SOCIEDAD › FLOREAL FERRARA, UNA VIDA DEDICADA A LA SALUD PúBLICA
Fue sanitarista, ministro de Salud en la provincia de Buenos Aires, peronista. Murió el domingo pasado. Aquí lo recuerdan dos colegas que compartieron momentos de su trayectoria.
Opinión
Por José Carlos Escudero *
Floreal Ferrara ha sido, lejos, el más importante sanitarista peronista desde Ramón Carrillo. Creativo, impulsivo, valiente, el polo opuesto de un tecnócrata descafeinado, combinó la implementación de políticas de salud con la investigación académica y la difusión mediática de sus ideas. Dos veces ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, eligió no exiliarse tras el genocidio militar que siguió a su primera gestión, pese al peligro que corría su vida. Lo sobreviven sus descendientes, sus recuerdos, su producción intelectual, muchos videos donde resaltan sus entrañables entusiasmos y su vozarrón. Lo sobrevive también el recuerdo de su programa Atamdos, admirable expansión en la provincia de la salud estatal y gratuita. Un gobierno nacional que quiera, en el área de la salud, reeditar la epopeya de Carrillo en el primer peronismo hará bien también en tener en cuenta la sabiduría de su discípulo, Floreal Ferrara.
* Médico sanitarista, sociólogo, profesor universitario.
Opinión
Por Aldo Neri *
Las ideas de cada quien son cosa viva y completa recién cuando les da aliento la emoción. Más aún, las ideas pueden cambiar, pero lo que otorga plena identidad a una persona es su trama emocional, su afectividad básica. Eso es la personalidad, el temperamento, su inconfundible DNI en la vida.
Floreal –el rengo Ferrara– era un entusiasta, no sabía ni quería tomar las cosas a medias, quería insuflarles pasión. Y así actuó como hombre político, como funcionario, como profesor universitario, como orador en incontables tribunas. Acertaba o se equivocaba, como todos nosotros, pero siempre sin dobleces, motorizado por la convicción que sentía.
Era hombre de izquierda, yo lo conocí ubicado como peronista de izquierda, dentro de la amplia gama del movimiento. Orientó su energía hacia la Salud Pública, integrante de las disciplinas sociales; y es difícil imaginar un sanitarista conservador, aunque muchos puedan acabar domesticados por la realidad. No era el caso de Floreal.
Siendo hombre maduro, compartió la parte más sana de los ideales de la juventud de los años ’70; y cargó, como tantos, el peso de su frustración y el horror por su represión. Creo que el estudio de la filosofía le sirvió, a la par, de refugio y realimento para seguir en la batalla por las causas más permanentes.
Pensábamos diferente sobre muchas cosas, pero a través de una relación intermitente, nos unía un respeto y lealtad mutua reforzadas por la compartida preocupación de que estaba muy enferma la justicia distributiva en Argentina. Mantuvo la confianza en que esto se pudiera revertir, quizá porque, como dice Unamuno: “El elemento más genuino y eficazmente revolucionario, es decir, progresista... es la fe... Es la ilusión lo que hace avanzar a los pueblos”. Al individuo también, agreguemos.
Como sabía y enseñaba que salud es calidad de vida, era un buen sanitarista también cuando hacía política, buscando remover las causas económicas, sociales y culturales que la condicionaban, y que los servicios médico-asistenciales no alcanzaban a contrarrestar.
La memoria de los buenos amigos que se van con el tiempo se va depurando de lo contingente y accesorio; su imagen se concentra en menos atributos pero mejor dibujados. En el caso de Floreal, para muchos, dominará el recuerdo del valor de su autenticidad, virtud nada compatible con una época de oportunismos.
* Ex ministro de Salud de la Nación.
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