Jue 05.06.2003

PSICOLOGíA • SUBNOTA  › CONDICIONES QUE PROPICIAN EL DESARROLLO DE “CONDUCTAS ANTISOCIALES”

El que nunca tuvo un lugar en el Otro

Por Juan Carlos Mosca *

Para Donald Winnicott, la manifestación clínica de la tendencia antisocial abarca síntomas muy diversos, a veces desatendidos por el interés psicoanalítico. Winnicott rastreó sus orígenes en la deprivación afectiva sufrida en la primera infancia. Si el quehacer materno y la familia son suficientemente buenos, los niños acceden a la madurez afectiva. Cuando esto no ocurre, por depresión, rechazo, ausencias prolongadas, trastornos ambientales, el niño se encuentra deprivado.
La constancia de los vínculos, los hábitos de maternaje, alimentación y limpieza, el entramado de relaciones familiares con sus lazos de parentesco que establecen nombres y lugares –cuestiones tan simples como tener un nombre, un domicilio y un paisaje familiar– proveen el holding o sostén para que el niño desarrolle la “permeabilidad” entre mundo interno y mundo externo, tolerando un monto de frustración que se elabora en la capacidad de jugar.
Ya en 1951, en Cuidado maternal y salud mental, John Bowlby analizó la privación afectiva en niños que habían vivido en instituciones sin posibilidad de establecer un vínculo íntimo, constante y de confianza con la madre o una persona sustituta.
La internalización de un código moral está en íntima relación con lo que Winnicott denomina madurez emocional. Podríamos pensarlo como cierta operación de “confianza en el significante”, confirmación de la eficacia de la metáfora paterna que marca al objeto como siempre perdido por efecto del lenguaje pero confiando en cierta recuperación, gracias también al lenguaje. Pérdida del objeto desde el campo del Otro con una ganancia en la posición deseante. Esta confirmación ratifica la confianza –sostén, en términos de Winnicott– en el significante.
Sea por falta de provisión –provisión que indica un lugar en el deseo del Otro– o por un “exceso” –ocupar en exceso el lugar de falo para el Otro–, o nada se le pide al sujeto porque no “le falta” al Otro, o se le pide en demasía ya que es “todo” para el Otro. Ambas situaciones dificultan la emergencia de la posición deseante.
Hay muchas formas de privación, no sólo la separación física de la madre. Hay casos de franco rechazo, y puede haber un devastador rechazo inconsciente hacia el niño, encubierto en reproches y quejas, a veces bajo la forma de enfermedades físicas por el “esfuerzo” que se dice hacer por él. Por el contrario, también puede darse el caso de una excesiva demanda de amor y dependencia o severos trastornos psíquicos que impiden relacionarse de manera confiable.
Jacques Lacan, por su parte, constata que hay sujetos a los que el Otro primordial no ha ofrecido un lugar privilegiado en su deseo y que por ello carecen de un armazón que los sostenga. Fallida esta matriz, no encontrado el intervalo que haga lugar a la carencia en el Otro, la modalidad de respuesta del sujeto no será el síntoma sino el acting-out u otras formas clínicas. Esta falla constitutiva en la subjetividad podrá desarrollar también un posicionamiento que se ha denominado “antisocial”.
Sabemos que la estructura neurótica sufre por estar siempre tras el pago de alguna deuda con el padre, esfuerzo sin esperanza ya que, cuando se alcanza algo, de todos modos “no era eso”. Hay una alternativa que ofrece una certidumbre en lugar de la duda, un saber paterno cierto, no supuesto, al precio de transformarse en instrumento del goce del Otro: los chicos sujetos a explotación, especialmente en la mendicidad infantil, pueden presentar el caso extremo de esa falta de alojamiento en el Otro, o de un alojamiento bizarro, al ocupar un lugar al servicio de un Otro gozador. O bien están en relación con un Otro extremadamente claudicante, que no está presente cuando los chicos son explotados, cuando abandonan la escuela, cuando son objeto de abuso y maltrato. Toda una gama de conflictos con laley se inscribe en esta experiencia en que no hubo el necesario “engaño amoroso” que la relación paterno-filial induce, sino abuso o abandono.

* Psicoanalista. Texto extractado del artículo “La tendencia antisocial y la delincuencia”, incluido en el Nº 23 de la revista Psicoanálisis y el Hospital, de próxima aparición.

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