Vie 26.06.2009

SOCIEDAD  › OPINION

El show en la escuela

› Por Mara Brawer *

Patio de una escuela primaria. Los chicos, con sus uniformes, están formados en filas prolijas. Hasta aquí, una mañana cualquiera en una escuela de nuestro país. Entonces, alguien anuncia la llegada de la Presidenta de la Nación. Esta saluda a los alumnos, los hace callar, pide aplausos y vuelve a hacer gestos de silencio. La situación finaliza con Cristina Fernández bailando entre los chicos la canción Las divinas de Patito Feo.

En esta escena, la Presidenta no es la Presidenta sino una imitación para un programa televisivo. En cambio, la escuela es de verdad una escuela primaria y los chicos que vemos son alumnos del establecimiento.

Algo de esta escena nos entristece y nos preocupa profundamente, porque creemos que ésta no es la manera de enseñar a los chicos a respetar las instituciones de la democracia. El problema no es que un programa televisivo haga uso de la sátira política. Tampoco es un problema que los contenidos de los programas televisivos, en tanto discursos casi omnipresentes en los medios y en las familias atraviesen las puertas de la escuela. Sabemos que esto es así y lo mejor que puede hacer la institución educativa es tomarlo –no negarlo– y reflexionar críticamente sobre las representaciones en juego.

El problema entonces reside en que una escuela se preste para ser escenario de una burla a la investidura presidencial. Porque la función de la escuela es formar para el ejercicio responsable de la ciudadanía. Y no es a través de una sátira política a cargo de una empresa privada con fines de lucro que se forma a ciudadanos respetuosos de las instituciones. No es la escuela el lugar para realizar una sátira política, excepto si ésta es el resultado del trabajo de los estudiantes, con búsqueda de información, ponderación de argumentos y toma de posición frente a la realidad. Aun así, es por lo menos cuestionable que niños de escuela primaria pudieran llevar adelante ese tipo de trabajo.

Acaso ¿nos parecería bien que un programa televisivo organizara en una escuela un sketch donde se viera a un policía “mangueando” una pizza? ¿Es así como desde la escuela enseñamos a los chicos a valorar a las instituciones?

Definitivamente, sería igualmente cuestionable, porque lo que está en juego no es la imagen de la persona, sino lo que ésta representa. Tenemos que aprender a cuidar las instituciones democráticas y, como adultos, somos responsables de educar a las nuevas generaciones para que lo hagan.

Y si la burla, la denostación y la ridiculización vacía de contenido forman parte de la práctica escolar de una institución, deberíamos preguntarnos qué tipo de sujetos estamos formando.

Como sociedad, muchas veces nos quejamos porque sentimos que nuestros jóvenes “ya no creen en nada” y “no respetan a nadie”. Tal vez sólo estén aprendiendo lo que, en tanto adultos, les estamos enseñando.

Miles de docentes trabajan diariamente para formar ciudadanos. Desde este Ministerio de Educación, junto a los ministerios provinciales, generamos herramientas para fortalecer esta tarea, a través de programas que tienden a recuperar la autoridad pedagógica, a generar espacios reales de participación y a fortalecer el rol del adulto frente a los niños y jóvenes.

Sabemos que la escuela sola no puede, pero sin ella trabajando fuertemente para la consolidación de vínculos y prácticas democráticas no hay ni habrá propuesta política que pueda promover la democracia como la forma más justa de vida y de organización de las sociedades y el respeto por las instituciones que la conforman y la hacen posible cada día.

* Coordinadora del Observatorio de Violencia de la escuela del Ministerio de Educación de la Nación.

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