“Se están llevando un pedazo de nuestra identidad como ciudad”, lamentó ofuscado Santiago Hernández, después de ver cómo un camión se llevaba una pila de adoquines de madera. Hernández vive a una cuadra del pasaje Chirimay, en el barrio porteño de Caballito, una calle angosta que, bajo una fina capa de cemento, escondía las piezas de quebracho, un testimonio de la Buenos Aires de principios de siglo XX. Hasta hace una semana cuando, en el marco de obras de repavimentación, el gobierno de la ciudad comenzó a levantar el asfalto llevándose con él los pedazos de madera antigua. Un grupo de vecinos –Hernández entre ellos– presentará un petitorio ante las autoridades porteñas para solicitar “un plan de gestión de recursos culturales en donde se jerarquice la importancia de ciertos lugares de inigualable importancia patrimonial para la ciudad y se los proteja”, comentó Horacio Mosquera, otro vecino.

“Se trata del primer tipo de consolidación de los caminos de la ciudad a modo de calles. Nuestra intención no es frenar las obras públicas, sino evitar que destruyan el patrimonio histórico de Buenos Aires”, fundamentó Hernández. Según sus cálculos, el pasaje Chirimay conforma dos de las únicas doce cuadras porteñas que aún conservan en sus entrañas los pequeños bloques de madera que, hacia fines de siglo XIX y principios del pasado cubrían las calles más coquetas de la ciudad.

El objetivo de la mesa que desde esta mañana instalarán en la esquina de Chirimay y Ramón Falcón –a una cuadra de la ruta del tranvía histórico, que circula por Hortiguera sólo los fines de semana– es informar a los vecinos sobre la importancia de la preservación del patrimonio. Levantarán firmas de adhesión a un petitorio que será presentado al jefe de gobierno, Mauricio Macri “para evitar que continúe la destrucción de la identidad histórica de la ciudad”.