SOCIEDAD
Un preso contó en un juicio cómo salía de Caseros para ir a robar
En el juicio por el caso Dolli se mencionó a uno de los detenidos con salidas para robar: es el mismo que “escapó” hace poco del penal de Ezeiza.
› Por Carlos Rodríguez
La Justicia comenzó a desandar el oscuro túnel que debería conducir al esclarecimiento del supuesto asalto contra el restaurante Dolli, ocurrido en 1998, que derivó en el virtual fusilamiento de un cabo de la Policía Federal. La autoría del hecho es compartida por un delincuente que tiempo después fue asesinado en la cárcel y un guardia del Servicio Penitenciario Federal (SPF) que está en el banquillo de los acusados. El caso dejó al desnudo la corrupción en el SPF de esos años, porque otro detenido –que también es juzgado, aunque no por el homicidio del cabo Rubén Juárez– reveló que él y otros internos tenían salidas ilegales, permitidas por los guardias, para cometer delitos y retornar luego a la ex Unidad 1 de Caseros. El preso Alejandro Hebert Núñez ratificó sus dichos sobre las salidas subrepticias, pero en forma paralela al juicio se reactivaron las sospechas de corrupción actual en el SPF, a partir de una reciente y extraña fuga del Complejo 1 de Ezeiza, cuyo protagonista principal es uno de aquellos presos “autorizados” para salir a despuntar el vicio de robar.
“Es el único prófugo que queda de los cuatro que escaparon de Ezeiza y ahora tiene miedo de que lo maten”, aseguró a Página/12 una fuente allegada a la causa. Se refería a la situación que vive Reinaldo Fabián Maini, quien el 6 de julio pasado escapó, junto con otros tres presos que luego fueron recapturados, del Complejo Penitenciario 1 de Ezeiza, considerado, y con razón, un lugar inexpugnable. “Salvo que alguien de adentro te dé una mano”, acotó anoche una fuente oficial consultada por este diario. Maini estuvo vinculado a la causa que ayer llegó a juicio oral, pero finalmente quedó afuera por falta de pruebas de su intervención en el fallido –o tal vez inexistente– intento de robo en Dolli.
Por el homicidio del cabo Rubén Juárez, ocurrido en la madrugada del 18 de julio de 1998, son señalados como autores Maximiliano Noguera Brizuela y el agente penitenciario Cristian Alberto Franco, alias “Sapo”. Mientras Noguera Brizuela fue asesinado por otro interno en enero de 2000, en el penal de Caseros, el Sapo Franco sigue preso, aunque reiteró ayer que es “totalmente inocente”. Según Franco, para la fecha en que ocurrió el crimen estaba postrado tras una internación en la Clínica Quilmes donde se le hizo “una punción lumbar”. Los médicos, sin embargo, aportaron al Tribunal Oral 5 documentación que certificaría que antes del 18 de julio de 1998 “estaba en condiciones de valerse por sus propios medios”.
La noche en que mataron a Juárez, en la puerta de Dolli, en el barrio porteño de Palermo Chico, se escucharon “entre 6 y 8 disparos”. Las balas mortales partieron de una pistola High Power, calibre 9 milímetros, que había sido robada poco antes del hecho. Hay dos versiones: una dice que el arma fue accionada por Noguera y la otra lo incrimina al Sapo Franco. La controversia pierde fuerza, en lo práctico, ya que la Fiscalía le imputó a Franco una intervención como “partícipe necesario” del delito de “homicidio calificado” por la alevosía. De ese modo se le atribuyó la autoría directa al fallecido Noguera, pero como está demostrado que Franco iba con él, de todos modos le cabe la posibilidad de ser condenado a cadena perpetua, aunque quede como “partícipe necesario”.
Núñez afirmó ayer que la High Power estaba en manos de Franco –versión que la Fiscalía desechó en primera instancia– y que Noguera llevaba un FAL (Fusil Automático Liviano) que pertenecía al SPF. El arma larga sólo fue disparada una vez, cuando los asesinos escaparon del lugar, pero dejó su huella porque se les cayó un cargador entero que permitió identificarla. Tal como surge de la declaración de Núñez y del mismo relato de los hechos, en Dolli sólo hubo un asesinato a mansalva y en ningún momento se intentó un robo. Según Núñez, los autores del crimen fueron a buscar una “venganza”. El blanco no parecía ser el cabo Juárez sino otra persona. El custodio habitual del restaurante Dolli era un miembro del SPF, según informó este diario en su momento.
Durante la incursión en Dolli, Noguera y Franco estuvieron acompañados por dos jóvenes, Oscar Chazarreta y Pablo Argañaraz, quienes también estáncomo imputados en el juicio oral que comenzó ayer. De los cuatro acusados que siguen vivos, solo Franco está por el homicidio. Los otros tres son acusados por tres robos sucesivos, previos al suceso de Dolli, y por el encubrimiento del homicidio. Según Núñez, durante el asesinato de Juárez, mientras Noguera o Franco disparaban, en la calle aguardaban Chazarreta y Argañaraz en un Renault Clío. Allí también habría estado, en un Fiat 147, “presenciando lo que ocurría”, un oficial del SPF de apellido Romero, que era jefe de Seguridad Interna en el penal de Caseros.
Según Franco, a Romero también le decían “Sapo”. De esa forma insinuó que hay “Sapo” encerrado. Lo único definitivo es el crimen del cabo y el resto está por verse. En torno de la causa abundan las dudas y también las muertes: la del cabo, la de Noguera, la de otro detenido llamado Miguel Arribas y la de una cuarta persona, familiar de otro personaje del caso. A las dudas se suma la extraña fuga de julio en Ezeiza.