SOCIEDAD › GENERAL VILLEGAS, TRAS EL VIDEO Y LA MARCHA A FAVOR DE LOS ABUSADORES
Cómo digiere la ciudad el escándalo cuando los tres acusados pueden llegar a terminar presos.
› Por Carlos Rodríguez
Desde General Villegas
Violeta tiene tres hijos y está preocupada por el nivel de información que maneja el menor, Pablito. “El caso de abuso sexual, el video que circuló, la presencia de los medios de la Capital Federal, la agitación que generó, las expresiones públicas. Es como si no me hubiera dado cuenta de que a los 11 años ‘para los 12’ hoy se pueda tener tanta información sobre un tema como éste. Los comentarios de mi hijo menor y los de sus amigos son tremendos, no sé cómo manejar la situación.” La maestra de un colegio religioso de esta ciudad recibió la preocupación de la madre y admite que tampoco supo dar una orientación precisa. En la esquina de Rivadavia y San Martín, frente al supermercado La Anónima, dos chicos que tienen la edad de Pablito confirman que los pibes, si se trata de acumular habladurías sobre un caso de abuso sexual que sigue conmocionando a esta ciudad de más de 20 mil habitantes, tienen tanta habilidad como cuando juegan con la PlayStation.
“¿Por qué están sacando fotos? ¡Ah, vinieron por lo de la piba ésa, esa ‘vaguita’!” La palabra usada por el chico fue mucho más fuerte, pero de tan soez y precoz no encaja en la boca de alguien que todavía no llegó a los 13 años y tampoco encuadra citarla –para preservar a la víctima– en esto que podría llamarse la crónica periodística de una violación anunciada. “El video que vio todo el mundo no es nada. Allí hay sólo tres tipos. Hay otro en el que son 12 los que ‘pasan’”, insiste el pequeño con gesto de saberlo todo.
–¿Vos viste ese video? –pregunta Página/12 esperando la peor respuesta.
–No, no vi ninguno de los dos, pero todos saben que es verdad lo que dicen, que la piba ésa es una “vaguita” –repite el chico con una entonación cada vez más convencida.
La mayoría de los chicos de entre 12 y 18 años que conversaron con Página/12 tuvieron expresiones de diverso tono en las cuales señalaron a la chica de ser “de alguna manera responsable” de lo que le pasó. El famoso “algo habrán hecho”, aplicado a una adolescente de 14 años abusada por tres adultos. Las chicas, con timidez, cuando se atrevieron a romper el silencio, condenaron la violación. “¿Cómo puede haber gente capaz de defender a esos monstruos?”, sostuvo C. M., de 16 años, quien pide mantener su nombre en reserva. “No sé ni cómo puede reaccionar mi propia familia.” Ella, como todo el mundo, también iba en bicicleta y se detuvo para dar su opinión cuando vio una cara extraña: “¿Sos periodista? Te digo algo”. Ella lo dijo, aunque la mayoría parece desear que se olvide todo.
Después de tres semanas muy calientes, con una marcha a favor de los abusadores y una segunda que fracasó por el escaso número de adherentes, en estos días General Villegas parece haber recuperado la calma, pero la procesión va por dentro. “La marcha por los abusadores fue un abuso”, dice Emiliano, que campanea la situación desde su remís. “Los tipos se mandaron una macana y tienen que pagarla, por más que la piba sea lo que sea. La verdad es que fueron unos boludos.” El remisero apunta que “deben ser muchos los que apoyan a los abusadores. La segunda marcha fracasó porque coincidió con el regreso a Villegas del boxeador local Claudio ‘Pumita’ Olmedo”, que retornaba luego de un espectacular triunfo por nocaut en el Luna Park, ante Carlos Ahumada. “No sabés cómo pega ese pibe”, remata Emiliano, más interesado en hablar de boxeo que en seguir con un tema que les duele a todos, de distinta manera.
Mientras atiende en el kiosco de su propiedad, Marcelo se lamenta por la “fea imagen” que el periodismo, según él, le dio a la ciudad donde vive. “Es cierto que los tipos estos (por los imputados) son impresentables, pero no todos somos iguales.” Adolfo, otro remisero, recuerda aquello de “pueblo chico, infierno grande”. Además del caso notorio, describe a su pueblo a partir de una historia personal: “Yo me separé hace cinco años de la mujer con la que tuve dos hijos. Me junté con una enfermera y no fue fácil. Todo el mundo te juzga, te persigue. Y acá es difícil porque vos querés seguir conservando a los amigos de toda la vida”. Salvo muy pocos, la mayoría de los hombres y mujeres, cuando se refieren a los abusadores, los califican de “torpes” o de “boludos”. Como si lo grave fuera que “no la hicieron bien, que no fueron discretos”.
“Ustedes vienen de Buenos Aires y se creen capaces de juzgarnos. En Buenos Aires hay muchos más casos como éste y nadie se rasga las vestiduras.” La mujer, de unos sesenta años, está muy ofendida luego de escuchar una conversación entre Página/12 y el vendedor de un todo por dos pesos que está a dos cuadras de la plaza principal.
“Cuando yo tenía 14 años no me pasaban estas cosas. ¿Y sabe por qué? Porque a mí me criaron como a una nena. No andaba pasando de mano en mano”, sigue bramando la señora. “Estas cosas pasan en todos lados, pero en Villegas muy de vez en cuando. ¡Entiende! ¡Muy de vez en cuando!”. Su opinión coincide con la de las “fuerzas vivas” de General Villegas.
En un comunicado, al que durante más de diez días siguieron adhiriendo instituciones locales y que se titula “Villegas en unidad”, las cámaras empresarias, la Sociedad Rural local, el Rotary Club, iglesias de diferentes credos y hasta las principales organizaciones sindicales calificaron a lo ocurrido (nunca se utiliza la expresión abuso sexual) como un hecho “totalmente repudiable”. Como antídoto plantearon que estos problemas tienen solución o directamente se evitan “en el seno de la familia”. Hay una crítica a los medios de prensa nacionales porque, dicen, “nos afecta cualquier opinión que generalice hechos repudiables como (si fueran) comunes”.
Página/12 quiso hacerle una entrevista al intendente local, Gilberto Alegre. Luego de varios fallidos intentos a través de sus voceros de prensa, se pudo conversar con Alegre, apenas unos minutos, por vía telefónica. “No quiero hablar más del tema. Me parece que no sirve de nada. Acá tenemos que pensar que hay una chica de 14 años que está en el medio y que seguir hablando de lo que pasó, le sigue haciendo daño. Además, la verdad es que me han desvirtuado casi todo lo que dije y me parece que tengo que callar. Desde el principio, a través de la Secretaría de Salud, estamos en contacto con la familia para ofrecerle asistencia psicológica y toda la ayuda que necesiten, pero no vamos a hablar nunca más del tema en los medios. No sirve de nada”, insistió.
Alegre recalcó que algunos medios de prensa le atribuyeron “palabras o frases que no se condicen con mi pensamiento y que han sido sacadas de contexto”. Fiel a su postura actual de no hablar más del caso, eludió precisar que se refiere a la expresión “la chica tiene una sexualidad precoz”, que en algún momento se puso en su boca. Su explicación es que esa frase la dijo sólo para “tratar de interpretar” el pensamiento de las 200 personas, entre familiares y amigos, que participaron de “una inexplicable marcha” –ésas fueron las palabras del intendente– a favor de los abusadores.
En una solicitada que se publicó en el diario local Actualidad, el mandatario municipal sostuvo: “Jamás hice ni manifesté absolutamente nada que pudiera intentar mejorar la situación de los acusados ni perjudicar a la menor”. También aseguró que “es difícil encontrar las palabras apropiadas para hablar de esto”, a pesar de que se trata de un hecho donde está muy claro quién es la víctima y quiénes los victimarios.
Blanca, la mamá de la chica abusada, vive con su marido, Alberto, y con algunos de sus cinco hijos –entre ellos la chica de 14 años– y también con algunos de sus nietos. La casa de la calle Castelli está cerca de la pizzería de la familia, que permanece cerrada desde hace varios días. En el frente de la casa, una media sombra verde colgada en la entrada al patio, que sirve también de garaje, impide que se pueda ver desde afuera. Cuando Página/12 corre el telón que la separa del teatro de la calle, Blanca está dándole de comer al gato. Ella no quiere fotos y tampoco quiere hablar. “Estamos muy cansados. Hubo y hay mucho manoseo. Tengo que pensar en mi hija. Ella es la víctima, aunque haya muchos que la quieran convertir en otra cosa.”
“Mi hija está shockeada y todos tenemos miedo de que le pase algo en la calle.” Blanca dice que siente “una mezcla de miedo, vergüenza y bronca”. En el entorno de la familia se dice que se sintieron puestos “en tela de juicio” después de la marcha a favor de los abusadores. Por esa razón llegaron a pensar en irse, al menos por un tiempo, de General Villegas. Ahora, Blanca aclara: “No nos vamos a ir. Lo que nos está pasando es aberrante y muy triste, pero nos vamos a quedar. Lo único que pido es que esto no le pase nunca más a ninguna mamá”.
Los conceptos de Blanca son claros. Habla con voz pausada y su mirada transmite una profunda tristeza. Su hija de 14 años ha regresado a sus clases en el Colegio Nacional, donde uno de sus hermanos, Luciano, es profesor. El también hizo declaraciones breves a un medio local. “Mi hermana se siente abrumada por lo que está pasando. Como en todo pueblo, la gente habla sin saber y habla de más. Ella es una chica que vivía prácticamente encerrada en mi casa. Es increíble que haya personas que digan las cosas que se dicen. Por eso, lo que nos importa es la decisión que tome la Justicia, porque no es válido lo que pueda decir cierta parte del pueblo. Eso no tiene ninguna importancia.”
Los miedos de la familia se están confirmando. En los últimos días recibieron amenazas telefónicas. La Justicia, incluso, pudo determinar desde qué número telefónico fueron realizados algunos de los llamados. “Déjense de joder con las denuncias”, fue el mensaje que recibieron, según dijo Blanca. El teléfono desde el que se hizo el llamado estaría a nombre de una mujer.
Durante la estadía de Página/12 en esta ciudad, los familiares de los tres imputados se habían llamado a silencio. Los golpeó el hecho de haber tenido una convocatoria prácticamente nula para la segunda marcha a la que llamaron. De todos modos, la herida sigue abierta en una sociedad que, según el abogado querellante Luis Correa, “ya no puede seguir escondiendo la basura debajo de la alfombra”.
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