Lun 30.09.2002

SOCIEDAD  › MARTHA PELLONI, MONJA, DOCENTE, ACTIVISTA

Una monja por los feudos

El caso María Soledad hizo conocida a esta hermana a la que le cuesta el voto de obediencia y a la que terminaron “trasladando” de Catamarca a Corrientes para que no moleste. En su nuevo destino de inmediato denunció el desembozado tráfico de chicos a Europa. Es que la habían mandado a otro “feudo provincial”. La política, la injusticia y la autogestión en la experiencia de alguien que no para de pelear.

Por María Esther Gilio

La fama de la monja Martha Pelloni viene de hace doce años, cuando levantó Catamarca y consiguió justicia en el caso María Soledad. Hoy cambió de provincia pero su entusiasmo y su amor por la justicia siguen intactos. Llegó corriendo, pidiendo disculpas y dando explicaciones que nadie le pedía pues sabíamos que ese día, como la mayoría de los suyos, había sido dedicado desde muy temprano a quienes la precisan: mujeres sin trabajo, niños con hambre, viejos sin techo. Y, además, reuniones con quienes, como ella, buscan resolver estos problemas en lo inmediato y en lo definitivo.
–¿Qué quiere decir pertenecer a las carmelitas misioneras?
–Quiere decir que estamos al servicio de las necesidades de la Iglesia. La congregación fue fundada después de la Guerra Española y su fundador tuvo a la vista el mal y la ignorancia que la guerra había dejado. Hoy, para nosotros es la corrupción, la falta de democracia y todos los problemas sociales que este modelo acarrea, modelo que nada tiene que ver con lo evangélico.
–¿Nunca le reprocharon, en la congregación, que se metiera en problemas tan terrenales?
–No, porque esta tarea está entre aquellas a las que aspiraba el fundador.
–¿Cómo eligió este camino que sigue hoy en lo religioso y lo social?
–Yo diría que desde muy chica me enamoraba de todo. Hice magisterio, profesorado de filosofía, ciencias de la educación. Y bueno... esa inclinación, esa necesidad de dar amor constituía una real problemática que sólo pudo resolverse cuando decidí entrar a esta congregación.
–El amor de una familia, el amor de un hombre...
–Una familia me quedaba chica, un hombre... el amor de un hombre también. Es el amor a la gente que me llevó a esta labor misionera.
–Cuéntenos un poquito de su infancia.
–Tuve una infancia muy linda. Somos cuatro hermanos, mi padre era veterinario militar, por lo cual a pesar de haber nacido en Buenos Aires pasé mucho tiempo en provincias, en lugares de frontera.
–Allí, seguramente vivió de cerca los problemas de la gente. Las provincias de frontera son las más pobres.
–Sí, era a mediados de los cuarenta. El primer grado lo hice en Jujuy y luego cambié ocho veces de ciudad y de colegio. El último fue el de las Carmelitas en Olivos. Y en ese momento me enamoré de Jesús. Imagen de hombre, de valores, de camino.
–Qué aspecto de todo eso que Jesús posee le resultaba más importante.
–Ah... era un hombre de pueblo, un hombre de valores, un educador. Y bueno, con todo esto vino mi vocación por la vida religiosa, en comunidad, en fraternidad.
–En cuanto a los votos en su congregación... ¿son los comunes?
–Sí: castidad, pobreza y obediencia.
–Obediencia es el que le cuesta más.
–Sí –dice luego de pensarlo–. Obediencia es el que a mí más me cuesta. En un libro que hice con una periodista, yo digo que cuando terminé mi formación, antes de los votos, recuperé mi personalidad.
–¿Qué pasó en esos cuatro años?
–Me infantilicé.
–¿A partir de qué?
–A los 22 años una entra... o mejor, entraba, porque ahora no es así, entraba en algo así como un molde común.
–La diversidad no se aceptaba.
–Había un modelo de vida religiosa tanto en lo interior como en lo exterior que debía ser aceptado. Tuvo que pasar un tiempo para que pudiera aceptarme a mí misma, recuperarme tal como era.
–¿A partir de qué cosas concretas?
–A partir de mi vida apostólica. Era maestra, profesora, y tenía mis propios criterios e identidad para ser docente. En correntino diría que estaba muy enchamigada con la juventud. Yo trabajé treinta años formando jóvenes. Creo que me desenvuelvo bien en esa tarea, la cual me gusta especialmente.
–¿De ahí arranca su acercamiento a María Soledad?
–Cuando empecé a trabajar con jóvenes me di cuenta de varias cosas. Que tenía ascendiente con las chicas, gran posibilidad para orientar. Nunca tuve un problema de disciplina. Mi oreja siempre estaba dispuesta a escuchar. Y cuando, luego, me tocó lo de María Soledad, ahí me di cuenta de cuántas posibilidades tenía de llevar adelante una tarea como la que llevé.
–Se dio cuenta de que tenía carisma, capacidad.
–Yo ya me había dado cuenta de la facilidad con que podía influir a partir del contacto con los jóvenes. Pero era de puertas adentro. Lo de María Soledad tuvo otra dimensión.
–Cuénteme los pasos fundamentales en el caso María Soledad. ¿Cuando ocurrieron los hechos ya la conocía?
–Claro, era mi alumna. Fueron sus padres quienes me imponen de la necesidad de hacer algo. Empezamos a hablar y se nos ocurrió que era necesario convocar a las fuerzas vivas. Reunidos con un buen número de personas formamos una comisión de proesclarecimiento y justicia. Ahí todos dijeron que yo debía ser la presidente. Yo dije que no. Que el presidente tenía que ser el papá. Entre otras cosas porque la congregación podía plantearme problemas.
–¿Qué fue lo que más le chocó y movilizó del hecho?
–El encubrimiento judicial y político. Yo pude ver rápidamente la connivencia entre el gobierno, la policía y el Poder Judicial.
–Ese era un cerco prácticamente infranqueable.
–Era de terror.
–Esto se da en una de las provincias que se catalogan como feudos. Cuénteme un poco cómo es que funcionan estas provincias.
–Estas provincias están en manos de familias que tienen todo el poder y todo el dinero. El cual, hoy, viene del narcotráfico.
–¿Son familias vinculadas con la droga?
–Sí, sí, lo son. Actualmente lo son.
–¿Cuáles son las provincias que aparecen con estas características?
–Las que tienen gobiernos con estas características son Salta, Santiago del Estero con Carlos Juárez. En este momento Catamarca está más calma en ese aspecto. De cualquier modo la mentalidad de la gente no ha cambiado.
–¿San Luis con el ex presidente por dos días, Rodríguez Saá?
–También. Corrientes con Tato Romero Feris.
–Cuéntenos cómo viven, qué cosas caracterizan a estas sociedades.
–En el poder no hay una persona sino una familia con miembros en todos los lugares que importan. La riqueza proviene de medios inmorales e ilícitos. No hay partidarios políticos sino clientes. En Corrientes se dan cien pesos por familia, las cuales luego apoyan en todo.
–¿Quién los da?
–El gobernador que los daba estaba preso, así que los da su esposa, que es la intendente.
–El gobernador estaba preso.
–Bueno... eso es una historia. Este hombre estaba desde vieja data en el gobierno. En un momento, los maestros, a quienes no se les pagaba el sueldo desde hacía cuatro meses, decidimos autoconvocarnos y en los lugares de trabajo en lugar de dar clases, trabajamos en el sentido de cambiar la mentalidad política para poder tener un gobierno democrático y no un gobierno feudal como el de Romero Feris.
–¿Cuánto hacía que estaba en el gobierno?
–Entre él y el hermano que estuvo primero, más de veinte años.
–Ustedes entonces empezaron esta lucha. –Sí, éramos docentes que empezamos reuniéndonos en asambleas locales que más tarde pasaron a ser provinciales. Así, avanzando, logramos también levantar una carpa blanca en una plaza, a la cual se llamó Plaza de la Vida. Y ahora viene lo mejor.
–¿Qué fue lo mejor?
–Que cuando nos quisimos acordar habían levantado en la plaza una carpa de desocupados, otra de comerciantes, otra de empleados judiciales. Toda la provincia estaba con su carpa en la plaza. Todas las tardes a determinada hora se incitaba al gobierno a través de un micrófono para que saliera a dar una explicación. Esto hasta que logramos voltearlo.
–Sin elecciones.
–¡Claro! Sin elecciones. Tuvo que renunciar. Después de una campaña durísima. A mí me odiaba. Tuvo conmigo agarradas por radio, en las que terminó insultándome. Me decía que no tenía nada de católica y me trataba de señora.
–¿Por qué fue a dar de Catamarca a Corrientes?
–La congregación me sacó. Yo creo que porque molestaba.
–¿Cómo se portó ahí su “obediencia”?
–Acepté el traslado. No dije nada. Obedecía. La congregación me sacó, pero yo creo que esto respondió a un pedido. Aunque nunca supe bien.
–¿Qué le hace pensar eso?
–El gobernador de Catamarca era muy amigo del presidente Menem y a su vez del obispo.
–Entre los dos la sacaron. Me dijo que se había formado una comisión que presidía el padre de María Soledad. A partir de ahí se organizaron las marchas pidiendo justicia. ¿Qué sabían ustedes de los hechos?
–Ya desde el primer momento sabíamos que había encubrimiento, pues supimos cómo habían pasado las cosas a través de gente que vino a contarnos.
–¿Gente que había presenciado cosas?
–Hay el caso de dos viejitas que fueron asesinadas en vinculación con el hecho. Ellas estaban en un té canasta en casa de la mamá de Ramón Saadi, el gobernador, cuando llegó a la casa la mamá de Guillermo Luque, Beba Luque, diciendo “¿saben qué pasó? Mi hijo mató a una chinita”. Cuando dijo eso, tal vez creía que la había matado con el auto. No sé. Pero no era con el auto.
–¿Una chinita dijo?
–-Sí, es la manera que tienen allá de decir, “una negrita”, “una cualquiera”. Al día siguiente esta señora tuvo que llamar a todas las personas que habían estado en el té y para cerrarles el pico les regaló por su silencio, un viaje a Chile con todo pago. Todo pareció taparse. Un manto de silencio fue cayendo.
–Mientras tanto ustedes que sabían la verdad...
–Yo hice una denuncia que me valió una acusación por calumnia y un juicio.
–La denuncia la hizo a través de la prensa.
–Sí, pero no de la prensa de mi provincia, que estaba toda comprada. Fue la prensa de otras provincias, y sobre todo de Buenos Aires, que me ayudó a socializar el tema –dijo y quedó callada.
–Se quedó pensando.
–Sí, porque hay cosas que uno no puede decir. Yo tengo miedo todavía.
–No las diga... Ocho años pasaron antes de que se hiciera un juicio que llevara a los asesinos a la cárcel. ¿Por qué ocho años?
–La estrategia de ellos era que se fuera perdiendo la fuerza de quienes querían justicia.
–Hubo un primer juicio que se anuló gracias a la fuerza de la gente. ¿En qué se basaron para conseguir la anulación?
–El primer juicio fue una fantochada total. Los acusados quedaban presos no por homicidas, sino por falso testimonio. Habían pasado muchos años, de hecho, las personas que habían declarado en el primer momentoconsiguieron que en el juicio su declaración fuera cambiada de manera muy sutil.
–Ese juicio se transmitía por televisión.
–Eso fue lo bueno. La televisión permitió que se vieran las señas que se hacían entre sí fiscales y acusados. La televisión mostró al desnudo la corrupción en el juicio. Esto llevó a que se prohibiera la transmisión, mientas el juicio seguía.
–Como respuesta se levantó el país entero.
–Lo cual llevó a la anulación del juicio.
–Son muchas las cosas que están en la base de los actuales movimientos populares. El caso de María Soledad creo que es una de esas cosas. La gente tuvo posibilidad de medir sus fuerzas.
–Sí, fueron ocho años de lucha en los que se aprendió mucho sobre lo que puede el pueblo cuando se pone. Ellos postergaron el juicio para debilitar, borrar, hacer olvido. Pero el pueblo no olvidó ni dejó que la indignación se borrara.
–Finalmente el fallo fue por violación y homicidio.
–Sí, aunque fue incompleto porque el encubrimiento realizado por la Justicia, el gobierno y la policía no se esclareció. Y era bastante grave porque murieron tres personas. Las dos viejitas que estaban en el té canasta que no aceptaron el viaje a Chile, una de ellas dijo que hablaría. Simularon un asalto y una noche entraron a la casa y las mataron. Y también mataron a un colectivero a quien confundieron con el que había declarado haber visto cuando tiraron el cuerpo de María Soledad.
–¿Qué hizo el que había declarado cuando vio que habían matado al otro?
–Vivió mucho tiempo escondido. Claro, tenía miedo. Pero tenemos, además, al padre Carrizo que sabía muchas cosas. Algunas de las cuales me confidenció. También se puede decir que a él lo mataron. Tenía una úlcera sangrante muy grave y cuando debían internarlo, para hacerle una transfusión, alguien dio la orden, nunca se supo quién, de llevarlo al aeropuerto diciendo que debían trasladarlo a Buenos Aires. Lo del traslado era mentira y el padre se fue en sangre. Esa anoche murió en el sanatorio de los Jalil, parientes de los Saadi, que era a donde debían haberlo llevado en primera instancia. Cuando llegó al sanatorio, ya medio muerto, tampoco le hicieron la transfusión. Esta muerte fue denunciada pero no investigada.
–¿Cómo murió, concretamente, María Soledad?
–Ella intentó defenderse de la violación. Fueron cinco los que la violaron.
–Ella estaba enamorada de Luque, que la entregó.
–El, para que ella se quedara quieta mientras la violaban sus amigos le dio una cachetada que le provocó un vómito de sangre que la ahogó. Cuando se dan cuenta de que está muriendo la llevan al sanatorio de los Jalil, pero ya no hay nada que hacer. Soledad muere. Ahí, un hombrecito, que vigilaba autos, vio cuando entraban al sanatorio el auto de Luque y declaró. Después, entre el primero y el segundo juicio, tuvimos que mantener a este hombre escondido porque de otra manera lo habrían matado.
–En un momento, entonces la congregación la traslada a Corrientes. Allí también encontró qué hacer.
–Sí, en cualquiera de las provincias feudales hay mucha, muchísimas cosas para hacer. En Corrientes se destapó la olla del tráfico de niños. Las empleadas domésticas de las familias ricas en Corrientes, a cambio de conservar el trabajo cama adentro, cuando quedaban embarazadas eran a menudo empujadas a entregar el bebé. El cual era vendido.
–¿Está hablando de algo realmente frecuente?
–Tan frecuente que en cuanto llegué a Corrientes empecé a recibir llamadas de chicas cuyos hijos habían sido vendidos a parejas de Italia, Francia, Alemania.
–¿Qué querían que hiciera?
–Que las ayudara a recuperar sus criaturas. Eso era imposible, pero sí pude movilizar el ambiente para parar con ese comercio en el que estaban comprometidos nada menos que la asesora del Juzgado de Menores y su marido, un conocido abogado.
–¡Una asesora de menores en complicidad con un abogado que es su marido! Si fuera un argumento de ficción lo criticaríamos por barroco.
–Más adelante se comprobó que este comercio existe en todas las provincias. Más en las más pobres, claro.
–Santiago, Formosa, el Chaco.
–Esto hizo que me transformara en un referente para muchísima gente. Me llaman y ahí, donde me necesitan, si puedo hacer algo, lo hago.
–Además está trabajando en la CTA.
–Sí, con Víctor De Gennaro, una persona admirable. En este momento hemos constituido el Frente Nacional contra la Pobreza, por el Trabajo y la Producción. Hoy a la tarde nos reunimos para encarar el tema del hambre.
–¿Qué proponen?
–Se propusieron muchas cosas. Yo propuse algo que fuera inmediato, factible, de trabajo de base y que se constituyera en un mensaje muy claro para el Gobierno. Yo digo que por manzana se haga en una casa, una olla popular diaria. Que cada familia dé lo que puede, dos papas, una taza de fideos, lo que sea... Y en lugar de que esa comida se sirva y se coma en la calle, se la vaya a buscar con una cacerola y se lleve a la casa, lo cual, creo, da al hecho una mayor dignidad. Por otra parte si algunos de los que aportaron, no necesitan comer de esa olla, tendrán en cambio la satisfacción de haber realizado un acto solidario.
–¿Cuál sería el mensaje que, dijo, deseaba pasar al Gobierno?
–El Gobierno ya no existe. No existe el Estado, no nos da trabajo, ni nos da de comer. El Gobierno somos nosotros. Estamos buscando lo alternativo desde la solidaridad. Por otra parte es muy fácil organizar una manzana. Sería difícil organizar un movimiento y tantas otras cosas, pero una manzana para hacer una comida al día claro que es fácil.
–¿Es verdad que Menem le ofreció un cargo público en Catamarca?
–Me ofreció la vicegobernación.
–¿Qué le dijo?
–Que ésa no era mi misión. A mí me gustan el trabajo y la docencia social y no la partidaria.
–Siente que en lo partidario empequeñece su trabajo.
–Claro.
–¿Cómo ve este papado?
–Yo creo que hay, realmente, una salvaguarda de la ortodoxia del Vaticano, muy claramente manejada.
–Ratzinger no es el mejor consejero que podía tener el Papa. Aunque seguramente él lo eligió. Lo recuerdo hace unos años, en Brasil, hablando sobre la Teología de la Liberación. “Esa babosería”, dijo.
–Nosotros somos defensores de la Teología de la Liberación porque entendemos que la moral de situación existe. Es decir, cada situación responde a una realidad que debe ser considerada. Y creo que como católicos no debemos ignorar lo que la situación está exigiendo. A mí, opinar sobre la ley de salud reproductiva me ha costado que un obispo me prohibiera la entrada a su provincia.
–Es fácil entender que la Iglesia no acepte el aborto, pero es muy difícil entender que no acepte la anticoncepción.
–¿Cómo se puede negar el uso del preservativo? Primero por nuestros jóvenes, que de otra manera se exponen al sida y segundo, ¿en qué sentido es benéfico que en una familia sin recursos nazcan ocho, diez, catorce hijos? A mí me ha tocado gente en el campo, que me dice “hermanita, éste es inocente, nació inocente. Es angelito”.
–Hablaba de un discapacitado...
–O si no, “Este otro, hermanita, está en tercer grado y ¿sabe? un solo problemita tiene, es desmemoriado, nació sin el aparato de la memoria, entonces no aprende a leer ni a escribir”. Se trata, en general, de la discapacidad que viene de la mala alimentación de la madre durante el embarazo. Yo, a las monjitas que están haciendo misión en el campo, les pido que expliquen los cuidados para evitar el embarazo y el sida. Yo tengo la conciencia tranquila, Dios no puede querer que nazcan hijos de padres alcohólicos al punto de que los últimos sean directamente discapacitados. A las médicas, que trabajan allí voluntariamente, les digo, que si no pueden entregar preservativos y enseñar –no es fácil esta tarea en el campo– acepten las proposiciones de mujeres que con muchos hijos quieran hacerse ligazón de trompas.
–Hermanita, usted va a ir presa. En la Argentina la ligazón de trompas es un delito.
–No, no, por favor, tengo mucho que hacer todavía.

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