Jue 18.02.2010

SOCIEDAD  › UN JOVEN DESEQUILIBRADO RETUVO DIEZ HORAS A DOS POLICIAS EN UNA COCHERIA

Una toma de rehenes de locos

El muchacho seguía a una chica de la que estaba enamorado y se asustó al ver a una policía. Le tiró gas pimienta y la llevó a una funeraria. Luego, dos policías se ofrecieron como rehenes. No hizo reclamo alguno. Hubo un megaoperativo y se entregó diez horas después.

› Por Emilio Ruchansky

Sebastián Bloise terminó el desayuno, se despidió de su mujer y sus hijas y estaba por subir al coche para ir a su negocio en Bernal cuando un hombre alto, fornido y con una ametralladora cruzada al pecho lo intimó en la vereda. “Metete adentro que hay una toma de rehenes”, le dijo. Era un francotirador del Grupo Halcón. “¿Ves esa teja rota? Ahí se acomodó y estuvo todo el día apuntando a la funeraria Lanz”, señaló Bloise, acompañado por su mujer y las nenas, ambas con cara de susto. A 20 metros de su casa, Gustavo Arteaga retuvo ayer a la oficial Rodríguez primero y a dos policías después en esa funeraria de Berazategui, al sur del conurbano bonaerense. Se entregó 10 horas después, a las 18.20, veinte minutos después de que llegara el ministro de Seguridad provincial, Carlos Stornelli, y cuando el Grupo Halcón ya planeaba entrar por la fuerza.

No era la primera vez que Arteaga, de 23 años, visitaba esa funeraria en la esquina de la calle 22 y 142. Una semana antes, con la excusa de una compleja y supuesta investigación contra unos narcos de la zona, estuvo ahí y se ganó la confianza del dueño. Se hizo pasar por gendarme entonces aunque su intención era seguir los pasos de Sabrina Gómez, una ex compañera del secundario para adultos de la que estaba perdidamente enamorado. Por eso Roberto, el dueño de Lanz, se sorprendió cuando lo vio llegar arrastrando, cuchillo en mano, a la oficial Rodríguez, quien siempre se toma el colectivo 300 B1 rumbo a Quilmes en la vereda de la funeraria.

“Ya lo había denunciado por acoso otra compañera, Silvana, y la policía fue a verlo, charlaron con él y no pasó nada. Seguramente se asustó cuando vio a la mujer policía porque pensó que lo iban a llevar preso”, dijo Helga, otra ex compañera de Arteaga, con quien trabó amistad y solía hacer los tareas de la secundaria. La mujer contó que la madre de Arteaga lo había abandonado, su padre estaba enfermo y él estaba desesperado porque no conseguía trabajo. “Está muy solo y se sentía discriminado –agregó–, quiso entrar a la policía y a la Gendarmería y lo rechazaron. Tiene problemas pero es un tipo inteligente, muy calculador.”

Los vecinos llamaron a la policía luego de ver que Arteaga le lanzó gas pimienta a la oficial, la golpeó y la llevó a la funeraria. Guillermo Hermoso y Jeremías Reyes, de la Comisaría 1ª de Berazategui, decidieron entregarle sus armas a Arteaga cuando vieron que él apuntaba con una pistola a la oficial. “Atinamos a pedirle que intercambiáramos y dejara salir a la mujer policía y quedamos nosotros como rehenes”, contó Reyes, quien fue liberado ocho horas después, según admitió su jefe, el subcomisario Carlos Giménez, “a cambio de un sobrecito de jugo”.

Sólo quedaba Hermoso como rehén cuando las negociaciones se estancaron. La policía cercó las cuatro manzanas de alrededor de la funeraria a la espera de que Arteaga cediera o entablara una balacera. Los francotiradores se apostaron en las terrazas de las casas lindantes, pero la situación era compleja. “Lo que pasa es que sólo se puede acceder al lugar por un pasillo, no hay otra entrada. El primero que entre la liga. Lo único que podemos hacer es tirar una bomba de estruendo para confundirlo, pero no sabemos qué puede hacer con el rehén”, decía un oficial y compañero de Hermoso a 50 metros. No había un solo policía sin chaleco antibalas. Cinco minutos después pasó el fiscal general, Carlos Riera. “Me parece que entramos”, dijo el oficial al verlo.

A metros de la funeraria ya estaban preparadas dos ambulancias y varios patrulleros de la Bonaerense, cuando se presentó el ministro de Seguridad provincial, Carlos Stornelli. Eran las 18 y ya comenzaban las corridas entre los policías. Un hermano del joven acudió a pedido de la policía y de Arteaga, que quería ropa. Habló con la psicóloga y “ablandaron a su hermano” pero no había caso. Según aseguró el subcomisario Giménez, fue el propio rehén el que terminó de convencerlo, veinte minutos después.

Arteaga salió hasta la vereda y se entregó al Grupo Halcón, sin cruzar palabra alguna. Se había cambiado la ropa y media hora después se lo pudo ver caminando con la cabeza tapada y rengueando hacia un patrullero. Los dos policías recibieron atención psicológica anoche en el mismo destacamento, donde Arteaga fue derivado. Hoy se le realizarán pericias psiquiátricas. Durante el allanamiento a su casa, encontraron gran cantidad de vestimenta militar. “Este se creyó Rambo”, le dijo un policía a otro, cuando todo había terminado.

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