SOCIEDAD › LOS PROYECTOS COMUNITARIOS PREMIADOS POR LA CEPAL
Todas las propuestas fueron diseñadas por comunidades de América latina en situación de emergencia social. Sobre un total de 900, trece llegaron a la final. Página/12 relata algunas de estas historias.
› Por Soledad Vallejos
Desde Ciudad de Guatemala
Invitados y concursantes llegados de toda América latina se reunieron en torno de la ceiba –el árbol sagrado de los mayas– de la Plaza de los Mártires, el corazón del inmenso campus de la Universidad de San Carlos de Guatemala. “Nos dirigimos adonde nace el sol”, luego “adonde nace la noche”, “la lluvia”, “el aire”; “miramos hacia el corazón del tiempo y de la tierra”, guiaba Fabiana, representante de una etnia, al comenzar la ceremonia maya que ella, su marido y su hija oficiaron para invocar buena fortuna en la Feria de Experiencias en Innovación Social, la etapa final del concurso en el que, desde hace cinco años, Cepal y la Fundación W. K. Kellog premian iniciativas nacidas de situaciones apremiantes y pensadas, las más de las veces, por personas que se resisten al papel de víctimas. Poco después, Martín Hopenhayn, director de la División de Desarrollo Social de Cepal, cortaba la cinta y comenzaban los 3 días a lo largo de los cuales trece proyectos, todos ellos en marcha en distintos países de América latina y el Caribe, se presentaron ante un jurado de notables, que premió a cinco de ellos, uno de los cuales es argentino.
El Observatorio Social de Maringá (Brasil) quedó en primer lugar y ganó 30 mil dólares, por ser una ONG que “a través de un móvil de la comunidad, fiscaliza las compras de gobierno, previniendo la corrupción”, pero también por tener costos de mantenimiento bajos “gracias al trabajo de voluntarios”, y porque ese funcionamiento “garantiza la sostenibilidad a largo plazo”, además de promover “una ciudadanía moderna, mayor comprensión sobre el rol de los impuestos y mayor responsabilidad del ejercicio público”.
El segundo lugar, con 20 mil dólares, fue para la industrialización de nopal, la planta de “alimentos nostálgicos” de las mujeres de Oaxaca (ver aparte), porque articula “comunidades locales para producir alimentos tradicionales y se conecta con migrantes”. En tercer lugar fue distinguido el proyecto de “Atención de la salud de población indígena altamente móvil”, de Costa Rica, premiado con 15 mil dólares porque “dentro del sistema público atiende a poblaciones de alta movilidad, que contribuyen a la economía cafetalera de la zona y cuyas necesidades de salud y prevención eran anteriormente invisibles”.
En cuarto lugar (10 mil dólares) quedó “De la basura a la rehabilitación”, un proyecto chileno que trabaja con poblaciones vulnerables y, a la vez, el circuito económico de reciclado de residuos, a partir de un sistema de trueques; el comité de notables estableció que “es innovadora porque contribuye a mejorar el manejo de los desperdicios y educa a la comunidad en relación con su valor económico y su relación con el medio ambiente”. Finalmente, de Argentina fue premiado (con 5 mil dólares) Abuelas Cuenta Cuentos, el programa que la Fundación Mempo Giardinelli lleva adelante en Chaco (más detalles en Página/12 del 14 de noviembre).
Para ser distinguido de entre cerca de 900 propuestas –el promedio de postulaciones de cada convocatoria– un proyecto debe “tener resultados, pero no en un sentido cuantitativo, tener un costo eficiente, ser replicable en distintos lugares y no depender de un liderazgo único, y también ser sostenible en el tiempo, no depender de fuentes de financiación exclusivas o determinantes”. Lo explica María Elisa Bernal, directora del proyecto de Experiencias de Innovación Social, poco antes de que Martín Hopenhayn, director de la División de Desarrollo Social de la Cepal, agregue una condición sine qua non: “No debe tener sesgo asistencialista”.
Lo que se busca son modelos, define Bernal, “recetas” que el organismo premia y alienta, en la esperanza de distinguirlos para que, en el futuro no lejano, esas ideas de nueva gestión, ya probadas y ajustadas, permitan las políticas públicas y puedan, como explica Hopenhayn, “demostrar que es posible diseñar políticas de abajo hacia arriba, desde la comunidad hacia el Estado, y no siempre de arriba hacia abajo”. A lo largo de cinco años fueron premiados 70 proyectos, de los cuales solamente uno no continúa: todos los demás siguen funcionando e intercambiando experiencias entre sí.
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