Jue 16.10.2008

SOCIEDAD  › DECLARACIONES POR LA FUERZA EN EL TRIPLE CRIMEN

A la caza de los testigos remolones

Fue una caza de testigos remolones. La ordenó ayer el juez federal de Campana, Federico Faggionatto Márquez, a cargo de la causa que investiga “la ruta de la efedrina”. Fueron detenidos por la policía un médico y una camarera de Pilar, ambos testigos en el caso del triple crimen de General Rodríguez. También el dueño de un almacén con verdulería y carnicería en el barrio de Devoto, que ya había declarado ante este juez.

El médico es el cirujano Gustavo Ricchiuto, quien habló con la fiscal Ana Yacobucci sobre sus vínculos laborales con José Luis Salerno, socio de Damián Ferrón, uno de los empresarios asesinados. Las relaciones entre el triple crimen y el laboratorio de metaanfetamina manejado por los narcos mexicanos motivaron el pedido de Faggionatto Márquez. El pedido fue cursado dos veces, pero el cirujano nunca apareció por Campana. Finalmente, el viaje le salió gratis: se lo llevaron en un patrullero.

Su declaración duró ocho horas y según Miguel Angel Pierri, abogado de la viuda de Sebastián Forza, uno de los empresarios asesinados, Ricchiuto “realizó serios aportes a la investigación no sólo de la ruta de la efedrina sino también sobre sospechosos del triple crimen”. Entre los posibles asesinos mencionados por el cirujano figurarían dos personas ligadas al rubro de medicamentos, a quienes Forza habría denunciado por amenazas y un joven que habría sido personal trainer de dos víctimas, Leopoldo Bina y Ferrón, en un club de Liniers.

El caso de la camarera del bar del Edificio Concord en Pilar fue distinto. María Jimena Tomasek ya había declarado ante la fiscal que instruyó la investigación en Capital Federal y ante el juez de Campana. En ambas oportunidades negó conocer a la gente que se reunía con Forza, quien era habitué del bar.

Faggionatto Márquez consideró que su testimonio fue insuficiente y “confuso”. Volvió a citarla, además, porque varios testigos aseguraron que tiene información sobre un mexicano de nombre “Rodrigo”, al que la Justicia procura localizar. La camarera había negado esta información, aunque, según su abogado, dio los nombres del contador del empresario y de su guardaespalda, apodado Tío Julio.

La última presa del juez de Campana fue un almacenero que había testificado en su tribunal y que ayer volvió en calidad de imputado. A Armando Giulliani se lo acusa de intermediar entre los dueños de las droguerías y los mexicanos que elaboraban metanfetamina en la quinta de Ingeniero Maschwitz. El auto que solía manejar, un Volkswagen Passat, fue visto varias veces en Maschwitz. Giulliani justificó el hecho diciendo que llevaba comida a la banda, los martes y jueves. Varios testigos afirman haberlo visto otros días también.

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