SOCIEDAD › SE EXPONEN EN BUENOS AIRES PIEZAS DESCUBIERTAS EN 2004
En la tradición oral de los Andes se sabe que luego de crear el universo, el dios Wirakocha emergió de las aguas del lago Titikaka para darle forma –y vida– al hombre y a la mujer de Tiwanaku, una cultura que se desarrolló entre el 1500 antes de Cristo y el 1250 de esta era, en la cuenca de aquel lago, y cuya influencia llegó, inclusive, hasta el actual Noroeste argentino. Para conocer un poco más sobre esa cultura, el Museo Nacional de Bellas Artes ofrece, hasta el próximo domingo, visitas guiadas en la muestra Arte en el lago Titikaka: la cerámica de la isla Pariti, una selección de 30 piezas de un total de 104 que fueron halladas hace cinco años y son exhibidas por primera vez fuera de Bolivia. Todas fueron parte de ritos ceremoniales donde se ofrendaban piezas quebradas, acompañadas por huesos de animales.
Según Jédu Sagárnaga, científico del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Tiwanaku y uno de los arqueólogos que participó del hallazgo de estas cerámicas, las piezas constituyen “parte de los más importantes hallazgos en los últimos cincuenta años porque nos han dado a conocer información sobre la cultura Tiwanaku, que podemos clasificar entre las más altas de la antigüedad por sus adelantos tecnológicos”.
Para el equipo de arqueólogos conformado por Sagárnaga y el investigador Antti Korpisaari, de la Universidad de Helsinki, los resultados de seis años de trabajo llegaron en agosto de 2004, cuando lograron recuperar un bolsón de 170 centímetros de profundidad con una forma más o menos cilíndrica, de unos 70 centímetros de diámetro. Las piezas, se estima, fueron hechas entre el 900 y el 1050 de nuestra era.
En diálogo con Página/12, el arqueólogo Jédu Sagárnaga –quien viajó a Buenos Aires junto a Esteban Calisalla, el director del Museo Nacional de Arqueología de Bolivia, donde se guardan las piezas– reconoció que el descubrimiento indica que “estamos suponiendo que en Tiwanaku convivían dos grandes grupos étnicos. La concepción dual Aymara en el uso de la vasija refleja una capacidad de ese pueblo de generar alianzas”.
Sobre el comienzo de las excavaciones, Sagárnaga comentó que “si bien teníamos el permiso de las autoridades nacionales para hacerlo, no quisimos hacer ningún trabajo en el campo sin obtener primero el permiso de las comunidades”.
Las tareas de limpieza demandaron todo el mes de septiembre y cuando llegó el momento de restaurarlas fueron encontrando uno a uno los objetos con su forma y decoración originales; objetos que se convirtieron en cientos de rompecabezas tridimensionales, con piezas mezcladas y desgastadas por la acción del tiempo y, obviamente, sin ningún tipo de instrucción para su armado.
Así fue como la isla de Pariti, una de las más pequeñas situada en la porción menor y meridional del lago Titikaka, a 23 kilómetros de Tiwanaku, siguió sorprendiendo a los arqueólogos porque, más allá de las formas tradicionales de la cultura Tiwanaku, surgían otras hasta ahora desconocidas en su morfología que desnudaban una exquisita decoración plástica y mostraban la precisión técnica y el alto grado estético desarrollado por los alfareros tiwanakotas.
Los aproximadamente treinta mil sitios arqueológicos que se distribuyen por el país convirtieron a Bolivia en centro de las miradas de las misiones científicas durante el siglo pasado y el corriente. Sagárnaga reconoció la huella que las diferentes expediciones científicas –y no tanto– dejaron por esas tierras: “(El arqueólogo estadounidense Wendell) Bennett se llevó las piezas por un año, pero han pasado setenta y nunca nos devolvieron nada, y para que no ocurra lo mismo que en el pasado, estamos intentando catalogar las piezas que encontramos en Pariti”.
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