“Para mí el que mata tiene que morir, pero eso no es pena de muerte.” Es Susana Giménez, la popular conductora televisiva, en su extraño intento de aminorar la polémica que causaron sus declaraciones luego del asesinato del florista Gustavo Lanzavecchia, uno de sus colaboradores. Desde la provincia de San Juan, y luego de asegurar que “todo el país piensa como yo”, Giménez se dio el lujo de aconsejar a los organismos de derechos humanos: a las villas “tendrían que ir los de los derechos humanos a meterse, porque están matando a toda una generación”. El rechazo a las medidas “propuestas” por la conductora para combatir la inseguridad no se hizo esperar. El oficialismo y la oposición coincidieron en distanciarse y condenar los dichos de Giménez. Según los investigadores del caso, no fue un simple robo: los cinco protagonistas del hecho –los tres supuestos ladrones, el florista y el policía– se conocían.

El viernes a la tarde, Lanzavecchia fue asesinado a puñaladas y un policía fue herido, durante un asalto en una vivienda de Lomas del Mirador. Poco después de conocido el hecho, la conductora convocó a una conferencia de prensa en la puerta de su casa de Barrio Parque. Habló y mucho: “El que mata tiene que morir”, “y basta con que son menores” y, también, “basta con los derechos humanos y esas estupideces”. Por entonces, la “diva” aún desconocía que la investigación policial por la muerte de su colaborador gira en torno del conocimiento que tanto víctimas como victimarios tenían entre sí antes del trágico desenlace. El hecho no encuadraría, entonces, dentro de los delitos (como el robo) por los cuales “la gente vive encerrada y los ladrones sueltos”, como aseguró Giménez.

En realidad, para los investigadores, los datos para caratular la causa como robo no cierran por ningún lado: si los delincuentes quisieron robar el auto de Lanzavecchia, alertados por una aviso en el diario, no tiene sentido llevar un cuchillo para amedrentar. Otro dato confuso: el policía sólo sufrió lesiones leves, por lo tanto, se convierte inmediatamente en testigo. Entonces, por qué no matarlo también. Por último, ayer se encontró en Pontevedra el auto que los supuestos ladrones quería robar: el vehículo estaba totalmente quemado.

Una de las hipótesis que manejan los investigadores es que el brutal crimen se produce en el marco de un encuentro sexual entre los protagonistas. También sospechan que el terrible final se produce en momentos en que los asesinos estaban drogados o alcoholizados. El móvil no sería un simple robo, aunque no se descarta que falten objetos de valor de la casa del florista.

De todas maneras, Giménez retomó la polémica. En una confusa afirmación, y tras remarcar su condición de “católica”, buscó aclarar: “No quiero la pena de muerte, pero tampoco quiero que si un tipo es un sádico y mata, tenga un mes de cana porque tiene 18, 15 o 16 años. Eso no es normal. Para mí, el que mata tiene que morir, pero eso no es la pena de muerte”, sostuvo la conductora mientras participaba de la Fiesta Nacional del Sol en San Juan.

El ministro de Justicia, Aníbal Fernández, rechazó públicamente los dichos de Giménez al sostener que “está comprobado” que la pena de muerte “nunca va a morigerar el delito”. Esta vez, a diferencia de lo que suele suceder, Elisa Carrió, referente de la opositora Coalición Cívica, coincidió con el ministro Fernández, al mostrarse en contra del polémico comentario de la conductora: “Hacerse cargo de la seguridad de la Nación no es imponer la pena de muerte, sino combatir las organizaciones delictivas y trabajar muy fuerte en políticas sociales”, sostuvo Carrió.