SOCIEDAD
› ENTREVISTA A LA ARGENTINA QUE ES CANDIDATA A DIRIGIR LA OPS
Un cambio de género para la salud
Mirta Roses puede ser la primera mujer en conducir la OPS. Dice que la crisis debe llevar a un sistema de salud más equitativo.Y prefiere la despenalización del aborto y el consumo de drogas.
› Por Mariana Carbajal
Mañana, los 38 países miembros de la Organización Panamericana de la Salud designarán nuevas autoridades. Por primera vez, una mujer es candidata a dirigir la entidad. Y es argentina. Se llama Mirta Roses, tiene 56 años y desde 1995 ejerce el cargo de subdirectora de la OPS. A horas de la elección, Roses conversó con Página/12 en una extensa entrevista, en la que definió su posición a favor de la despenalización del aborto y del consumo de drogas, destacó que la violencia doméstica es “un problema de salud pública” para el organismo internacional y consideró que la Argentina debe aprovechar el momento de crisis para transformar su sistema de salud en uno “más equitativo y solidario”. “No es sostenible económicamente para ninguna sociedad un sistema tan fragmentado como el nuestro”, evaluó y aclaró que es “una falacia decir que hace falta más dinero para brindar una mejor atención”.
Roses nació en Santa Fe, pero se crió en Villa Carlos Paz, Córdoba. Es casada y tiene cuatro hijos. Es médica cirujana, especialista en clínica y epidemiología y diplomada en Salud Pública. Ingresó a la OPS en 1984 y dirigió las oficinas de Bolivia y República Dominicana de la organización. Desde 1995 es subdirectora. Roses compite por la titularidad de la OPS con Jaime Sepúlveda Amor, mexicano, director del Instituto de Salud Pública de su país. “Estamos en la lucha. Hay buenas posibilidades”, se entusiasmó en diálogo telefónico con este diario. La elección está en manos de los ministros de Salud de los 38 países que integran la organización, entre ellos, Ginés González García. La votación se hará mañana por la mañana en la sede de la entidad, en Washington, en el marco de la Conferencia Sanitaria Panamericana convocada para celebrar los cien años de la OPS.
–¿Por el hecho de ser mujer encontró resistencias a su candidatura?
–Resistencias no, pero extrañamente no he encontrado el entusiasmo que esperaba de países como Estados Unidos y Canadá, partidarios tradicionalmente de que haya más mujeres en las direcciones de los organismos y en niveles de decisión, lo que me da la pauta de que hay nuevamente una distancia entre el discurso y la acción. En cambio, recibí mucho apoyo en el Caribe.
–Usted lleva años en la OPS desempeñándose en distintas posiciones. ¿Cuántas veces sintió que tenía que mostrar más logros que un varón para acceder a un cargo?
–Todo el tiempo (se ríe). Hay un famoso dicho de una ex alcaldesa de Ottawa que dice que “las mujeres tenemos que hacer doblemente más para ser igual que un hombre, pero por suerte eso no nos resulta difícil”. No solamente hay que demostrar que se hacen muy bien las cosas, sino que hay que demostrarlo todo el tiempo, porque en el momento en que uno no hace tan bien las cosas la condición femenina se pone de pretexto. Como tenemos 5000 años de predominio de los varones en las direcciones, donde ha habido buenos y malos, pienso que a nosotras nos tienen que dar la oportunidad de conducir aunque sea por unos cien años.
–Durante la Conferencia Sanitaria Panamericana (que comenzó ayer) analizarán los informes de los últimos años de cada país. ¿Cuál es la preocupación en torno de la Argentina?
–Todos los países están interesados en saber si Argentina verdaderamente ha tomado las medidas necesarias para mantener la protección de su población e indirectamente proteger a los vecinos en esta crisis. A Estados Unidos le preocupa mucho que todos los países tengan su vigilancia epidemiológica, su cobertura de vacunación, porque estamos todos en el mismo barco: lo que pasa en un país afecta a los demás.
–¿Argentina tomó las medidas adecuadas?
–Las decisiones en cuanto a mantener las coberturas de vacunación y proteger a la población han sido tomadas y es notable que no haya habido grandes epidemias ni desbordes.
–Es cierto, pero también es real que la gente más pobre ya no accede a la salud. Los hospitales dejaron de atender a los sectores marginales, queno tienen ni siquiera dinero para llegar a la consulta, y están recibiendo a la clase media empobrecida que se quedó sin prepaga.
–Es un problema de competencia por los mismos recursos. Imagínese que usted tiene cien hospitales para cubrir a una población determinada y ahora está recibiendo tres o cuatro estratos más de población que compiten por los mismos recursos. La culpa no la tiene la crisis. La culpa la tienen 30 años de un camino de un sistema de salud fragmentado.
–¿Qué debería hacer el Gobierno ante esta situación?
–Este Gobierno es de emergencia y hay que esperar que haga lo que está haciendo, que es responder a la emergencia. Pero el próximo tiene que tener la capacidad de convocar a todos los sectores y buscar el consenso para transformar el sistema de salud. Indudablemente, si para algo le puede servir la crisis al país es para eso. No es sostenible económicamente para ninguna sociedad esa fragmentación extraordinaria que tiene nuestro sistema (con obras sociales, prepagas y hospitales públicos). No hay un grupo separado que se pueda salvar a costa de otro. Tienen que sentarse todos a la mesa y aceptar construir un sistema más equitativo y solidario. Ojalá salga una buena iniciativa legislativa que pueda concluir rápidamente en un sistema mejor de protección social y salud.
–¿Cuáles son los mejores modelos sanitarios en América?
–Hay una curiosidad. Los países con C tienen mejor sistema: Costa Rica, Cuba, Chile y Canadá han sido siempre los sistema mejores porque son los más igualitarios: la gente tiene un acceso más equitativo a las posibilidades de salud.
–¿Es una cuestión de presupuesto?
–Al contrario, gastan menos, pero son más eficientes. Es una falacia decir que hace falta más dinero para una mejor atención.
–A partir de la profundización de la crisis, han resurgido en el país enfermedades que habían desaparecido y están asociadas a la pobreza. ¿Argentina se está africanizando en materia sanitaria?
–No diría eso. No me gusta comparar con otro continente que tiene sus propios problemas históricos, culturales, económicos y sociales. De todas maneras, pienso que lo que nosotros tenemos es una situación de pauperización que indudablemente favorece el resurgimiento de enfermedades. Pero lo peor de todo no son las enfermedades producidas por agentes externos, sino las consecuencias del deterioro de las relaciones interpersonales, como el aumento de la violencia familiar, las afecciones a la salud mental, las depresiones, que son producto del desaliento y la desmoralización que genera la crisis.
–¿Para la OPS la violencia doméstica es un problema de salud pública?
–Sin dudas, para nosotros es un problema de salud pública. Consideramos que no es una situación exclusiva de la conducta individual, sino que hay pautas sociales favorables o desfavorables y por lo tanto son posibles de ser influenciadas por políticas públicas de los Estados.
–¿Cuál es su posición frente a la despenalización del aborto?
–Creo que las mujeres tienen derecho a tener control sobre su propio cuerpo y sobre sus decisiones. Uno de los problemas más serios que nosotros vemos con la penalización de ciertas acciones como el aborto y el consumo de drogas es el hecho de que incorpora un concepto de criminalidad que hace que muchas de las prácticas pasen a la clandestinidad, a un mundo subterráneo donde no existen regulaciones y donde las mujeres y los jóvenes, particularmente de menos recursos, son llevados a las prácticas peores y, por lo tanto, son los que pagan por su vida. En tanto que las poblaciones y los grupos que tienen mayores recursos particularmente económicos y culturales pueden de todas maneras, aun con la penalización, acceder a prácticas que no les resultan riesgosas.