Sáb 04.04.2009

SOCIEDAD  › UN HOMBRE ATACó UNA OFICINA, TOMó REHENES Y DEJó UN SALDO DE CATORCE MUERTOS

Masacre en el estado de Nueva York

Un hombre de origen vietnamita ingresó a una organización de asistencia a inmigrantes, en Binghamton, a 300 kilómetros de Nueva York. Disparó contra el público y empleados y mantuvo rehenes durante cinco horas. Terminó muerto tras el ingreso de un grupo SWAT.

“A las 10.31 llamó al 911 una mujer diciendo que había sido herida, que había un hombre con un arma y tenía rehenes.” Con esas palabras, el jefe de policía de Nueva York, Joseph Zikuski, describió lo que comenzó como una mañana inquietante con 40 rehenes y terminó, cinco horas después, convirtiéndose en una sucesión de al menos 14 muertes, cuyos motivos no habían sido del todo esclarecidos. La matanza ocurrió en la American Civic Association, una organización dedicada al trabajo social con inmigrantes y refugiados de distintas colectividades. Se trata de un marco que la investigación oficial no descarta como relevante para comprender por qué el atacante, al que definieron como un “asiático-americano” de entre 30 y 40 años, ingresó al lugar munido con un rifle y un arma corta, tomó rehenes y abrió fuego. En total, 37 personas fueron rescatadas ilesas, cuatro heridas de gravedad y al menos 14 resultaron muertas en el lugar, entre ellas el atacante, según informó el jefe de policía. Se trata de la mayor matanza sucedida en Estados Unidos desde que, en 2007, un estudiante armado asesinara a 32 compañeros antes de suicidarse.

“Estamos shockeados y profundamente entristecidos ante este acto de violencia sin sentido”, comunicaron en una declaración oficial emitida en Francia el presidente Barack Obama y su mujer, un gesto que –confirmando el impacto nacional por el hecho– tuvo sus correlatos en declaraciones del vicepresidente Joseph Biden y el gobernador del estado de Nueva York, David Paterson, quien dijo que ésta fue una “jornada trágica”.

La masacre en Binghamton (un pueblo de 50 mil habitantes ubicado a 300 kilómetros de la ciudad de Nueva York) comenzó al promediar la mañana, luego de que el hombre a quien –primero versiones y luego fuentes oficiales– identificaron como Jiverly Voong ingresara al lugar. Testigos de la masacre, como Bob Joseph, director de la radio local WNBF, afirmaron que al llegar tuvo la precaución de estacionar su auto bloqueando la salida trasera del edificio, lo que demostraría la premeditación en sus acciones. Luego cruzó el umbral de la puerta del frente, precedida por una réplica pequeña de la estatua de la Libertad y banderas de varias naciones, ingresó sin decir palabra y abrió fuego sobre las recepcionistas. Una de ellas murió en forma automática, pero la otra sólo lo simuló, y en cuanto el atacante comenzaba a recorrer el lugar alcanzó a llamar al servicio de emergencias. En cuanto el 911 tuvo noticias de la toma del lugar, los patrulleros, de acuerdo con el relato que los vecinos del lugar brindaron de manera insistente a lo largo del día, “inundaron repentinamente las calles”, bloqueando la única salida posible al asesino y procurando –a la vez– evitar que se acercaran curiosos. A la media hora de que el hombre ingresara a la Asociación, medios norteamericanos transmitían en directo imágenes de efectivos SWAT operando en las cercanías del lugar.

Ninguno de los testimonios mencionó dichos o razones que hubiera esgrimido el agresor, de manera que las hipótesis desgranadas en los medios estaban relacionadas con temas migratorios, como la versión según la cual habría comenzado a disparar tras fallar en el test de ciudadanía. De acuerdo con una radio local, a media mañana el FBI habría contactado a una escuela vecina a la Asociación para solicitar la colaboración de alguien capaz de hablar en vietnamita con fluidez, por lo cual se habrían entablado contactos entre negociadores y el captor del centro durante la toma de rehenes.

Al mediodía, cuando la toma de rehenes llevaba ya más de una hora, diez personas con las manos sobre la cabeza salieron del lugar. Media hora después, fueron liberadas otras diez personas. “Alguna gente se escondió en armarios, otros bajo las mesas, donde encontraran lugar, en realidad”, dijo un docente vietnamita que fungió de intérprete cuando la policía entrevistó a algunos de los sobrevivientes vietnamitas liberados. No hubo gritos, agregó, sino que, por el contrario, “contaron que intentaron quedarse quietos y huir”, cosa que ninguno de los rehenes parece haber logrado.

Pasada la una de la tarde, se vio que la policía llevaba a dos hombres, ambos esposados con fajas plásticas, aunque los voceros oficiales se apresuraron a advertir que no estaban detenidos, sino que eran llevados bajo custodia solamente como precaución. La televisión estadounidense transmitió la “no detención” en directo, lo mismo que el ingreso, hora y media después, de equipos SWAT al lugar. Minutos después, todo había terminado y las comunicaciones oficiales dieron por presuntamente muerto al asesino. Al anochecer, trascendió que su cadáver fue identificado prontamente: se habría disparado en la sien y llevaba una mochila cargada con municiones.

“No entiendo cómo una cosa tan violenta pudo pasar aquí”, declaró una ex empleada del lugar, en una expresión de incredulidad que se repitió incluso en boca del diputado local Maurice Hinchey. “Nuestros pensamientos y nuestras oraciones están con las víctimas, sus familias y el pueblo de Binghamton”, dijo visiblemente compungido el gobernador David Paterson.

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