SOCIEDAD › DOS CENTROS COMUNITARIOS Y 32 CASAS PARA POBLADORES TOBAS Y WICHí
Los beneficiarios son algunos de los damnificados por las inundaciones de hace un año. Las construyó una cooperativa donde trabajan los propios pobladores con fondos del Ministerio de Desarrollo Social.
Desde Comandancia Frías, Chaco
En la frontera que comparten las provincias de Chaco, Formosa y Salta se encuentra El Impenetrable. En esa inhóspita geografía, pese a la abundante vegetación, la temperatura alcanza los 50 grados a la sombra y los rayos del sol hacen de la dura tierra polvo y arena. En esas condiciones viven desde hace siglos las comunidades tobas y wichí, pero los desmontes indiscriminados, la escasez de alimentos y la contaminación del agua agravaron su situación. En Comandancia Frías y en la isla La Pelolé –en el monte chaqueño–, pobladores como Carlos y Faustino, después de perder sus precarios ranchos durante la inundación ocurrida hace un año, encontraron cierto alivio. Cuatro cooperativas, junto a los habitantes, criollos y aborígenes, construyeron 32 viviendas y dos centros de salud, educación y producción, financiados por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
“Llegué a las 6 de la tarde. Mi único recibimiento fue un burro y, por supuesto, el calor. Tenía muchas ganas de volverme: era un pueblo muy abandonado y los habitantes tenían mucha desconfianza.” Con porte de actor y tonada de campo, el padre Juan Carlos Molina fue uno de los primeros forasteros que pudo ingresar a Comandancia Frías, en El Impenetrable, en mayo de 2008. La tierra aún estaba revuelta por las tremendas lluvias de marzo. “Vinimos para que los habitantes pudieran recuperar algo de lo perdido. Incluso, la esperanza”, recordó el párroco, que preside la Fundación Valdocco, que coordinó el trabajo en el lugar. Durante meses, el sacerdote –que es porteño pero trabaja en Santa Cruz– dirigió el trabajo albergado en una carpa iglú.
No sólo el inhóspito ecosistema hace del monte chaqueño algo impenetrable. También lo es su único camino: a los costados de un antiguo canal se abren dos estrechos senderos de tierra arenosa. En camioneta desde Resistencia el viaje dura más de ocho horas. Después de años de postergación, funcionarios de Desarrollo Social nacional a cargo de Alicia Kirchner, y de la gobernación provincial, junto con cooperativas sociales, ingresaron al Impenetrable chaqueño para comenzar la construcción de viviendas y un Centro Integrador Comunitario (CIC) para los pobladores. Las tareas de edificación y el mantenimiento del nuevo predio resultaron fundamentales para el empleo de algo más de 20 pobladores.
“Cuando llegaron fue muy difícil. Primero pensé que nos traían comida y se volvían. Y nos quedábamos otra vez sin nada.” Durante sus 45 años, Carlos y su familia vivieron en un rancho “hecho de paja y troncos”, cubierto por telas que hacían de paredes y los “resguardaban” de la peligrosa fauna local. Pero la última tormenta fue más fuerte. La estructura de la vivienda cedió y la familia perdió todo: “Fue desesperante ver cómo el agua tiraba nuestra casita y se llevaba los colchones, la ropa y el ganado. Lo único que me quedó para alimentar a mis hijos fue el Plan Jefas y Jefes de 150 pesos”, dijo Carlos.
Con mirada dura, casi de reojo, el hombre continuó su relato. “Vivo en Madrejones, un paraje de ocho ranchos. Para ir a trabajar con el padre Juan recorro en bicicleta 50 kilómetros hasta Comandancia Frías todos los días.” Carlos es uno de los pocos criollos de la zona –el 70 por ciento es aborigen– y, también, un trabajador de mantenimiento del nuevo CIC.
El no es beneficiario de las nuevas viviendas, que están destinadas a los aborígenes. “Pero estamos algo esperanzados, sobre todo con la posibilidad de que nuestros hijos puedan estudiar –aseguró y, por primera vez, sonrió–. Para mí ir al colegio fue muy difícil: recién a los 11 años empecé la primaria y estudié solamente hasta cuarto grado”, se lamentó.
En El Impenetrable, además del puntapié inicial de dinero público, dice el sacerdote, “la idea es que la escuela, las viviendas, el centro de salud y deportes, y las herramientas de trabajo les permitan a los pobladores generar un oficio dentro de Comandancia Frías. Para que no necesiten seguir dependiendo del dinero del Estado provincial o nacional”.
En el verde desierto chaqueño, casi en el límite con Formosa, existe una isla, La Pelolé, habitada íntegramente por una comunidad toba. Faustino es su cacique y uno de los pocos que comprende y habla castellano. Con camisa en tonos naranjas, vaqueros y mocasines, recordó que “como la mayor parte de las familias no hablan castellano, poder congeniar el plan de viviendas del Estado y de las cooperativas con lo que nuestra cultura necesitaba fue muy complicado –reconoció–. Además, el ingreso de materiales fue difícil porque la balsa con la que cruzamos el río (Bermejito) es precaria”.
Pero se pudo: tres cooperativas distintas capacitaron a 18 aborígenes para que hicieran sus propias viviendas (con baño y cocina al aire libre), una plaza, una cancha de basquet, una de fútbol y un centro educativo “a nuestra manera”. Y un poco de la otra: “Hubo que negociar algunas cosas, pero ahora tenemos un lugar nuevo”, reconoció resignado Faustino.
Informe: Mariana Seghezzo.
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