Vie 11.06.2010

SOCIEDAD  › EL PADRE QUE TERMINO A LOS GOLPES CON LOS ESTUDIANTES ERA LUCHADOR DE LA TV

Un hombre ciento por ciento lucha

Se trata del hombre que el martes increpó a los alumnos del Liceo 10 por el corte de la avenida Jujuy en protesta por la falta de calefacción. Su personaje, del programa 100% Lucha, era el Hombre Perro y pertenecía al grupo odiado por los chicos.

› Por Horacio Cecchi

Dos días después de los 20 segundos de pelea entre un grupo de alumnos que protestaba por la falta de gas, y un padre que llevaba a su hijo a la escuela e intentó romper el piquete, un abrumador silencio avanzó sobre las pantallas, sobre los funcionarios y sobre el preocupante caso que amenazaba por extensión a los hogares de todo el país. Más allá del absurdo modo de defender sus ideales a patadas por parte de algunos alumnos, y del modo de evitar la llegada tarde de su hijo por parte del indignado padre, la pelea en sí consistió en apenas 20 segundos de zamarreos en los que los contendientes siquiera lograron sacarse un hilillo de sangre. El espectáculo, en realidad, avanzó por fuera: en la avidez de algunos periodistas por castigar un piquete que sumaba otro flanco endeble, como lo es un piquete de jóvenes, y en los funcionarios porteños que zigzaguearon a la luz de las cámaras, entre sancionar a una directora, a los alumnos y al final a un funcionario de la segunda línea ministerial. Pero ayer, sorpresivamente, un silencio abrumador avanzó sobre el caso. No fue el Mundial que recién hoy comienza. La primera interpretación del silencio fue que el propio gobierno porteño lanzaba un llamado a la reflexión, un vamos por aquí de Mauricio Macri, un espacio de cordura del jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, un olvidemos el pasado del ministro de Educación Esteban Bullrich, una señal de analicemos de qué se trata de los conductores de la tevé de la inseguridad. Hasta que el victimizado padre se quitó el bozal: se trataba de Rot Wailer, el Hombre Perro, el luchador de catch del programa 100% Lucha, que con su metro 88 y sus 112 kilos (en la calle daba un poco más), supo extasiar a chicos y grandes lanzando sus patadas voladoras y su temible quiebre de torso del rival, sanamente. Entonces, el silencio tuvo la sombra de un papelón.

Ayer, la primera señal de que el caso, pública y televisivamente, quedaría caduco y sin interés la dio el propio Gabriel Emanuelli que apareció en sus dos facetas: ocupando la mitad de la pantalla mientras hablaba como padre indignado ante las cámaras; y como Rot Wailer, maillot de luchador ajustada, hombros desnudos, pecho aguerrido, cintura vulnerable, mandíbula cruzada por un bozal, lanzándose desde el ángulo del cuadrilátero sobre un gordo que lo doblaba en tamaño, para recibir una tunda de parte de otro gordo, más grande aún, patada va, patada viene, o echando sobre el desguarnecido rostro de Emanuelli, a la sazón el malo de Rot Wailer, los 140 kilos de Gorutta Jones que hubieran deshecho a cualquiera de los salvajes jovenzuelos que por más patadas que propinaron en la calle no alcanzaron a conmover tanta humanidad experimentada.

Se explicaba el silencio que ahondó en el caso. El día anterior, el propio Mauricio Macri había señalado ante las cámaras, con un poder de anticipación envidiable: “Lamento que vean por televisión este tipo de situaciones, pero ellos (por los alumnos) no pueden sumarse a este tipo de situaciones y menos lo que hicieron con ese señor, una cosa de locos”. No se refería por entonces a Emanuelli ni a ninguna de sus facetas de Hombre Perro o Rot Wailer en el cuadrilátero, porque hasta ese momento desconocía su existencia como tal, sino al intento liberador de un piquete por parte de “ese señor”.

A todo esto, los cables de agencia, y especialmente la tevé, insistían con la muletilla del castigo ante tamaña gravedad institucional, mientras los políticos bramaban por sanciones aunque sin saber por dónde avanzar.

“Nada justifica un corte de calle y menos se justifica la violencia”, había mencionado Bullrich en el estudio de C5N el mismo día del petit escándalo. Frente a él, perseverante, el conductor Eduardo Feinmann demandaba castigo. “¿Ustedes van a denunciar a las autoridades, a los alumnos?”, preguntaba Feinmann, sabiendo que responder esa pregunta ante cámaras clausura el “no” si el político tiene intención de rating, al menos ante ese público. “Se tiene que presentar ese señor para hacer la denuncia, nosotros no podemos denunciar”, esquivó Bullrich. “Pero si fue una agresión, es un delito público”, alardeó Feinmann. “Fue en la calle”, volvió a esquivar Bullrich. “Si a esos chicos (los mismos que hace un rato no eran chicos sino menores) les pasa algo ustedes son responsables”, contraatacó el agudo conductor. “Sí, claro”, contestó Bullrich. Touché. Después, todo el gobierno saldría en pos de ese abnegado padre.

Y entonces fue que apareció Rot Wailer, con su bozal. Algunos dudaron, que la calvicie no es la misma, que tenía barba, que era más gordo. Hasta que el propio Emanuelli se encargó de confirmar que era luchador profesional. “Iba con mi nene para llevarlo al colegio y me encuentro con este grupo de chicos a los que les digo que dejen pasar a la gente, que tienen otra forma de protestar, me pongo a hablar con uno y de pronto empezó la catarata de golpes. A uno le cuesta creer, no sabés si son mal educados o mal aprendidos. Yo como padre, si mi hijo se llega a plegar a una manifestación como ésta y llega a hacer esto te juro que lo mato a cintazos.” Y un inexplicable silencio avanzó con su bozal.

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