REPORTAJES › DANTE CAPUTO, EX CANCILLER, FUNCIONARIO DE LA OEA
Después de muchos años, puso el pie de nuevo en la escena política apoyando a Cobos, un radical K, como vice de Cristina Kirchner. Explica que no busca un cargo sino que percibe un “nuevo consenso” después de la abrupta “culminación” de su UCR y la menos perceptible, pero real, del justicialismo.
› Por Santiago Rodríguez
Dante Caputo reapareció en la escena política después de varios años, con su apoyo a la postulación del radical K Julio Cobos como compañero de fórmula de Cristina Fernández de Kirchner. De paso por Buenos Aires, el ex canciller y ahora secretario de Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos dialogó con Página/12 y explicó las razones de ese respaldo. “La armonía de la democracia requiere la recreación de una representación política de la clase media que excede mucho al radicalismo”, señaló Caputo, quien sostiene que “estamos asistiendo a un cambio en la morfología de la política en la Argentina”, que lleva a la desaparición de la UCR y el justicialismo. Por eso, tildó de “interesante” el “intento de concertación” de parte del Gobierno y llamó a no caer en “una reiteración del oportunismo electoral”. “No quiero que se piense que aterrizo acá en busca de un cargo”, aclaró también Caputo, aunque admitió que le “pasa como con la novia que uno dejó y no la ve desde hace mucho tiempo: cree que todo se acabó y cuando la vuelve a ver, renace todo”.
–¿Por qué su apoyo a Cobos?
–Lo de Cobos se insinúa, y uso esa palabra con toda intención, como un intento de concertación interesante de parte de un gobierno que en principio no la precisaría. El tema de la concertación está siempre presente en la política, pero que a esta altura en la Argentina es particularmente importante.
–¿Por qué es importante?
–Porque estamos asistiendo a un cambio en la morfología de la política en la Argentina. La culminación política del radicalismo es clara, es abrupta; el 2001 prácticamente termina con los radicales, quedan sus estructuras. Pero también el peronismo está en un proceso de mutación hacia otra cosa. En la Argentina, además, no hay cultura de consenso y cuando uno mira al oeste, a Chile, buena parte de lo que han hecho se debe a la cultura de consenso que han sabido construir en ese país.
–¿Realmente le parece que empieza a construirse esa cultura de consenso?
–El consenso se parece al oportunismo electoral. Lograr que esto sea una germinación del consenso y no una reiteración del oportunismo electoral depende de la gente convocada, de que Cobos sepa lo importantísimo que es que un señor que no viene del peronismo sea un posible vicepresidente. Por eso en la carta que le escribí no le dije “lo felicito, buena suerte”, sino “usted tiene, por azar, por destino o por decisión de alguien, una responsabilidad enorme”.
–¿Qué responsabilidad?
–Recrear las bases de una representación de clase media en la Argentina. La armonía de la democracia requiere la recreación de una representación política de la clase media que excede mucho al radicalismo.
–¿La no reiteración del oportunismo no depende de los convocantes?
–Sí, pero en la política los actores son dinámicos, a los convocantes se los puede cambiar. Que al partido de gobierno le convenga tener cinco gobernadores y 189 intendentes exitosos es obvio; es un cálculo político razonable. ¿Estará pensando también que hay que empezar una política distinta?
–¿Usted qué cree?
–Por las dudas hay que convencer a todos, y otra cosa muy importante: esto no es un cóctel alquímico milagroso sino un proceso social, histórico y complejo, que hay que ir creando. Que nadie piense que esto lo puede hacer sólo desde un escritorio y en un mes.
–¿Cómo debe plantarse el radicalismo frente a un peronismo con vocación hegemónica?
–Creando su propia fuerza. Todos los partidos tienden a ser hegemónicos, no sólo el peronismo; el problema no es si lo son o no, sino si tienen suficiente poder para ejercitar la hegemonía. No conocí ningún partido que si pudiera tener el ciento por ciento de la representación parlamentaria, se negara.
–¿Qué opina del socialista Hermes Binner y su triunfo en Santa Fe?
–Binner creó a escala santafesina un esquema de consenso, un proceso de concertación, y ganó.
–Pero enfrentado a quien convoca a la concertación en el plano nacional, ¿cómo se explica eso?
–Porque ahí convenía hacer otra cosa y el partido se acomoda en ese caso a lo que le conviene. Por eso el problema no es lo que quiere hacer el otro, sino lo que uno quiere hacer; no es tanto la fuerza que tiene el otro, sino la propia fuerza. Esta insinuación de concertación que se da en la Argentina es que debe ser equilibrada porque si no es uno que usa a otro.
–Usted dice, entonces, que el radicalismo y el peronismo desaparecen.
–Sí, pero no va a ser automático ni súbito. Va a ser un momento apasionante y el próximo gobierno va a ser muy difícil, va a tener que trabajar mucho porque no creo que sea la prolongación del anterior.
–¿Difícil por qué?
–Porque la comparación con el 2001 se va alejando y porque el rebote de la economía, la expansión, va a tender a desacelerarse. Además, un sector del peronismo que estuvo relativamente relegado en el gobierno de Kirchner va a querer recuperar espacio.
–¿Por dónde pasa la nueva forma de representación de la clase media de la que usted habla?
–Primero pasa por un hecho elemental, como la verificación de que este o aquel señor saben gobernar razonablemente bien; un señor como el Japonés García, que gobierna Vicente López desde 1983, algo ha de tener para que la gente lo siga votando.
–¿Es saludable para una democracia que alguien permanezca tanto tiempo en el poder?
–Felipe González estuvo catorce años, la señora Thatcher estuvo once, el canciller Kohl estuvo dieciséis, François Mitterrand estuvo catorce; alguien diría que los países que gobernaron no son democráticos... el asunto es estar sometidos al control ciudadano. Cuando un personaje gobierna cuatro años y la ciudadanía lo chequea, si comprueba que funcionó bien, lo reelige. El problema no es que gobierne 18 años, sino que rinda cuentas, que la ciudadanía esté en las mejores condiciones de elegir, que haya alternativas reales en el mercado político.
–Eso refuta también a quienes se espantan frente a la posibilidad de que Cristina Fernández suceda a Néstor Kirchner.
–Hay gente que se espanta de tantas cosas... El 15 por ciento de los franceses vota a Le Pen y se espanta de los negros, los árabes y los amarillos.
–¿Quiénes deberían estar en esta insinuación de concertación y no están?
–Me gustaría que estuvieran los socialistas, pero si uno escucha con cuidado la respuesta de Binner después de su triunfo, deja abierto el juego. Ese socialismo constructor es muy interesante porque sabe que para caminar hay que dar un paso atrás de otro. Binner tardó tres veces en ser electo y no aflojó. Son tipos que construyen de a poco y que no tienen eso tan peligroso de creer que las cosas se resuelven súbitamente.
–¿Y quiénes tendrían que estar en la vereda de enfrente?
–Una derecha mucho más estructurada. En política es muy importante tener un adversario porque si no perdés identidad. Si tuviéramos una derecha estructurada, la dialéctica que se construiría entre esta concertación de centroizquierda y progresista con la que sueño sería mucho más creativa.
–Mauricio Macri sacó el 60 por ciento de los votos a jefe de Gobierno porteño, ¿será el adversario?
–No sé, vamos a ver, en la cancha se verá cómo gobierna y si es capaz de generar consensos; los generó electoralmente, pero hay que ver si después de cuatro años de gobierno los valida.
–¿Hace mucho que no habla de política con Raúl Alfonsín?
–Uff.., hace mucho.
–¿Qué opina de su apuesta a la candidatura de Roberto Lavagna?
–Son opciones y no voy a juzgar opciones de los demás.
–¿Qué impresión tiene de la política exterior argentina?
–Estamos atados a la idea de que el mundo es algo exterior a nosotros. No hemos entendido que lo de afuera está adentro, que hay no hay diferencias en los tiempos, que todo es simultáneo, que la decisión del banquero de Tokio importa tanto como la del banco de la esquina. Hay una cuestión sustantiva que es el ABC: Argentina, Brasil, Chile. Brasil es una de las cuatro o cinco potencias emergentes. Entre Brasil, Argentina y Chile podríamos conformar una masa crítica política en el Cono Sur que nos cambiaría la vida propia.
–¿Qué papel tiene Venezuela en la formación de esa masa crítica?
–Todos los países tienen un papel, pero los primos son los primos y los hermanos son los hermanos.
–¿A propósito de esto que dice, le gustaría volver a ser canciller?
–No y es mentira lo que le acabo de decir.
–Que no quiere ser canciller...
–Ah, la negación de la negación no sé cómo es. No quiero que se piense que aterrizo acá en busca de un cargo. Sí digo que ojalá pudiera hacer cosas por la Argentina porque me encanta trabajar políticamente y es más fuerte que yo. Si me piden que ayude, ayudo; si me piden que opine, opino. Lo que hago hoy, como secretario de Asuntos Políticos de la OEA, es apasionante, aunque pasa como con la novia que uno dejó y no la ve desde hace mucho tiempo: cree que todo se acabó y cuando la vuelve a ver, renace todo.
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