Vie 21.08.2009

SOCIEDAD  › UN PREFECTO MATO A UNA CHICA TRAS UN PRESUNTO INTENTO DE ASALTO

Muerte y furia en la Villa 31

Según el relato policial, la víctima, con una amiga, había simulado tener un arma. El prefecto les disparó. Los amigos de las chicas dicen que el oficial las baleó sin motivo. Luego atacaron el puesto de Prefectura. Hubo heridos y detenidos.

› Por Emilio Ruchansky

El prefecto que disparó sobre dos chicas de la Villa 31, matando a una e hiriendo a la otra, dice que ellas lo amenazaron para robarle su auto con lo que pensó que era un arma y luego, según fuentes policiales, resultó una madera atada con un tubo. Para sus vecinos fue un caso de gatillo fácil, hasta aseguran que el auto del prefecto –quien permanece detenido– nunca se detuvo y que disparó sobre un grupo que paraba sobre la avenida Castillo y la calle 12. El hecho, ocurrido la noche del miércoles, despertó la furia en la villa, donde ayer, niños y adultos quemaron gomas, tiraron piedras y flechas de fuego, armadas con palos y telas humedecidas con alcohol. Hubo cinco detenidos por la mañana, que fueron liberados en la tarde.

Mabel Guerra, la chica ultimada de dos tiros en el pecho por el prefecto Luis Luque, de 38 años, tenía 17 y, según la policía, una bolsita de cocaína entre sus ropas. Su amiga se llama Gianina Lobos, está embarazada (sus familiares aseguran que perdió a su futuro bebé), tiene 21 años y dos hijos. Está internada en el Hospital Fernández, donde se recupera del balazo que recibió en el ojo. Tiene antecedentes por robo a mano armada y sus análisis de sangre muestran que tenía rastros de cocaína en la sangre. “No son nenas de las que van a misa”, comentó a este diario un vecino, que exigió anonimato. “Acá mucha gente les tenía miedo. Pero más allá de eso, nadie las ayudó, ni siquiera mandaron una ambulancia a buscarlas, las tuvieron que llevar en auto”, completó este vecino. Los hechos ocurrieron a las 23 del miércoles y recién a las 2 de ayer ambas llegaron a la guardia. “Los de Prefectura no nos dejaban que las ayudáramos”, aseguró Gabriela, una chica que ayer tiraba piedras con furia, porque estuvo entre quienes querían auxiliarlas. La versión que dio el prefecto Luque (separado de su cargo anoche) es que ambas jóvenes lo interceptaron mientras iba a trabajar, cerca del acceso de pasajeros de la terminal portuaria Benito Quinquela Martín. Mientras él esperaba la luz verde del semáforo, las chicas se dividieron y lo amenazaron desde las dos puertas delanteras. El hombre disparó primero sobre Guerra y Lobos fue en busca de una piedra para atacarlo y rescatar a su amiga. Cuando regresó le disparó en el ojo.

“Las chicas no estaban haciendo nada raro. El prefecto tenía bronca porque le habían afanado un rato antes y pasó con el auto y les disparó. Nunca paró. Yo las vi caer”, contó Verónica, amiga de ambas y una de las chicas más combativas de la agitada jornada de ayer. Los incidentes comenzaron temprano y fueron intermitentes. No intervinieron ni los agentes de la comisaría 46 ni la Guardia de Infantería (que llevaron dos carros hidrantes). Estaban a dos cuadras. La furia era contra la Prefectura Naval y fueron sus oficiales quienes resistieron tras las vallas, ayudados por algunos bomberos. Según fuentes de Prefectura, quince efectivos resultaron heridos.

En total, había alrededor de cincuenta personas, la mayoría adolescentes, que atacaron el edificio de la Prefectura situado en la zona de la terminal 5 del puerto. Quemaron una garita de esta fuerza ubicada en la puerta del predio, incendiaron una oficina y cuando los prefectos lograron levantar un muro de vallas, comenzaron a apedrearlos. Pese a que los noticieros prometían bombas molotov, el armamento principal de los manifestantes fueron las piedras y la quema de neumáticos como para devolver, en parte, el humo generado por los gases lacrimógenos.

Verónica, la amiga de ambas chicas, pasó la tarde tirando piedras medianas, con excelente puntería, y soportando los manguerazos. De a ratos, los oficiales de Prefectura descansaban y cuando, por la tarde, los camarógrafos de los noticieros amagaban con irse, la gente volvía a la carga. De lejos, un grupo de camioneros, mezclados con la policía, miraba el espectáculo: niños y niñas, de no más de 12 años, tiraban piedras y esquivaban los chorros de las mangueras. La idea, como se dice en la villa, era “descansarlos”, acosarlos cuando menos lo esperaban.

“No, no está herido, se le pasa y vuelve”, decía a Página/12 Verónica, enojada, mientras derramaba agua de una enorme botella de champán en las manos de un joven que había recibido un chorro del spray picante con que los prefectos tiraban sobre los manifestantes. “No, no puedo abrir los ojos”, desmentía el pibe, hincado de rodillas en plena calle. Un grupo de jóvenes, medio borrachos, insistían en pedir la liberación del prefecto, quien está a disposición de la jueza de instrucción porteña Fabiana Emma Palmaghini. “Que lo suelten, que lo queremos matar nosotros”, pidió uno.

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