocimiento de la divulgación como herramienta princeps para explicitar esas aplicaciones. Otra alternativa: que los autores de esos textos considerasen que lo divulgado “no era psicoanálisis”. Si éste fuese un argumento sería posible extenderse en la enunciación de aquello que “el psicoanálisis sea”. Es evidente que “el psicoanálisis que es” responde a lo que Cicerchia denominó “imposición de un modelo único de pensamiento”, que según este autor constituye un camino que “nos ha empobrecido de imaginación y embrutecido de maneras, a todos, sin excepción. Pero también que somos víctimas de un ethos encajado en la inmovilidad de un discurso meramente vanguardista, claro, sin el giro de Buñuel o de Breton”.
El orden simbólico asociado a las pautas del orden mediático demanda otras lógicas; reclama una modificación en los registros perceptuales además de la aceptación de una alteridad que no es la del analizando o paciente sino la del radioescucha, del televidente o del lector de un artículo periodístico. La inicial divulgación del psicoanálisis en nuestro país, convocante exitosa de la participación de diversos sectores de la comunidad, constituye un hecho de ineludible conocimiento para añadirlo al estudio de las ideas que acerca de la educación, de las organizaciones familiares, de las psicopatologías y de la distribución de los dispositivos de poder surgieron en décadas posteriores.

* Este artículo incluye párrafos de un ensayo publicado por Actualidad Psicológica en enero del 2002. Las referencias bibliográficas y más datos sobre el comienzo de la divulgación del psicoanálisis en nuestro país figuran en www.evagiberti.com

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