SOCIEDAD
› OLGA RAMOS, ESPECIALISTA EN NUTRICION INFANTIL
“Hace 20 años que pasa esto”
Es la presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición y jefa del Servicio de Nutrición del Hospital de Niños. Afirma que el hambre “no debe sorprendernos” y que hay más del que pensamos.
› Por Marta Dillon
“¿Cómo podrían sorprenderme las imágenes de los chicos desnutridos en Tucumán? Basta mirar los índices de pobreza, de indigencia y de desempleo para saber que esto sucedería tarde o temprano. ¿O por qué cree que los cartoneros pasan la noche en la calle?” La frase de Olga Ramos podría haber sido una más en el reportaje si no fuera porque al terminar la entrevista, en la puerta de su consultorio del Bajo porteño, una bolsita con pellejo y menudos de pollo causó revolución en una familia que revisaba la basura. Era eso, exactamente, lo que la presidenta de la Sociedad Argentina de Nutrición y jefa del Servicio de Nutrición y Diabetes del Hospital de Niños Pedro Elizalde quería decir: que el hambre no es algo que suceda en el norte del país. Y que la desnutrición ni siquiera es un fenómeno nuevo. Los niños muertos por falta de alimentación son picos de una constante que se sostiene desde hace años.
–¿Pudo advertir en su hospital los síntomas del deterioro de la alimentación de los chicos?
–Por supuesto. Tenemos todo tipo de casos de desnutrición, desde casos agudos como los que vimos la semana pasada y muchos que se hacen crónicos. Pero además ahora hay una desnutrición inaparente que afecta sobre todo a las clases medias empobrecidas, a la gente que ha perdido su empleo en el último tiempo. Porque lo que hace la gente cuando está en esa situación es buscar los alimentos más baratos ¿y cuáles son? Las harinas, los fideos. Se restrigen los alimentos protectores porque son los más caros: la carne, la leche, las frutas y las verduras.
–¿Tiene consecuencias este tipo de desnutrición que usted describe como encubierta?
–Sí, por supuesto. Es encubierta porque se da en sectores que una no sospecha. Pero tiene consecuencias: un chico con anemia, con poco hierro, no es el mismo. Sus posibilidades cognitivas no son las mismas, está cansado, le falta energía, se duerme antes. Estudia con lentitud.
–A diferencia de los casos agudos, éstos se pueden revertir.
–Claro, incluso en los casos más graves lo que se puede hacer es diferente según la edad del niño o la niña. Los daños más graves se producen durante los dos primeros años de vida, cuando se desarrolla el sistema nervioso central, por eso los programas tienen que fortalecer el desarrollo de esa etapa. Porque a un chico que creció desnutrido lo podés recuperar un poco, primero el peso, después la talla, pero hay que ver si puede recuperar todo lo que se refiere al área cognitiva, porque ahí se producen lesiones irreparables. Entonces tendrás chicos con problemas escolares que no podrán cursar regularmente su escolaridad. No se podrán adiestrar para insertarse en el mercado laboral... Pero esto hace veinte años que pasa en el país. Mirá, yo entré en el hospital en el año 62 y trabajaba en un centro de salud de la Isla Maciel, ¡y había desnutrición aguda! En Casa Cuna teníamos salas especiales para deshidratados, era muy común. Después eso dejó de verse con tanta frecuencia. Pero no te vas a creer que los diez últimos años fueron un apogeo alimentario en nuestro país, de ninguna manera.
–Según las cifras de Unicef la mortalidad infantil se redujo en un 35 por ciento en la última década, aunque el índice de las causas evitables de esta mortalidad está estancando en el mismo período.
–Es verdad, no sólo no se redujeron si no que aparecen otra vez patologías que parecían extinguidas. Esto es por un deterioro económico que empezó hace por lo menos cinco años. Es así, si la gente no tiene trabajo no puede comprar su alimento. Los planes son parches, indispensables ahora, pero lo necesario es solucionar el problema de fondo, que es la desocupación. Y después educar a la población, hay que enseñar a cultivar, a que la gente tenga sus gallinas. Porque es evidente que los recursos están mal administrados.
–¿Se refiere a los planes de asistencia?
–También, porque yo dudo que el dinero de los planes llegue a destino. Dudo también de los organismos de control, en este país nunca se controla nada. Y en la constancia. Porque si no, los planes se inauguran, nadie controla que se cumplan, se cambian al mismo tiempo que los funcionarios y ni siquiera llegan a generar hábitos. En Chile, por ejemplo, con los mismos recursos se hicieron planes a largo plazo que dieron resultado.
–De hecho allí la mortalidad infantil se redujo en la última década un 90 por ciento. ¿Para usted era previsible lo que sucede en el norte del país?
–Y sí. Para haberlo podido evitar tendríamos que ser una sociedad previsora. Y si lo fuéramos no estaríamos como estamos.