Cuando le pidieron que se levantara los pantalones, lo que parecían calzoncillos largos en realidad era un emplaste que se había hecho alrededor de la pierna, de cada una de las piernas y, con más detalle de los investigadores, también alrededor del abdomen. El hombre prácticamente se había envuelto en cinta plástica. No era Antonini Wilson porque no era venezolano sino uruguayo, porque no llevaba maletín, ni fue detenido en Ezeiza, y porque no transportaba 800 mil dólares, sino 332 mil pesos que (a la fecha) vendrían a ser alrededor de 110 mil dólares. Los llevaba adosados al cuerpo en paquetes pegados con cinta adhesiva. Y no los estaba ingresando sino sacando del país, silbando bajito en un ómnibus que se disponía a atravesar el puente de la ciudad entrerriana de Colón y se dirigía a la oriental Paysandú.

El hombre viajaba en un micro del que debieron descender todos sus ocupantes. Aunque se habló de importantes tecnologías, los inspectores de Aduana se guiaron por su olfato aduanero que tuvo eco en “la cara de nervios que tenía el sospechoso”, aclaró un funcionario de Aduanas. Inmediatamente fue detenido y trasladado al juzgado federal de Concepción del Uruguay, a cargo de María de los Milagros Squivo.

¿Qué fue lo que eludió? “Al país se puede ingresar toda la cantidad que se quiera de dólares, pero hay que declararlo en la Aduana –dijo el mismo funcionario–. No importa de dónde proviene, sino lo que se va a hacer acá. En cambio, para salir, sólo se pueden sacar sin declarar 10 mil dólares (que podrán salir en el bolsillo, el cinturón o emplasticados en el cuerpo, da lo mismo). O sea que el uruguayo detenido en Colón omitió el trámite de avisar que llevaba el resto. Está acusado de tentativa de contrabando de exportación de valores.”