Sáb 12.07.2008

SOCIEDAD  › ENTREVISTA A FRANCES KISSLING, CATóLICA Y FEMINISTA

“Las mujeres no deben sentirse culpables por tener un aborto”

Desde 1978 y hasta el año pasado presidió Católicas por el Derecho a Decidir, una organización que promueve la despenalización del aborto sin renegar de la fe. Su visión de la Iglesia, el nuevo feminismo y el futuro del movimiento por los derechos reproductivos.

› Por Mariana Carbajal

Durante más de treinta años fue una de las críticas más despiadadas del Vaticano. Sin embargo, nunca puso en duda su fe católica que –reafirma ella– sigue intacta. Así es Frances Kissling, la mujer que durante 26 años presidió en Estados Unidos Católicas por el Derecho a Decidir, una organización formada por católicas y católicos que defiende los derechos sexuales y reproductivos y promueve la despenalización del aborto. En una entrevista con PáginaI12, Kissling aseguró que en relación con la sexualidad, “la mayoría de los católicos se sienten intimidados por la institución”. También habló sobre los feminismos en este milenio y los nuevos desafíos del movimiento por los derechos reproductivos.

Kissling tiene 64 años. Nació en Nueva York, en una familia de origen polaco de clase trabajadora. Empezó a percibir sus contradicciones con el catolicismo cuando era niña y su madre volvió a casarse luego de un divorcio –cuenta– y empezó a ser señalada como adúltera en la comunidad parroquial. Kissling pensaba que su madre no había hecho nada malo y no entendía por qué la condenaban. De todas formas, nunca perdió su devoción católica. Fue a un colegio religioso y al finalizar la secundaria, las monjas la impulsaron a ingresar en un convento. Tenía 19 años. Apenas duró seis meses: se fue en desacuerdo con la posición frente al divorcio y la planificación familiar. En 1978 se unió a Católicas por el Derecho a Decidir, que tiene su sede en Washington, y cuatro años después asumió su presidencia. Hace un año dejó la organización para darles lugar a las nuevas generaciones. PáginaI12 la entrevistó en Montevideo, donde participó de un congreso sobre derechos sexuales y reproductivos.

–¿Por sigue siendo católica?

–Algunas veces la religión es un misterio. Nací católica, fui bautizada y creo que algunos aspectos del catolicismo son muy buenos. El mensaje de justicia social es muy importante. También pienso que cuando no se coincide con la Iglesia sobre algo, hay que permanecer y luchar desde adentro.

–Lleva más de treinta años en esa lucha. ¿Qué balance hace?

–Los cambios están en las personas, no en la jerarquía. Lo que los y las católicas buscan son personas como yo, que públicamente digan lo que creen. La mayoría de los católicos no está de acuerdo con la Iglesia Católica en relación con la sexualidad, el aborto, los anticonceptivos, pero se sienten intimidados por la institución, por los obispos, por el Papa. Católicas por el Derecho a Decidir y yo personalmente tenemos que darles confianza en el poder del desacuerdo. Muchos creen que son los únicos que piensan diferente, porque no lo dicen en voz alta y no es así. El cambio está en la conducta de la gente. Las mujeres no tienen que sentirse culpables por usar anticonceptivos o por tener un aborto. No pienso que podremos cambiar el pensamiento de la Iglesia durante el tiempo que me resta de vida pero podemos disminuir su poder y su influencia sobre los políticos.

–En algunos lugares...

–En algunos lugares y en algún momento. No en todos lados, no todo el tiempo. Por ejemplo, podemos hablar con legisladores y decirles: “Mire, los católicos que lo votaron no están de acuerdo con la Iglesia. Usted es responsable frente a ellos, no frente al obispo”.

–En la Argentina la jerarquía católica todavía tiene bastante poder en algunas provincias más conservadoras.

–Sí, pero pienso que cada vez tiene un poquito menos de influencia, por varias razones. Los escándalos por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes contra niños le ha hecho perder a mucha gente el respeto por la Iglesia. En Argentina, el papel de la Iglesia durante la dictadura militar... Mire los cambios en la sociedad con respecto a la mujer y después mire a la Iglesia. Todos estos aspectos tienen efectos sobre su poder ¿No han obtenido algunas victorias en materia de salud reproductiva en la Argentina en los últimos años? En ese tema la Iglesia perdió.

–Sí, claro.

–O la ley de divorcio. Lleva tiempo, pero los cambios llegan. Hay que mirar en perspectiva. En Colombia, la Iglesia perdió frente a la despenalización del aborto que se logró hace dos años. Tal vez en Argentina cueste más. En México la Iglesia también perdió: hace un año también consiguió la despenalización en el Distrito Federal.

–¿Cómo analiza el papado de Benedicto XVI?

–Lo mejor de Ratzinger es que no es Juan Pablo II (se ríe). Realmente, lo digo en términos de conexiones políticas, de popularidad, carisma. Juan Pablo II tenía una gran poder sobre todos los líderes de su época como George Bush, Ronald Reagan, Margaret Thatcher por su contribución a la caída del comunismo. La influencia que tuvo en Naciones Unidas, Estados Unidos y el resto del mundo no es comparable. Juan Pablo II siempre viajó y tuvo un gran despliegue por todo el mundo. No hay noticias en los medios sobre Ratzinger. Es un poco aburrido.

–¿Ve un avance de los fundamentalismo?

–Es difícil decirlo. El Opus Dei y otros grupos conservadores en América latina tienen cierto poder, pero creo que nosotros les atribuimos más del que tienen. ¿Están realmente ganando? Se están logrando leyes de educación sexual, de salud sexual y reproductiva, en varios países las leyes de aborto se están liberalizando... El apogeo del conservadurismo fueron los ’90, pero su influencia ha ido decayendo lentamente. Los fundamentalismos hoy no son el gran problema: el gran problema internacionalmente es George W. Bush y las restricciones que ha impuesto a los fondos que promueven la planificación familiar.

–Los derechos sexuales y reproductivos ya están plasmados en tratados internacionales, muchos países los han ido suscribiendo y dictado leyes que los garantizan. ¿Cuál es el desafío en el nuevo milenio?

–Un desafío es penetrar en los medios de comunicación. Los medios están cansados del tema aborto. “¿Qué más vamos a escribir?”, dicen. Aunque no todo se ha dicho, es cierto que es un tema demasiado conflictivo, aburrido y problemático. Para lograr que más gente se convierta en activista de los derechos sexuales y reproductivos tenemos que convencer a los distintos medios de que el problema del aborto debe ser visibilizado, difundido, expuesto. Otro desafío pendiente es resolver el problema de la voluntad política, frente a la influencia de la Iglesia. Muchos políticos creen que el aborto debería ser legal pero no van a votarlo. Y un tercer desafío, interno, es que necesitamos nuevos líderes jóvenes en el movimiento por los derechos sexuales y reproductivos.

–¿Hacia dónde van los feminismos?

–Hay una caricatura del feminismo de los años sesenta y setenta. De algún modo, en Estados Unidos el feminismo no ha crecido, no se ha modernizado, en el modo de hablar, en los temas. Y las mujeres más jóvenes no se conforman con el viejo modelo del feminismo. No creo que las más jóvenes sean menos feministas de lo que nosotras fuimos o somos. No creo que en sus vidas haya más opciones. Quieren ser libres. Hay una relación muy diferente entre trabajo y familia de lo que era para nuestra generación. Nosotras pensábamos primero que lo podíamos tener todo: trabajar, ser presidente de una compañía, cuidar a los hijos, tener una familia, todo, y no lo hicimos muy bien. No fue un modelo muy exitoso.

–Usted no se casó.

–Yo nunca me casé, no tuve hijos. Fue una decisión. Me gustan los hombres, me gusta el sexo, tuve distintas relaciones. Pero pensaba que el casamiento estaba pasado de moda. Pienso que por el éxito de las “relaciones de género”, las más jóvenes no tienen tanto ego para balancear la vida familiar y el trabajo. Pueden tener una familia, quieren una relación de igualdad con los hombres y pueden tenerla y lo pueden tener por el trabajo que hicimos las viejas feministas.

–En algunos países, como España, desde el movimiento de mujeres se plantea como lucha la reivindicación al derecho de ser madre.

–Se puede creer en la igualdad para las mujeres y los varones y ser madre. Y ser una madre que no vaya a trabajar. Nosotras teníamos una visión más limitada de lo que debía ser el símbolo público del feminismo: la mujer tenía que estar afuera trabajando en el mundo de los hombres. Usted no tiene que hacer eso para ser una feminista. No tiene que hacer nada. Podés no trabajar y ser una persona realizada, completa. Es muy interesante lo que pasa en los Estados Unidos. Hillary Clinton, que es una vieja feminista, hizo campaña como un hombre y Barack Obama como una mujer.

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