SOCIEDAD › LOS COMERCIANTES DE ALEM SE QUEJAN POR LOS EFECTOS DE LA LEY DE NOCTURNIDAD
› Por Soledad Vallejos
Desde Mar del Plata
La noche se está volviendo un asunto central de la temporada, pero no a causa de sus diversiones sino por la irrupción de una lógica inesperada. “Hoy no es noticia lo que pasa puertas adentro de los locales. Vamos a cerrar para que se vea que los problemas están en la vía pública”, advirtió temprano en la mañana y en conferencia de prensa Pablo Villar, presidente de la Cámara de Bares y Restaurantes de Playa Grande. Es que el sector, que se queja de controles “excesivos” en los bares, reclama “más policías en las calles” para asegurar su propia subsistencia. Más oficiales en la vía pública, sostienen los empresarios, disuadirían a los jóvenes que pretendan consumir bebidas baratas en las calles o las playas. “Mientras los locales están vacíos, uno ve montones de personas que van a la playa con las heladeritas llenas de alcohol y nadie hace nada”, graficó Villar, en referencia a los controles inaugurados con la ley que regula la nocturnidad. Desde la municipalidad local le bajan el tono al reclamo. Voceros de la comuna atribuyeron algunos incidentes ocurridos en estos días a que es preciso que vayan modificándose “pautas de conductas”, algo que demandará tiempo.
Los reclamos de controles a los rebeldes que buscan gastar menos y consumir más se sumaron a la renovación de otra polémica, que no casualmente precisaría de la buena voluntad de los empresarios para solucionarse: la mudanza de los bares de Alem a la escollera Norte, un viejo proyecto cuya posible realización ha vuelto a enfrentar a pesqueros, bolicheros, vecinos y poder político. “Siempre apoyamos al Estado municipal” en la iniciativa de reubicar la zona de bares para despejar el vecindario residencial, dijo Villar, “pero en estas condiciones no podemos pensar en ir”.
El apagón fue anunciado para la medianoche del viernes, en el inicio del fin de semana, para que el experimento, al coincidir con los días de mayor afluencia de público, pueda alcanzar todo su esplendor. Ocurre que en este primer verano de diversiones reguladas por la ley de nocturnidad, la prosperidad del negocio peligra, porque los jóvenes han encontrado la manera más sencilla de burlar los controles horarios. Como las supervisiones, que incluyen policías y perros entrenados además de inspectores, sólo alcanzan a los locales habilitados, consumir bebidas puertas afuera de los boliches no tiene horario. Y además, en especial para los vacacionistas jóvenes, puede resultar mucho más accesible.
La queja obedece al nuevo horario límite para entrar a discotecas: los chicos, que antes hacían la previa en los pubs hasta las 4, ahora deben entrar a bailar antes de las 2, lo cual –además de los precios elevados– reduce notablemente la clientela.
“Hoy en los locales es imposible encontrar una cerveza de 600 centímetros cúbicos por menos de 20 pesos, pero en un almacén por esa plata se compran 5 litros”, calculó Villar. “Por la calle se ve gente con heladeritas llenas de alcohol mientras no hay nadie en los locales”, aventuró, para arrepentirse en segundos: nadie no, dijo, “a veces hay más inspectores, policías y perros que clientes”. Razonó que “a veces es más fácil meter cuatro, cinco inspectores y 20 policías que abocarse a una tarea de prevención, que es lo que reclamamos”.
En la Municipalidad de General Pueyrredón, en cambio, consideran que el reclamo de los comerciantes está teñido por sus propios intereses y creen, por otra parte, que el comportamiento de los jóvenes en las calles, por el momento, no es demasiado diferente del de años anteriores.
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