SOCIEDAD › UN HOGAR PARA CHICOS EN DESAMPARO SOCIAL AHORA ES TAMBIéN SEDE DE LA NUEVA POLICíA PORTEñA
Es un hogar que albergaba a 120 chicos, pero ahora sólo quedan 30 plazas. Y viene siendo desmantelado. Desde la semana pasada, las instalaciones son compartidas por gente armada. El gobierno porteño no informó oficialmente de qué dependencia se trata.
› Por Emilio Ruchansky
El hombre a cargo se presentó como un tal “comisario Ferrón”, vestía borceguíes, uniforme azul y llevaba un arma en uno de los costados de su cintura y un cuchillo tipo Rambo del otro. “Podemos convivir”, les dijo a sus interlocutores de Puerto Pibes, un complejo del gobierno porteño donde niñas, niños y adolescentes desamparados realizan actividades recreativas y culturales. El tal Ferrón nunca mostró sus credenciales, pero aseguró que el plan de sus superiores era convertir ese predio cercano a Parque Norte en una “central de operaciones” de la inminente policía metropolitana de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Esta escena, digna de un thriller, habría ocurrido el miércoles pasado luego del desembarco sigiloso de casi treinta personas durante la noche anterior. Dos testigos, que pidieron preservar su identidad para hablar, contaron a Página/12 que Ferrón aseguró obedecer órdenes del ministro de Seguridad porteño, Guillermo Montenegro; también afirmaron que el grupo de uniformados tomó posesión de dos cuartos, donde descargaron muebles y computadoras. El fin de semana, a modo de guardia, cinco personas pernoctaron en el lugar ubicado en avenida Intendente Cantilo y La Pampa.
“No sé de qué habla”, fue la primera respuesta del vocero de Montenegro, Daniel Zárate. “La policía metropolitana no existe todavía, por ahora se están haciendo exámenes y selección de personal en la calle Emilio Mitre, bajo la autopista”, explicó después. Recién en mayo habría personal incorporado a esta nueva fuerza, cuyo centro de entrenamiento está siendo refaccionado en el Bajo Flores, concretamente, en el ex Club Deportivo Español. Ayer, sin embargo, la información siguió llegando a la redacción de este matutino: otro informante aseguró que en el predio de Puerto Pibes también se instalaría una cárcel.
El complejo viene siendo vaciado desde hace más de un año y medio, cuando se quedaron sin gas y se fueron cayendo uno a uno los nueve programas que sostenía allí la Dirección de Niñez porteña. También se fueron los colchones. De 120 camas que había inicialmente, sólo quedan 30. De los casi 30 mil niños que disfrutaban de los campamentos escolares sólo hubo tres mil el año pasado. Los ex profesores que alguna vez participaron de la experiencia recuerdan con nostalgia que el predio alojaba a miles de chicos de otras provincias que visitaban la ciudad y que luego eran visitados en sus pueblos y ciudades por los locales para completar el intercambio.
Desde hace algunos meses se venía rumoreando entre los empleados que el lugar sería destinado a la policía metropolitana. El predio habría pasado del Ministerio de Desarrollo Social al de Seguridad hace poco, aunque nadie puede (ni quiere) confirmarlo. Cuando uno de los testigos quiso pedir más información a Ferrón, recibió respuestas evasivas. El miedo a las represalias hizo el resto. La presencia de los uniformados fue constatada ayer por un guardia de seguridad del lugar que respondió a este diario, entre risas: “Ahora cuido nenes y policías, más no te puedo decir”.
Hoy sólo queda un programa llamado “Líderes recreativos comunitarios”, que funciona viernes y sábados, al que concurren no más de 60 personas. Puerto Pibes es uno de los pocos complejos de este tipo para jóvenes con cama adentro. Durante años brindó, como señala la web del gobierno porteño, “una oferta recreativa y turística educativa de calidad para niños, niñas y adolescentes de la Capital Federal con necesidades básicas insatisfechas”. Todo con pensión completa. Las instituciones solicitantes son organizaciones gubernamentales y ONG del ámbito de la Promoción Social.
También hay un jardín de infantes y un colegio que no pertenecen a Puerto Pibes pero que comparte el espacio. Allí, según los testigos, pudo verse a los uniformados compartiendo el patio, el jardín, el comedor y la cocina con alguno de los 150 chicos que concurren a diario. Sin muchas explicaciones, Ferrón prometió una convivencia entre chicos con juguetes y grandes con armas.
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