Vie 13.09.2002

SOCIEDAD  › EL JEFE DE LA FEDERAL PIDIO EL REGRESO DE LOS VIEJOS EDICTOS

Un reclamo con cien años de atraso

Sorpresivamente, Roberto Giacomino pidió el retorno de los cuestionados edictos, gracias a los cuales la policía tenía un poder discrecional para detener personas. Argumentó que eran una herramienta para prevenir. El CELS advirtió que lo que busca la policía es “acción represiva” más que prevención.

› Por Horacio Cecchi

Montado sobre la ola de inseguridad, y a caballo de la antiquísima muletilla policial de “tenemos las manos atadas”, el jefe de la Federal, Roberto Giacomino, reclamó el retorno a los edictos policiales. “Para salir de esta ola de inseguridad es necesaria la prevención y para implementarla hacen falta los que se dieron en llamar, desde principios de siglo (sic), edictos policiales”, sostuvo el jefe. El reclamo policial desató un fuerte repudio. “La detención de personas, que es lo que pretende Giacomino –respondió Gustavo Palmieri, del CELS–, se llama acción represiva y no tiene nada que ver con prevención. Es notable que confunda una con otra y llama la atención lo anacrónico de su discurso.”
Que una de las soluciones a la llamada ola de inseguridad sea la prevención no es ninguna novedad. Pero Giacomino agregó que, para ponerla en marcha, son necesarios ciertos instrumentos para implementarla. El mismo jefe policial aclaró en qué consistían esos instrumentos: “Se dieron en llamar, desde principios de siglo, edictos policiales”, discurseó Giacomino durante una entrevista en Radio Continental. Habrá que agregar que el jefe de la Federal se refería a los principios del siglo pasado, apenas pasado el susto por el cometa Halley.
En una curiosa lógica de la criminología, Giacomino sostuvo que “al delito se llega con los delitos menores”. Una vez más, como cuando se desataron las críticas contra el Código de Convivencia, el eje se centró en términos tan difusos e inciertos como moral, buenas costumbres, acecho y merodeo. “Tenemos que volver a los edictos, no le ponga esa palabra si quiere –agregó consciente de la mala fama que tienen–, pero tiene que haber normas que tipifiquen, encuadren y hagan punible todo acto que esté reñido con la moral y las buenas costumbres”.
“Lo necesario –enfatizó el jefe de la Federal– es que tengamos normativas, leyes, que nos permitan poder prevenir, entre ellas, una que comprenda la figura del merodeo o del acecho y todas las acciones predelictuales que deben estar contempladas.”
Las declaraciones del jefe policial provocaron reacciones: “Giacomino carece de ideas sobre la prevención y por eso cree que prevención es lo mismo que represión”, respondió el director del Programa de Violencia Institucional y Seguridad Ciudadana, del CELS, Gustavo Palmieri. “No es que le interese el merodeo, sino tener la libertad sin control de nadie para detener personas –agregó Palmieri–. De hecho, la policía nunca apela cuando después de detener a una persona ésta es liberada. Lo que le interesa es detenerlo para meterlo en la rueda.”
“Pero si está diciendo que para prevenir hacen falta instrumentos represivos, porque detener a alguien es una acción represiva, eso indica que para él la prevención no existe, que carece de una política de prevención y que todo es reprimir. El discurso de Giacomino es anacrónico –aseguró Palmieri–. Es muy difícil encontrar en el mundo un sistema como el de los edictos, un concepto del siglo XVIII. En todas las policías, cuando se habla de prevención se habla de solución de conflictos, solución de pequeños delitos. La represión, en todo caso, se hace sobre las grandes bandas organizadas, las mafias. Pero no hay ninguna forma de definir concretamente el merodeo, ni de diferenciarlo de una persona que pasa por la calle. En última instancia, si el policía quisiera, sería mucho más fácil que aguardara y detuviera al sospechoso por tentativa de robo, que sí figura en el Código Penal.”
Palmieri concluyó en que Giacomino “quiere mostrarse hacia dentro de la fuerza como alguien que consigue cosas del poder político. Otra cosa es que el Código de Convivencia no funcione, aunque los edictos tampoco funcionaron”.
No es la primera vez que se escuchan presiones que presentan a los edictos como solución a la inseguridad. El debate ya existió cuando, el 6 de agosto del ‘96, la Constituyente porteña derogó los 23 artículospoliciales para perseguir ebrios, vagabundos, prostitutas, castigar enmascarados sin permiso en los carnavales, tocar música o cantar en la calle cual vulgares martinfierros. Pero hasta el 9 de marzo del ‘98 no estableció norma en su reemplazo, por lo que el instrumento de prevención según los federales siguió funcionando. Ese día, la Legislatura porteña aprobó el nuevo Código de Convivencia, que eliminaba la persecución de travestis, gays y prostitutas, e impedía a la policía el absurdo de realizar detenciones preventivas.

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