SOCIEDAD › ABUSADA POR SU PADRE, ENCERRADA Y CON SIETE HIJOS
Elisabeth Fritzl, actualmente de 42, vivió durante casi 24 años como rehén de su padre, con quien tuvo siete hijos nacidos en un sótano donde pasó un espeluznante cautiverio, hasta ser liberada ante los ojos de los vecinos del pueblo de Amstetten, en el este de Austria.
En un delicado estado psicológico y físico, Elisabeth afirmó a la policía haber estado recluida en el subterráneo desde el 28 de agosto de 1984. Ese día, su padre, Josef, de 73 y ahora detenido, le administró un producto anestésico, la esposó y la encerró en el sótano de la casa en la que vive el hombre. Elisabeth había sido dada por desaparecida y se creía que había enviado una carta a sus padres pidiéndoles que cesaran en su búsqueda. Las autoridades dedujeron que había caído en manos de alguna secta. Pero lejos de eso, y cerca de su padre (demasiado cerca), Elisabeth soportó décadas de calvario en un sótano, donde Josef “abusaba de ella”, dijo la policía.
La mujer tuvo siete hijos durante su encierro subterráneo, según los investigadores, tres niños y tres niñas, ahora de entre 5 y 20 años, además de un bebé gemelo que murió un mes después de nacer por falta de cuidados. La policía cree que su cuerpo fue quemado.
Josef habría logrado adoptar a tres de los hijos, dos niños y una niña, haciendo creer a su esposa, Rosemarie, y a las autoridades, que habían sido depositados en la puerta de su domicilio, cada uno de ellos con varios años de intervalo. Todos aparecieron en la entrada con una carta firmada por Elisabeth en la que aseguraba que no podía encargarse de los pequeños porque ya tenía a otros a los que mantener.
Los niños vivían en el domicilio de Josef y Rosemarie, mientras su madre permanecía recluida en el sótano junto a sus otros tres hijos, una joven de 19 años, un joven de 18 y un niño de 5. El padre se encargaba de alimentarlos mientras que su esposa ignoraba su presencia.
El caso salió a la luz a raíz de la hospitalización a mediados de abril de una joven de 19 años llamada Kerstin, en estado muy grave. Para diagnosticar la enfermedad que padece Kerstin, hija y nieta del secuestrador, los médicos intentaron en vano ponerse en contacto con la madre. Finalmente, el secuestro fue descubierto el sábado por la noche, cuando el padre liberó a los cuatro antes de ser detenido.
Ante la policía, Elisabeth acusó a Josef de “crímenes masivos” al tiempo que aseguró que Rosemarie no estaba al corriente de los abusos sexuales de los que fue víctima desde los 11 años. El domingo por la noche, el padre reveló a la policía el código de la cerradura electrónica del sótano, un espacio angosto que cuenta con varias pequeñas separaciones, un aseo y un televisor.
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