SOCIEDAD › OPINION
› Por Horacio Cecchi
La imagen es clara. Mientras un hombre está esposado, con el rostro cubierto, colgado de una reja, dos guardias se dedican a golpearlo, violarlo con el caño de un fusil, mientras lo amenazan y se ríen de él y un tercero filma las escenas con un celular. “Díaz me hizo técnicas de reducimiento, me dobló la mano, el cuello, en presencia de los compañeros. Díaz dijo que había que hacerme la bienvenida y trajo esposas. Me las puso, me levantaron de la silla y me colgaron de unas rejas”, dijo Carlos Maidana, el denunciante. Sin importar otra cosa que las pruebas, el ministro de Justicia, Ricardo Casal, actuó rápidamente con sus reflejos y ordenó, sin más, la expulsión de los tres guardias mencionados por Maidana y el apartamiento del director del penal y del jefe de Seguridad. Además de que el fiscal Tomás Morán seguramente descargará todas las herramientas legales de que dispone para responsabilizar penalmente a los imputados. Debiera, según el film, aunque esto como siempre es resorte judicial, imputar por torturas cuya pena llega a la perpetua. El caso tuvo una repercusión mediática impresionante. Punto aparte.
El caso sorprende donde no debiera sorprender y silencia donde debiera hablarse a gritos. Tal lógica, por otro lado, la de sorprender en lo obvio y silenciar lo que hay que denunciar, es la lógica habitual en los servicios penitenciarios.
La idea inicial, si no se abundara en datos, es que tal castigo lo recibió un interno. Entonces, no sorprendería que lo reciba, sorprende que no se sepa que los reciben todos los días. En 2008, el Comité Contra la Tortura presentó 761 hábeas corpus individuales, una buena parte por torturas. En cinco unidades, el 72 por ciento declaró haber sido golpeado. En un caso fue revelado y comprobado el uso de picana. La cifra negra es monstruosa. Pero las torturas a presos y penitenciarios no trascienden. Existen varios mecanismos. Uno es el miedo. Los presos siguen custodiados por sus torturadores, lo que denunciarlos constituye promesa de suicidio con ayuda. Los guardias maltratados también temen, y motivos tienen. Lo que recibió Maidana fue una amistosa bienvenida. El otro es que existe prohibición de ingreso de cámaras por la resolución 007 dictada por el ex secretario de Política Penitenciaria Carlos Rotundo. Motivos: ¡Proteger la intimidad de los presos! Este video se coló, porque ningún torturador imagina que torturar en chiste sea motivo de denuncia. De haber sido por Rotundo, el video no hubiera existido y Maidana, guardia, hubiera sido creído como los jueces les creen a los presos: nada. Será el primer caso de torturas en 2009 comprobado y con sanción inmediata. Es evidente que la imagen traspasó el muro de la 007 y del miedo.
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