Mié 23.01.2002

SOCIEDAD

Masivo viaje a la Antártida para recordar cien años de una odisea

Un siglo atrás, 29 hombres de una expedición sueca se quedaron varados dos años en la Antártida. Sobrevivieron cazando focas y pingüinos hasta que un barco argentino los rescató. Ahora 120 suecos viajan para recordarlo. Algunos son familiares, otros buscan la aventura.

El objetivo es llegar al continente blanco como aquellos 29 hombres que, hace cien años, vivieron una odisea en la Antártida. Más de un centenar de suecos intentarán imitar a sus antecesores con una travesía peculiar. Entre el 25 de enero y el 3 de febrero, viajarán al mismo lugar donde entre 1901 y 1903 un grupo de científicos de ese país –y un argentino– quedaron aislados a la espera de un buque se hundió, cazando focas y pingüinos y soportando temperaturas de 45 grados bajo cero. Entre los viajeros actuales hay familiares de aquellos precursores pero también turistas en busca de nuevas sensaciones. Ayer brindaron en la embajada sueca.
“Para nosotros es un sueño que ha llegado a realizarse”, contó Otto Berg, uno de los siete nietos de Otto Nordenskjöld que participa de la expedición. Su abuelo fue el científico que comandó el histórico viaje que se convirtió en leyenda. “El 21 de diciembre de 1901, Otto llegó a Buenos Aires con el buque ‘Antartic’”, recordó Ricardo Capdevila, curador del Museo Antártico Argentino. El especialista relató cómo, en el marco de una promoción del conocimiento antártico, el grupo de Nordenskjöld logró obtener apoyo del gobierno argentino, que le aportó fondos y materiales. Así fue como el alférez José María Sobral su sumó a la expedición.
“El buque navegó al sur, recaló en Ushuaia y siguió por la costa occidental hasta que llegó a la zona de Cerro Nevado donde se decidió instalar una cabaña para pasar el invierno”, informó Capdevila. Durante todo 1902 se hicieron estudios científicos de diversas disciplinas pero cuando el barco debía pasar a recoger a los especialistas y tripulantes, no pudo llegar. “El mar estaba absolutamente congelado, por eso tres hombres del buque bajaron en Bahía Esperanza para ir a pie hasta el Cerro Nevado a avisar a los otros que el barco no podía pasar”, continuó.
El Antartic no tuvo suerte: se hundió en esa enorme masa de hielo y sus tripulantes alcanzaron a refugiarse en la isla Paulet. “Los de Cerro Nevado subían todos los días a un mirador para observar si se acercaba algún barco”, dijo Capdevila. Las autoridades argentinas enviaron a la Corbeta Uruguay al rescate y tuvieron éxito. En Marambio (donde está la actual base argentina) salvaron a dos hombres que habían acampado en plan de caza, preparando comida para una posible tercera invernada. Luego, siguieron camino hasta Cerro Nevado y Paulet, donde subió el resto de los hombres. Uno murió a causa de un problema cardíaco.
“Mi papá tenía 21 años cuando viajó y fue elegido entre una terna de oficiales de la marina”, dijo Ake Sobral, hijo de José María. “Al principio comían lo que habían llevado pero cuando se les acabó cazaban focas, pingüinos y también pescaban”, comentó. Además, hacían ropa y calzado con piel de foca. Para su hijo, el oficial “siempre tuvo confianza en que lo iban a ir a buscar y cuando llegó el buque fue un poco como el ‘happy end’ de la historia”. Sobral nunca más volvió a la Antártida. En 1904 se retiró de la Marina y se fue a Suecia a estudiar Geología, donde se casó y tuvo a cuatro de sus nueve hijos.
Además de los que tienen parte de sus raíces en esta historia, están aquellos que encontraron en la Antártida un buen destino para sus vacaciones. Mónica y Sven Corlin serán de la partida, tras pagar 8.000 dólares cada uno por el viaje. “Hubo avisos en los diarios suecos y también estaba en los catálogos de las agencias de viaje”, confió a Página/12 Sven. Su mujer, que enseña biología, está fascinada por la posibilidad de conocer la fauna del lugar “más que nada los pingüinos”.
El secretario de Turismo, Daniel Scioli, sostuvo que el evento “tiene un gran significado por los momentos que vive la Argentina y es una muestra de la fe y la confianza del pueblo sueco”. Por su parte, el secretario de la Asociación Polar Sueca, Fred Goldberg, elogió el trabajo del Museo Antártico en la preservación de la cabaña original, que viene restaurando desde la década del ‘80 el equipo de Ricardo Capdevila. El lugar donde vivieron los 29 personajes de la historia es una cabaña de madera, prefabricada en Suecia, de 6 metros por 4, donde debieron soportar hasta45 grados bajo cero de temperatura. “En aquel momento ir a la Antártida era un trabajo heroico, había que esforzarse muchísimo”, señaló Enrique Marschoff, director del Instituto Antártico Argentino. Cien años más tarde, 120 suecos están listos para desafiar al destino y vivir su propia aventura.
Producción: Romina Ruffato

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