SOCIEDAD › DOCENTES DENUNCIAN QUE SON PERSEGUIDOS POR INTENTAR CREAR UN GREMIO
Con el boom del turismo proliferaron los institutos para enseñar español a extranjeros. La mayoría de los profesores que dan clase está en negro y sin protección laboral. Un grupo que intentó formar un sindicato recibió represalias de los empleadores.
“La situación es muy gráfica: vacaciones, licencias por enfermedad o embarazo, obra social, jubilación, aguinaldo, ART, antigüedad o capacitación necesaria para el puesto son parte de las obligaciones que el empleado debe pagarse para tener continuidad laboral.” El Movimiento de Estudiantes y Trabajadores de Español como Lengua Extranjera (Metele) fue el primer colectivo gremial formado por profesores que intentaron contrarrestar las arbitrariedades que sus empleadores ejercían toda vez que “intentábamos reclamar por nuestros derechos laborales incumplidos”. Los primeros docentes en manifestar públicamente la necesidad de sindicalizar la profesión, ocho jóvenes estudiantes de la carrera de Letras de la UBA, no sólo se toparon con un vacío legal para regularizar la actividad sino que, además, fueron “perseguidos” por los dueños de los institutos para los cuales trabajan. Tres educadores de Metele relataron a Página/12 la precarizada situación de los cerca de 500 trabajadores de la lengua española.
Según un exhaustivo informe publicado por Metele en su blog, “de la mano del boom turístico, la Ciudad de Buenos Aires se llenó de profesores e institutos de español para extranjeros”. En sincronía, el relato es sencillo: después de la devaluación del peso en 2001, los asados, los partidos de fútbol en la Bombonera, las lecciones de tango, las fiestas del circuito gay fueron los negocios que más proliferaron en los últimos años en pos de cooptar a los visitantes extranjeros.
Pero, de todas las posibles formas de experimentación de lo porteño, “el aprendizaje de español se conformó como la mercancía más fructífera. Porque los centros de idiomas privados empezaron a ofrecerles a los turistas, además de las clases, actividades recreativas, gastronómicas, deportivas y, en algunos casos, con alojamiento en un mismo paquete mucho más económico”, relató una de las docentes que creó Metele.
De la mano del nuevo interés turístico, nació el trabajador de la lengua: “Mientras el joven hombre de letras de antaño se dedicaba a ejercer el periodismo, hoy dedica su tiempo a la enseñanza del objeto directo a un estudiante sueco –aseguró la profesora, con un poco de ironía y mucho de verdad–. Que la actual gestión porteña de (Mauricio) Macri haya amuchado los ministerios de Cultura y Turismo no es más que una gaffe elocuente de la inestable situación laboral de los profesores de español”. Como si fuese un trabajo momentáneo, sin continuidad, la mayoría de los docentes realizan su actividad en negro, en pésimas condiciones laborales, en institutos de enseñanza que no les reconocen ningún derecho laboral.
Turismo, mercado y trabajo estacionario. “No es un hobby, pero nuestros empleadores hacen como si lo fuera”, contó a este diario un profesor de 25 años, también integrante del colectivo gremial. La precarizada situación profesional de los docentes de español se “disimula” a través de una misma estrategia práctica y discursiva: el monotributo. Aunque los profesores de español para extranjeros trabajen para una misma empresa durante un tiempo prolongado, “la forma que tenemos de facturar es una relación de dependencia encubierta bajo la forma de locación de servicios”, relató el docente. Al momento de la entrevista laboral, sin embargo, los perjuicios del docente monotributista son presentados por los dueños de los institutos como ventajas y beneficios: “Que podés acomodarte los horarios, que podés faltar cuando lo necesités, que podés irte de vacaciones en el momento que desees”, enumeró la docente de Metele, a sabiendas que aunque estuviera resfriada y con fiebre a la tarde tendría que dar clases lo mismo, “porque nuestro sueldo depende exclusivamente de las horas trabajadas”.
Durante años, el ámbito donde los profesores podían resolver los conflictos laborales se reservó a la esfera privada. Según los integrantes de Metele, “cobrar la hora de clase 14 o 35 pesos depende siempre de la capacidad de negociación del profesor y de la buena fe del dueño del instituto. Por eso, la tarifa varía enormemente entre las diferentes empresas”. De boca en boca, vía mail, a través de volantes pegados en las inmediaciones de los institutos, “empezamos rudimentariamente a comunicarnos con otros profesores para luchar por nuestros derechos”, dijo la joven docente engripada. Y a fines de 2008, se consolidó el colectivo gremial Metele.
Entonces, la represalia empresaria no tardó en hacerse presente y efectiva. “Primero rompieron y arrancaron los carteles que poníamos para avisar de las reuniones –denuncian en el blog de la organización (www.lacarteleradelmetele.blogspot.com)–. Después uno de los institutos, comenzó a hacer circular entre los distintos centros de idiomas porteños una lista negra con nombres y documentos de profesores ‘no recomendados o no capacitados’ para trabajar”. La “caza de brujas” generó la “baja de horas de clases para los docentes, porque ni siquiera hace falta que te despidan, reducen tu carga horaria y vos mismo tenés que buscar otro trabajo para poder sobrevivir”, aseguró uno de los profesores “conflictivos”.
Por el momento, la situación laboral precarizada de los educadores es pura tautología: “Los representantes del Sindicato de Docentes Privados (Sadop) nos dijeron que la asociación no puede intervenir a menos que las condiciones de trabajo se ajusten a la de los trabajadores que están enmarcados dentro del convenio. Como estamos en negro no pertenecemos al sindicato y como no pertenecemos al sindicatos seguimos en negro”, concluyeron al unísono los miembros de Metele.
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