SOCIEDAD › TARDíO RECONOCIMIENTO AL RECLAMO DE ABORíGENES DE LA PUNA, EN 1946
Los tres sobrevivientes de la gesta que protagonizaron 174 kollas, que marcharon a Buenos Aires en reclamo de sus tierras, reciben desde septiembre una pensión. Pero siguen viviendo en predios ajenos y su historia no se cuenta en las escuelas.
La marcha por recuperar las tierras que fueron de sus ancestros partió hace 63 años desde su Puna natal y originaria. Pero desde entonces, la casi totalidad de los 174 kollas que formaron el llamado Malón de la Paz, en 1946, para recorrer todo el país con el fin único de reclamar ante el gobierno de Juan Domingo Perón, no obtuvieron respuestas hasta el día de su muerte. Recién ahora, desde septiembre, tres sobrevivientes de aquel histórico peregrinaje reciben una reivindicación simbólica, a través de una pensión de 596 pesos al mes, por iniciativa del bloque de diputados de Libres del Sur. “El reclamo por sus tierras y para que la educación formal incorpore su historia a la currícula, quedan pendientes”, aseguró Marcelo Valko, autor del libro Los indios invisibles del Malón de la Paz, impulsor del reconocimiento a los aborígenes. “Aquella gesta, aún hoy, es un paradigma de la lucha de los pueblos originarios para que les reconozcan la prexistencia de sus culturas”, resaltó.
“Reivindicar la historia de los pueblos originarios es algo que pocos toman en cuenta porque no tiene impacto social. Pero el Estado argentino se fundó sobre las bases de un genocidio y hay que reconocerlo, debatirlo y pedir disculpas como otros Estados del mundo lo han hecho”, argumentó la diputada Cecilia Merchán, impulsora del proyecto para otorgarles una pensión graciable a los sobrevivientes y que, con su compañera de bloque, Victoria Donda, promueve un proyecto para reemplazar la imagen de Julio Argentino Roca de los billetes de cien pesos.
La historia de los maloneros comenzó meses antes de la llegada de Perón a la presidencia, cuando tres representantes del pueblo Kolla, envueltos en la jornada del 17 de octubre de 1945, se pusieron en contacto con el inspector de Tierras de la Nación, Mario Augusto Bertonasco, para reclamar porque la familia Saravia –ancestros del líder chalchalero– les estaba cobrando altas tarifas de arrendamiento por los campos que habitaban sus ancestros.
Aunque no existía ningún artículo de la Constitución que reconociera la preexistencia cultural y étnica de los pueblos originarios –como figura desde la reforma constitucional de 1994–, Bertonasco, con el visto bueno de Perón, se desprendería de su traje verde oliva y acompañaría emponchado la peregrinación del Malón de la Paz desde su salida, en Abra Pampa, Jujuy, hasta la entrada por la Avenida de Mayo al balcón de Perón, el 3 de agosto de 1946. Hicieron todo ese recorrido a pie y a caballo.
Quienes todavía pueden contar la hazaña, ahora reconocidos por la pensión del Congreso, son Ciriaco Condorí, que recorría sus tempranos veinte, Buenaventura Solano que recién pasaba su primera década de vida, y Narciso López que, con sólo siete años, llegó arriba de un caballo tironeado por su padre (foto).
Aquella gesta reivindicativa sólo llegó hasta el balcón presidencial. Luego, el gobierno “mantuvo durante semanas a los maloneros, en el Hotel de los Inmigrantes, hasta que el jefe de la policía encabezó una golpiza que los llevó en un tren de vuelta a Jujuy, para ser olvidados”, cuenta el historiador Valko.
“En Jujuy, la escuela enseña las guerras europeas, pero los chicos no saben sobre el Malón de la Paz”, apuntó Valko. Hasta 2005, cuando reflotó la historia con su investigación, nadie retomó el tema. Desde 2006, el autor de Los indios invisibles... –primer tomo de la colección Osvaldo Bayer de la editorial de las Madres de Plaza de Mayo– redactó un proyecto de ley con el que golpeó puertas de autoridades municipales, provinciales y nacionales para pedir tres puntos: homenajear al malón, que su gesta se integre a la currícula de la educación formal y una pensión vitalicia para los sobrevivientes.
Después de numerosas respuestas del tipo “no joda con los kollas”, Valko consiguió que el municipio de Abra Pampa declarara ciudadanos ilustres a Ciriaco Condorí, a Narciso López y su mujer, pero la inclusión en el calendario escolar, al menos de los establecimientos educativos de la región, quedó sólo en “una promesa” del Concejo Deliberante.
“La educación es un tema fundamental, cuando llega el 12 de octubre en las escuelas se habla del ‘descubrimiento de América’, muy lejano a la violencia que sufrieron los pueblos originarios. Además, es el espacio para revertir los estereotipos despectivos que circulan en la sociedad, como decirle ‘indio’ a un chico que se comporta mal”, indicó Merchán, que no logró que el Congreso incorpore el tema a la agenda educativa.
Para Valko, titular de la cátedra Imaginario Etnico, Memoria y Resistencia en la Universidad de las Madres, el avasallamiento sobre las tierras originarias es algo difícil de resolver porque “toca muchos intereses”, pero los pueblos ni siquiera “tienen derecho a una vida digna, despojados de un territorio donde estar”, porque continúan siendo “invisibles” para el Estado.
Informe: Nahuel Lag.
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