Un potente sismo de 7,1 grados en la escala de Richter sacudió la madrugada de ayer el corazón económico y turístico de Honduras, dejando al menos cinco muertos, 13 heridos y cuantiosos daños materiales en viviendas e infraestructura. El sismo, cuyo epicentro se situó a 63 km al norte de la isla de Roatán, en el archipiélago de la Bahía, en el Caribe –paraíso de buceadores y turistas de todo el mundo–, también se sintió en Belice, El Salvador y Guatemala, donde cerca de una treintena de viviendas fueron dañadas. Entre los fallecidos se encuentran un joven de 15 años que fue aplastado por los escombros de su casa en la ciudad de La Lima, 230 km al norte de la capital, y dos niñas, según declaró a la prensa el jefe del Comité Permanente de Contingencias (Copeco), Marco Burgos. “Ya lo peor pasó, tenemos que mantener la calma aunque nos dicen que pueden venir más (réplicas) y eso sí sería horrible”, dijo Elías Domínguez, quien habita la colonia Centroamericana de la ciudad de El Progreso, 260 km al norte de Tegucigalpa. Domínguez, de 40 años, relató que dormía en su vivienda en el barrio situado a la orilla del río Ulúa, el más caudaloso del país, “cuando sentí que la cama se movía como una hamaca”. “La casa se movía como si estuviera encima de una ola. Terremoto dije, y agarré a los niños porque pensé que la casa se nos iba a caer encima”, relató. Muchas viviendas de adobe o bahareque, ocho iglesias –algunas construidas hace 200 años–, edificios públicos, algunos puentes y un par de hoteles sufrieron daños de diversa consideración. Pese a que lo peor parece haber pasado y se descartó el riesgo de un tsunami, Burgos reconoció que en las regiones más afectadas “lo mejor es que la gente se quede en espacios abiertos”.
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